Texto publicado por SUEÑOS;
Tecnología. (electromagnetismo) ..
Anio_Cero
Revista Año Cero. , por Pablo Villarrubia
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Electromagnetismo, el enemigo invisible
El hombre actual está sumergido en un inmenso, invisible y peligroso océano de
radiaciones. Quienes viven en las grandes ciudades son los más susceptibles a
esta amenaza, que puede llegar a producir enfermedades letales, como el cáncer o
la leucemia. Ese enemigo que nos rodea por doquier son las ondas
electromagnéticas, que producen desde los aparentemente inofensivos
electrodomésticos -como televisores o batidoras- hasta las líneas de alta
tensión o grandes generadores eléctricos. Hace pocos años algunos científicos
dieron las primeras voces de alerta, pero es ahora cuando las encuestas e
investigaciones han venido a demostrar que el problema es, en realidad, mucho
más serio de lo que parece.
El interés popular se despertó a raíz de la reciente demanda judicial presentada
contra una empresa eléctrica por el padre de Simon Stuholme, un niño británico
de 13 años que murió de leucemia en 1992. El querellante consideraba que los
campos electromagnéticos originados por las líneas de alta tensión de la
compañía, instaladas muy cerca y por debajo de su casa en Manchester, fueron los
causantes de la muerte de su hijo. Su hija de 12 años, Deborah, también se
encuentra afectada: padece crisis de epilepsia.
El Instituto Nacional Sueco para las Radiaciones ha reconocido oficialmente los
efectos perniciosos que los campos electromagnéticos, sobre todo los de baja
frecuencia, tienen sobre el organismo humano. Según los estudios llevados a cabo
por el Instituto Karolinska de Estocolmo entre más de 400.000 encuestados, los
niños que viven cerca de las líneas aéreas de alta tensión sufren un riesgo
cuatro veces mayor de desarrollar leucemias que otros pequeños.
Pero, a pesar de las evidencias, aún existen numerosos grupos de poder que
intentan restar importancia a esas investigaciones, especialmente las potentes
empresas, estatales o privadas, que mantienen el control de las fuentes
energéticas, y por supuesto, los fabricantes de electrodomésticos. Sin embargo,
se acumulan los artículos y trabajos publicados en revistas científicas de
varios países, que demuestran los perniciosos efectos de las ondas
electromagnéticas sobre la salud humana.
Según estas investigaciones, en las que los científicos españoles han sido
pioneros, el mayor peligro lo representan los televisores. Estos aparatos no
sólo provocan problemas oculares a quienes se sitúan demasiado cerca de la
pantalla, o una cierta inercia mental debida a la programación: también emiten
campos magnéticos tan intensos como los de las bombillas de larga duración o las
pantallas de los ordenadores.
Electrodomésticos: máximo riesgo
Algunos estudios advierten que no se debe dormir con una radio despertador cerca
de la cabeza, ni acercarse a menos de dos metros de un microondas en
funcionamiento, ni utilizar demasiado tiempo las maquinillas de afeitar o los
secadores de pelo. Las batidoras, lavavajillas, lavadoras, ordenadores y un
sinfín de otros artilugios domésticos también se pueden convertir en una
pesadilla si no se utilizan de forma adecuada.
Pero el mayor peligro proviene de las denominadas radiaciones no ionizantes, es
decir, las de muy baja frecuencia. Estas son muy perjudiciales para nuestro
organismo ya que, cuanto más baja es la frecuencia de un campo, más penetra en
el cuerpo humano. En esta categoría se incluyen no sólo los microondas, sino
buena parte de los equipos de comunicaciones militares -que utilizan frecuencias
que oscilan desde unos pocos megaherzios hasta los 300 gigaherzios-, y las
líneas de transmisión de energía eléctrica, como los televisores, cuyas
frecuencias son de hasta 1.000 herzios. Antenas, emisoras de radio y televisión,
enlaces, repetidores y un largo etcétera de aparatos empleados en
telecomunicaciones son también peligrosos generadores de campos
electromagnéticos de los que no podemos escapar. Los primeros indicios de la
perniciosidad de este tipo de radiaciones surgieron a raíz de las molestias que
comenzaron a padecer los controladores de radar en Estados Unidos,
frecuentemente aquejados por jaquecas, mareos, fatiga ocular o irritabilidad.
Se ha verificado que el peligro de los ordenadores reside en el transformador de
alta tensión y en la bobina del interior del monitor: las radiaciones que emiten
pueden interaccionar con las células humanas, alterando la conductividad de
ciertos iones y moléculas.
Estudios realizados por el norteamericano David A. Savitz, de la Universidad de
Carolina del Norte, han demostrado que los hijos de madres que utilizaron
durante su embarazo mantas eléctricas, tienen mayor probabilidad de padecer
tumores cerebrales y leucemias. Otros informes estadounidenses sugieren,
asimismo, la relación entre embarazos problemáticos -abortos, partos prematuros,
malformaciones congénitas, etcétera- y el trabajo con ordenadores, por
influencia de los campos electromagnéticos. En la década de los 80, varios
experimentos llevados a cabo con cobayas demostraron la directa relación que
existe entre las radiaciones no ionizantes y las alteraciones neurofisiológicas,
del ritmo cardíaco y la presión sanguínea, y los trastornos hormonales.
En determinados animales también se ha observado la influencia de las ondas
electromagnéticas en sus sistemas inmunitario y reproductor: la especial
sensibilidad de los testículos ante estas radiaciones provoca a veces cambios en
los niveles de producción de esperma. Asimismo, son frecuentes las alteraciones
en el desarrollo de los fetos, llegándose a producir malformaciones y abortos,
así como modificaciones cromosómicas y de estructuras y funciones celulares.
Si se exceptúan los virus, las células matrices de todos los organismos vivos
sufren alteraciones de los iones que juegan un papel fundamental en el
organismo- a través de mecanismos electroquímicos, y se pueden desequilibrar por
el efecto de las ondas electromagnéticas. Se produce entonces un fenómeno
denominado resonancia que interfiere en los mecanismos de entrada y salida de
sustancias a través de la membrana celular, poniendo así en peligro todo el
equilibrio de un tejido u órgano.
Influencias en el cerebro
Hay casos en los que la dificultad para conciliar el sueño podría estar
relacionada con las llamadas micropulsaciones. Estas son ondas muy tenues -de 12
a 14 ciclos por segundo, y de 30 a 50 microvoltios- que interfieren por
resonancia en las frecuencias de las ondas alfa emitidas por el cerebro en los
procesos oníricos. Por el contrario, en otros casos, hay frecuencias, como las
de los televisores, que inducen al sueño de forma hipnótica. Cabe esperar que
los campos magnéticos asociados producidos por determinados procesos
fisiológicos como los de las ondas bioeléctricas generadas en las neuronas y
fibras musculares- interactúen con aquellos que se generan en el exterior, que a
su vez producen modificaciones en la liberación de neurotransmisores,
responsables de una serie de importantes metabolismos en el cuerpo y la mente.
Este es un terreno relativamente nuevo, pero que promete muchas sorpresas a lo
largo de los próximos años.
Situada a la altura del entrecejo, en medio del cerebro, la glándula pineal -que
según los místicos es la sede del alma- es una pequeñísima pero básica
estructura, capaz de poner en marcha procesos metabólicos en todo el organismo.
El investigador José Luis Bardasano, director del Instituto de
Bioelectromagnetismo Alonso de Santa Cruz, en la Universidad de Alcalá de
Henares, ha estudiado las correlaciones entre la actividad de esta glándula y
los campos electromagnéticos y magnéticos exteriores. En su opinión, la pineal
puede comportarse como un magnetorreceptor, modificando su actividad por
influencia de los campos magnéticos, sobre todo aquellos de frecuencias bajas.
Esto genera alternaciones de comportamiento, trastornos depresivos e incluso
puede modificar el efecto que sobre el organismo tienen algunos fármacos,
especialmente los opiáceos. Los campos electromagnéticos tienen el mismo efecto
sobre esta glándula que la luz: inhiben la secreción de melatonina, proceso que
podría provocar alteraciones inmunitarias, insomnio y cambios repentinos de
humor.
Sin embargo, el mayor valor de la melatonina radica en que es un factor
fundamental de defensa contra el cáncer: su carencia favorece el desarrollo de
esta mortal enfermedad. Y, desgraciadamente, las oscilaciones del campo
magnético terrestre y las fuentes generadoras de ondas electromagnéticas de baja
frecuencia reducen los niveles de este compuesto. Según Bardasano, la exposición
crónica a los campos electromagnéticos aumenta las probabilidades de padecer
cáncer y leucemia, unas enfermedades muy relacionadas con las disfunciones
pineales. Estos campos también influyen en el desarrollo de trastornos
psicológicos y neurológicos. En general, las personas con predisposición a
padecer episodios depresivos o alcoholismo, así como los trabajadores expuestos
a este tipo de radiaciones, son las más sensibles a los efectos de
desincronización pineal por causa de las radiaciones no ionizantes, capaces
también de reducir los efectos curativos de algunos analgésicos, especialmente
los derivados de la morfina.
La existencia de un campo magnético natural terrestre se conoce desde hace
cientos de años, miles en el caso de los chinos o de otras civilizaciones
antiguas. Sin embargo, los primeros estudios científicos de la relación entre
los fenómenos magnéticos naturales o artificiales y algunas perturbaciones
psico-fisiológicas humanas datan sólo del siglo pasado.
Vivimos dentro de un imán
Hoy se sabe que nuestro planeta se comporta como un gigantesco imán, cuyos
extremos casi coinciden con los polos geográficos terrestres. Pero éstos no
siempre estuvieron en el mismo lugar, ya que han sufrido determinados
desplazamientos que aún son un misterio para la ciencia. En el pasado remoto,
las inversiones magnéticas -los cambios de polo produjeron la anulación temporal
del campo magnético terrestre. Durante esta etapa, que pudo durar entre 2.000 y
5.000 años, desaparecieron la magnetopausa terrestre y los cinturones de Van
Allen, de efectos protectores. Ello supuso que los seres vivos estuvieran
expuestos a las radiaciones nocivas procedentes del espacio y, consecuentemente,
una serie de cambios genéticos y mutaciones que jugaron un papel muy importante
en el proceso evolutivo y probablemente tuvieron que ver con la extinción de los
dinosaurios y la aparición del hombre sobre la Tierra. Asimismo, nuestra
deteriorada capa de ozono desempeña también un importante papel protector contra
las radiaciones externas, controladas indirectamente por el campo magnético
terrestre.
Varios científicos han detectado la presencia de magnetosomas (óxidos férricos,
entre los que se incluye la magnetita) en el cerebro de varios animales, y
recientemente en el ser humano. Los magnetosomas constituyen un tejido asociado
a las fibras nerviosas, que es sensible a los cambios del campo magnético según
su intensidad. En muchos animales -por ejemplo, delfines y pájaros- estos
magnetosomas se comportan como verdaderas brújulas, que les sirven para
orientarse en sus migraciones. Además, existen bacterias que piden moverse a lo
largo de las líneas de un campo magnético, y las abejas poseen magnetita en el
abdomen.
Las tormentas magnéticas constituidas por las variaciones, periódicas o no, del
campo magnético externo, todavía no son bien comprendidas. Lo que si se sabe es
que variaciones bruscas del campo magnético terrestre como las que ocurren antes
y después de los terremotos- podrían ser percibidas por el ser humano y otros
seres vivos. Algunos animales parecen especialmente sensibles, pues han mostrado
un comportamiento irritable en los momentos inmediatamente anteriores a un
terremoto o tempestad magnética.
Las causas para algunas de esas tempestades podemos también encontrarlas fuera
de nuestro planeta, en el Sol. La radiación solar genera la ionosfera terrestre,
una capa de iones libre. Por otra parte, el viento solar (partículas subatómicas
emitidas por el Sol) interacciona continuamente con el campo magnético terrestre
de origen interno, deformando sus líneas de fuerza y dando lugar a la aparición
de la magnetosfera. Esta protege a la Tierra de la acción directa de los rayos
cósmicos y el viento solar, al tiempo que las partículas son atrapadas por el
cinturón de Van Alíen.
Bombardeo de partículas
Cada once años el Sol pasa por un periodo llamado de Máxima Actividad Solar
(MAS), durante el cual expulsa mayor cantidad de radiaciones al espacio; se
altera entonces el equilibrio de la magnetosfera y los cinturones de Van Allen
pierden su estabilidad, con lo que las partículas cargadas de electricidad
pueden caer sobre la atmósfera terrestre y aumentar el tamaño de las auroras
boreales. Además, el incremento de la presión en la magnetosfera provoca a su
vez la aparición de tormentas magnéticas, que afectan las comunicaciones y la
conducta humana, al alterar la actividad eléctrica del cerebro.
Para Juan Álvarez de la Torre, doctor del departamento de Física de la
Universidad Autónoma de Madrid, durante el período de Máxima Actividad Solar se
ha podido determinar que se produce una baja en las defensas inmunitarias de
algunos seres vivos. En un trabajo de investigación presentado a finales del
pasado año por la doctora Maria Dolores Catalá Amorós, del departamento de
fisiología de la Universidad de Valencia, se ha podido comprobar que algunas
actividades enzimáticas de ratas de laboratorio desaparecieron durante el
eclipse solar del 23/12/92, especialmente de la glándula pineal y corteza
cerebral.
Para aminorar los problemas producidos por los campos electromagnéticos o
solventarlos por completo, se está tratando de sensibilizar a los gobiernos y
organismos públicos para que se establezcan normas y prohibiciones para la
instalación de tendidos eléctricos cerca de zonas habitadas, o crear nuevas
tecnologías para blindar los electrodomésticos. La Agencia para la Protección
del Medio Ambiente de Estados Unidos ya ha relacionado el cáncer humano con las
radiaciones no ionizantes, procedentes sobre todo de las lineas de alta tensión.
Pero aún hay muchos obstáculos, y no son todos los que aceptan la realidad de
las investigaciones.
Navarra ha sido la primera Comunidad Autónoma española en tomar medidas contra
las radiaciones no ionizantes. Ante la evidencia del peligro de las líneas de
alta tensión, el gobierno navarro ha elaborado un programa para corregirlo. Para
ello, ha inventariado las torres de apoyo que surcan su territorio, y localizado
los puntos más problemáticos que atraviesan núcleos residenciales, centros
escolares y parques públicos. La solución será enterrar tendidos y líneas
eléctricas, y cambiar el trazado de las nuevas instalaciones.
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