Texto publicado por Rody Armando Mora

EL AMOR MÁS BELLO Y PURO

Juan nunca conoció a su madre. Por años dentro de él esa tristeza se había vuelto amarga, contaminando su interior y carcomiendo su alma.

Los años pasaron y nunca se casó. Dentro de él sabía que al casarse su esposa sería madre y por tanto haría sufrir a su hijo. ¡No lo iba a permitir!. Por eso desistió en formar pareja.

Ya maduro de edad la soledad le mordía su ser. Entonces se le vino una idea... ¡adoptaría un hijo!. El sería padre y madre, él nunca lo abandonaría, él sería mejor para su hijo que su madre.

Con ese pensamiento fue al sistema de adopción de su ciudad.

Fueron semanas de estudios de todo tipo para conocer la vida de Juan.

Todos los estudios fueron exitosos para él. Su situación económica era más que satisfactoria y no había mancha alguna en su historial laboral ni social.

Faltaba una prueba más.

El doctor a cargo de la prueba supo entonces de la amargura que Juan alimentaba desde dentro, se dio cuenta que tarde o temprano ese dolor le causaría más problemas y por lo tanto al niño que quería adoptar.

Habló con Juan.

Le dijo que todo iba muy bien, que ya casi era padre de un niño hermoso, pero antes de eso le pidió que lo acompañara a hacer una visita.

Lo citó en el cementerio.

Juan extrañado le preguntó el por qué de la cita en ese lugar. El doctor le convenció que era necesario para completar el último escalón de la adopción.

A Juan no le quedó más que aceptar.

Al día siguiente en punto de las 12 estaban ambos adentrándose en el campo santo.

El paso del doctor era firme y seguro, sabía a dónde ir. Detrás Juan le seguía con paso confuso y con la emoción aumentando.

De pronto el Doctor se detuvo en una lápida. Y le habló a Juan:

-”Me permití saber de ti y supe que no conociste a tu madre, que creciste en albergues hasta que tú mismo te abriste paso, así que te pido por favor leas el nombre que hay en esta lápida”

Las lágrimas de dolor, confusión y de asombro brotaban de Juan.

-”¿Acaso esta tumba es de aquella que fue mi madre?”-

-”Lee el nombre por favor en voz alta”- fue la respuesta del doctor.

Pasaron algunos minutos de discusión. Por fin Juan se agachó y leyó el nombre de la lápida. Evidentemente el nombre correspondía a una mujer que había fallecido hacía 10 años.

Juan se incorporó con un rictus de molestia evidente.

-”Espero esté satisfecho, porque nunca perdonaré a mi madre por haberme abandonado...”

La respuesta del doctor le dejó pasmado:

No es tu madre; es la mía... bueno, es la madre que yo adopté”

Juan quedó boquiabierto, su cara expresó confusión.

Prosiguió el doctor.

”Yo también fui abandonado por mi madre, nunca le conocí y como a ti, la pena y el dolor fueron mi alimento siempre; la rabia y la tristeza mis compañeros. Así pasaron años. Cuando entré a la universidad conocí a esta señora, ella tenía un comedor estudiantil y allí le traté. Siempre estaba de buen humor, pero dentro de sus ojos había una tristeza latente. Un día 10 de mayo, en el día de las madres, yo entré a la cocina y le pude ver llorando en silencio. Le pregunté el por qué y ella se desahogó. Ella había tenido 3 hijos, de los cuales con su trabajo les dio futuro y carrera. Los 3 eran profesionistas y exitosos, pero desde hacía algunos años no sabía de ellos, todos se habían mudado fuera de la ciudad y apenas podía saber de ellos por llamadas que ella misma les hacía, pero eran llamadas rápidas puesto que estaban siempre muy ocupados. En ese 10 de mayo eran las 9 de la noche y no había recibido noticias de nadie. Aún así se secó sus lágrimas diciendo que los entendía, que los amaba.

No sé por qué pero en ese momento algo en mí me movió a preguntarle si yo podía ser su hijo... Me miró sorprendida, le conté mi historia y me abrió sus brazos... los dos lloramos y nos aceptamos mutuamente. Nunca viví con ella, pero siempre estuve allí, reímos juntos, lloramos juntos, nos decíamos todo. Convivíamos con mucho amor. Ella estuvo en mi boda, conoció a mis hijos y ellos la conocieron como su abuela. Por 20 años nos compartimos mutuamente. Hace 10 años, curiosamente el 10 de mayo ella se fue. Me decía que yo le había dado mucha alegría esos últimos 20 años de su vida, pero ella salvó el resto de mi vida...

Un silencio cobijó esos momentos. Juan confuso y el doctor limpiando la lápida.

Al ponerse de pie le dijo:

”Sé cuánto quieres adoptar, pero creeme que no les convendría, tarde que temprano ese veneno matará lo mejor de ti y lo harás evidente con tu hijo. Mejor antes de un hijo adopta a una madre. No es necesario que vivan juntos, sólo dale comprensión, amense, rían, lloren, hablen... Ella fomentará en ti el amor de hijo, con ese amor de hijo podrás fomentar el amor de padre y sólo así podrás adoptar al niño que quieres. Si no tienes el amor de hijo ¿cómo esperas tener amor de padre?. Eso es lo que te pido, busca a alguna mujer que pueda ser tu madre y después regresa conmigo. El amor de madre te salvará de ti mismo; sólo entonces podrás criar a un hijo.”

El doctor dio media vuelta y se marchó. Juan quedó de pie mirando al piso, sumido en sus pensamientos...

Ahora tú que me lees te pregunto: ¿Qué fué lo que Juan hizo después?. Si fueras Juan, ¿qué hubieras hecho?. Si fueras una madre... ¿Aceptarías a Juan como hijo?

Se dice que el amor más puro es el amor de Dios y el que más se le parece es el amor de una madre, ¿o será al contrario?.

Enrique Salazar Andrade

mayo 12 del 2012

“Te advierto, quien quiera que fueses, ¡Oh! Tú que deseas sondear los confines de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa ¿cómo pretendes encontrar otras bondades? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros; conócete a ti mismo y conocerás el universo y sus encantos"

**Sólo el amor es real, todo lo demás es ilusión!

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