Texto publicado por Brenda Stéfani
Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 7 años.
Viaje a Nueva Alborada, Crónicas de una ecoaventura
Advertencia, esta crónica puede no tener detalles visuales precisos ya que la descripción se baxsa en las percepciones creadas por la imaginación.
La idea del viaje empezó el martes cuando fijamos que el 8 de diciembre nadie trabajaba por ser el día de la virgen pero todo quedó truncado por el mal tiempo, la lluvia y quizá por lo improvisado del plan pero cuando uno no quiere la cosa es cuando sale.
El sábado de noche mi hermana y un gran grupo de los estudiantes de ingeniería en informática se pusieron a planearlo todo, digamos que fui de colada, (aclárese el término como el de intrusa o ser que se escabulle clandestinamente en el lugar donde no lo han llamado) así que fijado el horario de salida a las 9 30 de la mañana con objeción mía, argumentando que ya era tarde para viajar, pusimos la alarma para levantarnos a las 7 30 y procurar prepararnos para la hora.
Ai los detalles, detalles, a las 7 me despierta el altoparlante de mi celular con el tono de llamada, adelantamos el horario de salida, va a ser a las 8 y media, levántense ya.
En fin que salimos a horario pero entre que esperábamos a los siguientes autos salimos casi a las 10 a Nueva alborada, yendo por ruta 6 pasando un poco más de Capitán Miranda para tomar un desvío hacia la derecha y llegar al pueblo.
Para mí era una mezcla intensa de emociones esa salida a ruta, jamás había viajado tan lejos con Adrian manejando, encima el auto prestado.
Adrenalina, nervios, ansiedad, alegría, emoción, expectativas y todo eso imagínenselo multiplicado por 100, es lo que se siente cuando vas a vivir un día fuera de serie.
Así que a las 10 y media más o menos llegamos a la panza del Indio dormido, describo por lo poco que puedo percibir de las cosas que se le llama Indio dormido al conjunto de 3 cerros (La cabeza, la panza y los pies) que están atravesados por una gruta que los conecta, hecho de piedras antiquísimas y lleno de vegetación.
Nosotros solo recorrimos la panza con guías que nos iban ayudando a cruzar por los distintos tramos del camino, teníamos que escalar por piedras húmedas y esquivar las ramas bajas y raíces del suelo que encontrábamos, agarrándonos a unas cuerdas liadas por árboles que mostraban cual sería el camino más seguro para subir.
Yo como siempre no puedo con mi genio y en un sitio que había para escalar casi en vertical, subí porque Adri con técnica y destreza había subido después de que varios chicos se habían sacado fotografías y demás, yo quería superarme, quería sentir que era igual a los demás, que nada me detenía y lo hice sin sentir miedo, sabiendo que podía resbalar y que por no entender la técnica que él me explicaba hacía las cosas más difíciles todavía, logré llegar hasta arriba y sacarme una foto a su lado y apenas pensé dos segundos en el miedito que me iba a dar bajar y ni si quiera entendí bien lo que él me explicaba pero como toda miss acelere me bajé igual, sin escuchar ni lo que me gritaban desde abajo y de espaldas como si fuera el hombre araña, me sentía segura de mí misma pero no de mis zapatos deportivos y cuando estaba casi cayendo en vertical, digamos que bajé parada en vez de ponerme algo horizontal como debería ser, y caminar como debería ser, lo hice mal pero igual llegué al suelo casi matando de miedo al que me mirara desde arriba.
Lo único que entendía era el grito de, no sueltes la cuerda! y él gritándome camina así, y así, y yo por lo visto si no me lo dibujan con chauchas y palitos como que no capto.
Llegué al suelo con ayuda de uno de los guías que atajaba mis pies y los aplausos de los 15 chicos que veían asustados.
Seguimos el camino y se ponía más complicado, había una escalerita hecha de troncos que nos servía para subir cierto trecho antes de entrar a la gruta.
Para ese momento sentí cierto agobio, los guías tomaron el lugar de Adri y me sostenían con demasiada atención para mi gusto pero entendí que fueran precavidos conmigo para que no me pasara nada que pudiera comprometerlos, ni tampoco querían que me lastimara.
entramos a una cueva hecha de piedras por unas escaleras de acceso y estuvimos unos minutos ahí mientras explicaban las posibles razones para crear el túnel y algunos mitos sobre el camino que recorrían los Indios y los Jesuitas.
Salimos de la gruta por una abertura muy estrecha de 45 centímetros de diámetro usando una postura y solo esa para no trabarnos como había ocurrido una vez.
al salir seguimos un corto camino hasta un mirador donde nos sacamos varias fotos con el río y el sol de mediodía dándonos una vista realmente soñada del imponente lugar.
Nuestro recorrido terminaba bajando sin mucho problema por otro lado del cerro volviendo a nuestro punto de inicio donde preparamos ya nuestro almuerzo.
Trajeron chorizos, pollo y panes para comer choripanes y algo de carne por si faltaba.
Los que se encargaron de la comida vinieron preparadísimos con todo, trayendo incluso más de lo necesario para todos, Adri cambió la música de los parlantes que habían ofrecido para nosotros en donde sonaban canciones de reggaeton bastante malas, por suerte eran parlantes bluetooth y él tenía mucha batería en su celular.
No sabía que a la tarde íbamos al museo del árbol y pensar que Adri quería volver para estudiar después de comer pero no resistió la oportunidad y seguimos los 3 autos hacia ese lugar.
Llegamos y el guía explicó el concepto del museo, contándonos el sentido de la mano de la naturaleza y porqué necesitamos darle una mano a los árboles para plantarlos y conservarlos mientras que ellos nos dan la mano para vivir, el aire.
Entramos a una sala con muestras de árboles un tronco atravesado por un hacha que simbolizaba esa época en la que los rollos de madera se transportaban por el río y se arrancaban a mano limpia con hachas o serruchos.
En un sitio del museo había un salón donde estaba el árbol de los deseos y me pareció algo de lo más conmovedor, había un bolígrafo y un papel para escribir tu deseo y colgarlo en el árbol. Yo quise hacerlo pero no recordaba como escribir y contra mi pronóstico, él tomó un papel,un boligrafo y en silencio escribió su deseo mientras yo me quedé con la intriga que sirvió para molestarlo durante todo el camino, y confieso que ese gesto me pareció muy noble y emocionante.
La verdad es que la idea de los deseos secretos es hermosa por ser un misterio y más atrapan te es la curiosidad de saber cual es el deseo pedido pero como todo deseo que se precie, no se cumple si lo decimos así que no me queda más que aguantar.
De lo que me pierdo por no recordar escribir, mi deseo se quedó conmigo.
Caminamos entre los distintos árboles con sus nombres mientras los guiás nos explicaban las dimensiones del lugar, los caminos para llegar a las atracciones de la reserva y nos contaban que todabía están en construcción de más atractivos para el museo.
La primera a la que llegamos se llamaba el columpio del fin del mundo, una hamaca colgada de unos árboles gigantescos que debajo tienen una plataforma para ayudarte a subir e impulsarte.
Se llama columpio del fin del mundo porque está suspendido sobre un precipicio de 100metros sobre el río Paraná, algo que daría vértigo y adrenalina a cualquiera y a pesar de ser barata la entrada, por taca que soy me lo perdí y esperé a la segunda atracción.
Todos los que subieron se sacaban fotos, filmaban videos y hablaban de que justo el artículo sobre ese lugar había salido en el diario y que técnicos de la SENATUR (Secretaría Nacional de
Turismo) vinieron a verificar que todo era seguro pero ni si quiera subiendo las paredes del Indio dormido sentí tanto miedo como cuando subimos las escaleras hechas de troncos sobre la costa del río para ir a la siguiente atracción del parque,
Las escaleras eran muy rústicas y tenían como barandilla de seguridad, unas ramas al costado que se movían, era muy escalofriante y sentir la mano de Adrian transpirando por tratar de subir lo más seguro posible conmigo y los nervios que le daba la idea de que me resbalara, me hacían sentir también lo que sentía él.
Atrás mío venía una chica diciendo lo que pensaba yo, que las escaleras daban miedo y que no parecían muy seguras.
Entonces llegamos a la siguiente atracción, la tirolesa más larga del país, con 160 metros de largo sobre una plataforma construida entre las ramas de un árbol majestuoso.
Tirarse al vacío, la velocidad, la idea que zumbaba en mi cabeza: -Yo también quiero pasarla bien.
Eramos muchos, los turnos eran largos porque se fijaban en todos los detalles de seguridad, ahí conocí a Elva, la encargada de cobrar las entradas, una chica del lugar que se recibió de psicóloga clínica en la UNI, la carrera que yo quiero estudiar!Le dije y mientras esperaba mi turno, le conté que tengo un programa de TV y que sería bueno promocionar el lugar.
Tenía una sobrina que preguntaba todo sobre mí y un perro grandote que se encariñó con Adri, no lo largaba más y nos entretuvo un rato hasta que lleguara nuestro turno.
Esperé un buen tiempo pero me hice de la caradura y antes de que suban los últimos subimos Adri y yo a la plataforma. Me tiré después de un compañero de nuestro grupo y los técnicos de seguridad fueron muy atentos conmigo, me explicaban como podían todo lo que tenía que saber, como eran los arneses, los cascos y mientras ya me los iban colocando fue cuando sentí esa sensación de ansiedad que te aprieta el pecho.
Adri me filmó mientras caía, fue una experiencia diferente, divertidísima y realmente completó mi viaje dejando otro anégdota más entre las locuras que ya cometí.
Abajo en la siguiente plataforma ya me esperaban los otros técnicos de la tirolesa que pensaban que me encontrarían muy afectada o que sería muy difícil bajarme pero se dieron cuenta de que soy todo terreno y cuando bajé me esperaba un compañero que me acompañó de nuevo hasta el otro lado donde ya estaban preparando a Ayi para lanzarse.
Fue tan emocionante, increíble, lo viviría de nuevo una y otra vez pero ya comenzaba a oscurecer y los árboles altos no permitirían ver más nada.
Después volvimos a encontrarnos todos en la salida del predio ya cansados, llenos de tierra y contentos, subimos a nuestros respectivos autos con la alegría de un buen viaje, de una aventura satisfactoriamente lograda y merecida deseando que se repita, que se repita, que se repita!
Lunes 12/11/2016
Brenda Stéfani
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