Texto publicado por Leandro Benítez
CÓMO SER MÁS FELIZ LOS LUNES
Imagina que un escritor de autoayuda publica un nuevo libro titulado Cómo ser feliz los lunes. Todo el mundo corre a comprarlo, sobre todo los domingos. Nadie necesita leerlo en viernes porque el viernes marca el final de la semana laboral y el comienzo del bendito fin de semana, de modo que casi todo el mundo es de lo más feliz los viernes. Los estadounidenses abrazan el acrónimo TGIF («Thank God it’s Friday»)[*] y lo festejan en la cadena de restaurantes TGI Friday. Esta clase de felicidad crece los viernes pero decrece los domingos por la tarde. Entonces es cuando las personas se enfrentan a la temida perspectiva del lunes por la mañana y del regreso a la rutina de febril competitividad que las mantiene pero que también las apena y consume.
Así pues, ¿qué remedio tiene el «lunes triste»? Bueno, ganar la lotería tal vez dé resultado, pero las probabilidades son muy escasas. Comprar un libro titulado Cómo ser feliz los lunes es rápido y fácil, y no cuesta mucho más que unos cuantos billetes de lotería. ¿Qué tienes que perder?
Cómo ser feliz los lunes se convierte en un gran superventas, y ahora todo el mundo desea que lleguen los lunes en lugar de detestarlos. Pero entonces sucede algo extraño. De repente, todo el mundo empieza a tener pavor a los martes. De modo que el autor de Cómo ser feliz los lunes escribe una secuela que lleva el predecible título de Cómo ser feliz los martes. Todo el mundo lo lee y comienza a amar los martes. Pero de manera igual de previsible, todo el mundo comienza a temer los miércoles. Esto lleva a la publicación de otra secuela, Cómo ser feliz los miércoles. Ahora todo el mundo teme los jueves, y aparece otra secuela: Cómo ser feliz los jueves. Ésta también tiene éxito pero, de pronto, todo el mundo teme los viernes.
¿Qué falla en esta historia? Antes a todo el mundo le encantaban los viernes y temía los lunes. Ahora aman los lunes y detestan los viernes. Además, la gente se comienza a quejar. Las personas se dan cuenta de que son menos felices ahora que aman los lunes y detestan los viernes. ¿Por qué? ¡Porque detestar los viernes arruina el fin de semana de cualquiera! De modo que el infatigable autor también resuelve este problema. Escribe otro libro superventas: Cómo ser feliz los viernes. Ahora, se dice, todo irá bien. Pero no es así. Sus fieles lectores, que han coleccionado y leído todos estos libros, descubren un nuevo problema. Si bien ya no son desdichados los lunes, se percatan de que son más felices a medida que avanza la semana. El día más feliz es el viernes y el más desdichado, el lunes. De modo que suplican al autor: por favor, ¿puede escribir un libro que nos diga cómo ser felices los lunes?
Entonces alguien oye un rumor: en un bosque cercano hay un sabio taoísta que vive solo y siempre es feliz. Todos y cada uno de los días de la semana. De hecho, se dice que está sereno. De modo que algunos buscadores van a buscarlo y, tras una diligente búsqueda, lo encuentran: casualmente, un lunes. Está cortando leña, cantando para sí, irradiando serenidad en todas direcciones como una lámpara incandescente.
—¿Tendría la bondad de revelarnos el secreto de su serenidad? ¿Cómo se las arregla para ser tan feliz, incluso un lunes? —preguntan los buscadores.
El sabio se compadece de ellos. Deja el hacha, termina la canción y les dirige su serena mirada.
—Sí, os revelaré el secreto —dice—. Procede del poder del Tao... Pero primero, antes de que lo haga, os ruego que me expliquéis una cosa, pues no acabo de comprender vuestra pregunta.
Al oír esto, los buscadores se entusiasman pero también se desconciertan. Desde luego están encantados con la perspectiva de aprender algo sobre el poder del Tao, pero también los desconcierta que el sabio les haya pedido más explicaciones. Al fin y al cabo, él es su mentor, mientras que ellos ahora son sus discípulos.
—¿Qué podemos explicarle? —preguntan.
—Sólo una cosa —contesta el sabio—. ¿Qué es un «lunes»?
En cuanto el sabio formula la pregunta, los buscadores ven de inmediato la luz. Al principio se desternillan, pues se dan cuenta de que el sabio es feliz precisamente porque, igual que un niño, ni siquiera sabe cuáles son los días de la semana. Entonces los invade un inmenso alivio, pues se dan cuenta de que también ellos pueden quitarse de encima tan pesada carga, la ardua tarea de tallar el bloque de la vida en formas extrañas con nombres desdichados. Y entonces, mientras sus calendarios, programas y fechas límite vuelven al Bloque Intacto, se bañan y chapotean y retozan en el río eterno del tiempo, haciendo caso omiso de los días, las semanas, los meses y los años por igual, pero felices en todo momento. Mientras el Tao cobra luz en su fuero interno, también ellos irradian serenidad en todas direcciones.
* Expresión que equivale a la española «por fin es viernes».