Texto publicado por francisco osuna arcos

DON PEDRO MUÑOZ SECA Y SU BUEN HUMOR

MUÑOZ SECA D. PEDRO

Era don Pedro Muñoz Seca autor prolífico de obras de teatro algo banales
-excepto su celebradísima y celebérrima comedia "La venganza de don
Mendo"-, versificador zumbón y divertido, y hombre de excelente sentido
del humor, aguda pluma y ágil verbo.
Vivía desde sus tiempos de estudiante, en una casa de Madrid, donde
atendían la portería un encantador matrimonio al que profesaba auténtico
afecto. Falleció la mujer, y a los pocos días el marido, más de pena que
de enfermedad pues era un matrimonio profundamente enamorado.
El hijo de los porteros se dirigió a don Pedro, muy afectado tras su
muerte, y le pidió que redactara un epitafio para honrar su memoria. Del
corazón del comediógrafo surgieron estos versos:
"Fue tan grande su bondad,
Tal su generosidad
Y la virtud de los dos
Que están, con seguridad,
En el cielo, junto a Dios".
Corría mil novecientos veintitantos, y en aquella época, era preceptivo
que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían de
adornar los enterramientos. Así que don Pedro recibió una carta del
Obispado de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que
nadie, ni siquiera el propio Obispo de la diócesis o el Santo Padre,
incluso, podía afirmar de un modo tan categórico que unos fieles
hubieran ascendido al cielo sin más.
Don Pedro rehizo el verso y lo remitió a la Curia, del modo siguiente:
"Fueron muy juntos los dos,
El uno del otro en pos,
Donde va siempre el que muere,
Pero no están junto a Dios
Porque el Obispo no quiere".
Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo que cree
-con toda la razón del mundo- una burla y un choteo de Muñoz Seca le
exige una rectificación ya que no es el Obispo el que no quiere, pues ni
siquiera es voluntad de Dios, que no decide nuestro futuro sino que es
nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.
Así que don Pedro remata la faena, escribiendo un verso que jamás se
colocó en enterramiento alguno porque la Curia jamás le contestó:
"Vagando sus almas van,
Por el éter, débilmente,
Sin saber que es lo que harán,
Porque, desgraciadamente,
Ni Dios sabe dónde están".