Texto publicado por Christopher Bravo
SER CAPAZ DE DISCULPARSE (Fragmento)
Ninguna estrategia se debe llevar al extremo, ningún arte se debe convertir en un conjunto de trucos evidentes. Por ejemplo, sería poco inteligente pedir perdón exageradamente. Algunas personas se disculpan sin parar. Por la noche, lo agarran a uno de las solapas y lo insultan, y a la mañana siguiente llega la petición de disculpas con voz compungida: bueno, estaba borracho, no lo dijo con mala intención, por supuesto que no piensa que aquel a quien la noche anterior, con el acaloramiento del alcohol, llamó «gilipollas embustero» sea realmente un gilipollas embustero. Lo siente en el alma, se equivocó en el tono. ¿Podríamos concederle por favor el beneficio del perdón? Eso tiene que decidirse caso por caso.
A partir de cierto momento, prácticamente todas las parejas entran en la fase del perdón. La fase del perdón consiste en acaloradas y reiteradas discusiones seguidas de su correspondiente reconciliación. Entonces, se dice: «Perdona, amor mío, no quería gritarte de ese modo.» «Escucha, cariño, con eso de que el sexo entre nosotros es un aburrimiento me he pasado. Además, ¡no es verdad!» «Oye, siento muchísimo mi comentario de que has engordado un poco... Sobre todo porque ¡no me molesta nada! ¡Si hasta te sienta bien!».
Tres días más tarde, como mucho, hay una nueva discusión, y de nuevo se produce una reconciliación acompañada de una orgía del perdón. Y así durante un tiempo, hasta que, cuando se hartan de pelear, ya es demasiado tarde para ninguna reconciliación. Pues una vez ha empezado la fase del perdón, el antaño maravilloso barco del amor, reluciente a la luz del sol, se ve envuelto por densos nubarrones de tormenta que difícilmente se disipan. De ahí la primera regla referida al perdón: evitar las situaciones que en el futuro puedan exigirle a uno pedir disculpas, administrar la cólera con cuentagotas y jamás hablar irreflexivamente.
En casos peliagudos, siempre viene bien apelar a un malentendido: sin duda uno no se ha sabido explicar correctamente...
He aquí, pues, la segunda regla referida al perdón: independientemente de que se haya dicho exactamente así o asá, una frase que circula de boca en boca ya no se puede defender. Llegados a este punto, por difícil que resulte, sólo cabe una disculpa sin paliativos.
Tercera regla referida al perdón: las personas que raramente se ven en situación de tener que pedir disculpas enardecen el aprecio de los demás gracias a un perdón bien formulado. Disculparse retrospectivamente por el propio comportamiento es una muestra de generosidad. Sobre todo si se consigue dejar la impresión de que las disculpas eran completamente innecesarias. Entonces, el perdón es tomado como una concesión a unas exigencias desmesuradas. Quizá sea usted quien ha herido a otros; pero ahora son aquellos a los que ha herido quienes, sin motivo, se sienten mal ante usted.
Adam Sobozcinsky, El arte de no decir la verdad.