Texto publicado por Brenda Stéfani

Del mar

Una sensación increíble invade el aire, una espera corta pero más intensa que ninguna otra, algo conocido, algo familiar y sobre todo, algo en lo que puedo abandonarme sin censura, sin miedo ni límites.
La espontaneidad del momento que a la vez fue esperado era un condimento especial, la dulzura de una mano en medio de la noche eterna iluminaron el silencio y la quietud, qué silencio ni quietud, la música era la luz en la noche de dos almas que se acercaban sigilosas pero con la mirada cómplice de los que saben lo que se quiere decir sin hablar.
Dentro de uno siempre hay secretos que no se pueden contar, ideas que no se pueden formar y gestos que no se pueden mostrar. Aquí, entre cuerpos enlazados, entre rostros encendidos vimos llegar el amanecer.
En la euforia derramada, en la piel salpicada, en la respiración entrecortada de quienes aman con toda el alma.
Escuché decir mi nombre y sentí clavarse tus ojos en mí como garras, como energía que desata más energía mientras yo solo pensaba en todo lo que tuvo que suceder, tres palabras, gracias por todo llenaron mi pensamiento de una alegría indescriptible, una alegría tan grande que mis ojos se llenaron de lágrimas y me sentí desbordada como un río que lleva su caudal al mar.
Del mar viniste y me lo trajiste, me diste el color que me hacía falta y rompiste más que nunca todas las cadenas, todas las cuerdas que me ataban a la perdición de una vida en la que me pasaba creyendo que nada valía la pena.
Del mar vino y me trajo el vaivén de las olas, sus idas, sus vueltas, su furia y su calma.
Un trozo del mar dibujado en tu piel.

27/06/2016
Brenda Stéfani