Texto publicado por starchild
(Minirelato propio) Salón de recreación.
Os dejo otra de mis pequeñas piecitas para ver si os gusta. En este relato, en el cual jugamos un poco más con la moralidad y la psicología humana, va una pequeña idea que se me presentó hace poco mientras soñaba. Ahí os dejo con el.
El salón de recreo.
Daniel despertó en aquel sofá y se reincorporó lentamente. Ya llegaba a sus oídos el jaleo de los otros muchachos y muchachas, todos de su edad, los cuales se encontraban haciendo diversas actividades. Algunos tirados en el suelo, otros en mesitas de cristal bastante bajas encajando entre sí piezas de corcho para formar puzzles, y otros pocos charlando de lo primero que se les ocurriría.
Se levantó y cruzó el salón precipitadamente hacia la parte trasera. Se encontraba ahora en un pequeño distribuidor, en el cual se podían observar tres puertas. La puerta de la derecha, daba a la zona de dormitorios, dulcemente aromatizada y con música suave y tintineante. Justo delante suya, enfrentada con la puerta que devolvía a la parte delantera del salón, había un lugar destinado para los baños; Y a la izquierda, zona la cual era de mayor interés actualmente para Daniel, se encontraban las cocinas.
Debido a que su estómago estaba rugiendo con fuerza, este se dirigió allí sin mediar ningún tipo de pensamiento que fuese el de comer. Al entrar, observó la sala completamente repleta de cacharros de comida y hoyas y sartenes en las cuales habría algún plato preparándose. Una señora regordeta con delantal se acercó al joven y le ofreció una empanadilla de carne, y este dando las gracias comenzó a devorarla sin ningún tipo de reparo. Cuando terminó, dio la media vuelta y regresó al salón, donde la escena no había cambiado mucho. Todos los jóvenes adultos seguían gritando, hablando, riendo y divirtiéndose. Seguía teniendo hambre, pero sabía que no recibiría más comida hasta más tarde. Además, estaba sucio y necesitaría darse una ducha. Pero todavía no, necesitaba hablar con alguien.
Se dirigió a una zona más apartada, donde se encontraba la gente más a fin a él, gente que no se dedicaba a jugar, gritar o pelearse en el suelo como el resto, gente que hablaba de otro tipo de cosas y se hacía más preguntas que cualquier otra persona que se encontrase en aquel salón de recreación. Gente que entendía otro tipo de juegos, más tranquilos y lógicos. Dio unas cuantas zancadas y se sentó en la mesa con ellos.
--Hola amiguitos.
--hola Daniel. ¿Qué tal el sueñecillo?
--no ha estado mal. ¿Vosotros?
--Aquí andamos echando una partidita de cartas. ¿Te apuntas?
--Si claro, así pasamos el tiempo.
Pasó gran parte del día charlando con los compañeros, jugando a las cartas y haciéndose preguntas que nadie respondería. ¿Por qué no podían salir fuera? ¿Qué había más allá del salón de recreación? O si realmente había algo más allá del salón de recreación.
--¿Algo tiene que haber no? –Dijo Daniel, curioso.- Cuando miras por la ventana sabes que el paisaje allí no se acaba. Aunque quien sabe, alomejor es algo infinito que sigues andando y andando y andando y nunca encuentras nada o encuentras un muro el cual no se puede pasar. Si los educadores dicen que no hay nada, no debe haber nada.
--Tienes razón, probablemente estemos diciendo tonterías sin sentido. Bueno, de todas formas míranos, somos personas que hacen cosas sin sentido. La gente está por ahí jugando, revolcándose, riendo. Nosotros no hacemos nada de eso. Hablamos, charlamos, nos reímos sí, pero tenemos una justificación de algo que nos hace gracia, si no no reiríamos sin sentido. Todo lo que hacemos está justificado. Y por cierto, 10 de picas gana a 5 de tréboles por ser un número más alto, descártate esa carta y la llevo a mi mazo. ¿Ves? Hasta este juego de cartas el cual a cualquier otra persona parece no ocasionarle nada de diversión ni sentido, a nosotros nos chifla, ¿Por qué? Porque hay una forma de distender la mente y mantener en funcionamiento la cabeza, pensando, creando con la mente. No se explicarlo de otra forma porque no conozco ninguna palabra que lo defina. Si os dais cuenta, ¿No se aproxima más nuestra forma de pensar a los educadores y cuidadores que al resto de personas que pueblan este salón de recreación? Somos diferentes a todo el mundo, porque más allá de este salón de recreación no ay nada. O por lo menos, eso nos hacen creer.
--Y otra cosa que me planteo. –Dijo Daniel.- ¿De donde venimos? No podemos salir de la nada. Eso no nos lo han explicado. Tanta materia humana no puede salir de la nada. Cada uno o dos meses nos informan que ha llegado un nuevo compañero, siempre que le preguntamos de donde viene, nos dice que no viene de ningún lado, que es de aquí. Pero eso no puede ser cierto. De algún sitio debe salir. Los educadores hay algunos más altos, más bajos, algunos más jóvenes y otros más mayores. Casi todos nosotros tenemos 20, 25, 18 años. Nunca fuera de esos márgenes. Pero antes de tener 18 años hemos tenido que tener 17 no? Por qué el 18 es el límite para nosotros y el 25, que pasa después de 25 años? Se de gente que se va de este salón cuando cumplen los 25 años, pero no se a donde van. A algún lado deben de ir, por eso debe existir otro lugar, chicos, debe existir otro lugar, a no ser que dejen de existir.
--¡No se puede dejar de existir! –Dijo otro compañero pelirrojo.
--Claro que se puede. –Dijo melisa.- Se debe poder de dejar de existir de la misma forma que se comienza a existir. Todo es reversible.
--¡No se puede! –Dijo el mismo chico alterado.- No se puede por la sencilla razón que uno siempre ha existido, uno nunca ha estado en la no existencia, no se puede crear nada de la no existencia.
--De la no existencia no, pero sí de otra existencia. Vamos, acéptalo Robert, lo único que te ocurre es que tienes miedo de dejar de existir y necesitas agarrarte a algo, pero todo el mundo puede dejar de existir.
--¡No! Me niego que mi vida sean tan solo 7 tristes años, ¡Sois unos mentirosos! ¡Mentirosos!
Dijo esto y temblando de pies a cabeza comenzó a golpear brutalmente la mesa hasta que la tumbó y todos tuvieron que levantarse. El mazo de cartas se desparramó por todo el suelo y empezaron a disiparse mientras aquel pelirrojo comenzaba a negar todo lo que decían.
--¡Las cosas son como son y punto chicos! ¡Nos han enseñado así y así seguirán! ¡Vosotros seguir pensando en cosas inútiles! ¡Yo tengo mi conciencia tranquila, ¿Os enteráis?!
El salón quedó en silencio y la mayoría de chicos comenzaron a ponerse nerviosos y algunos comenzaron a llorar y empezaron a dirigirse a la parte trasera del salón, hacia las habitaciones. Melisa miró a Daniel y le hizo una seña.
--Acompáñame. –Le dijo en un susurro misterioso.- Quiero que veas algo.
Daniel y melisa se dirigieron a la parte trasera del lugar, donde la gente empezaba a entrar en las habitaciones y los cuidadores aparecían para observar qué estaba sucediendo. En ese lapso de tiempo, Daniel y Melisa entraron en el cuarto de baño y esta cerró la puerta.
--Aquí no nos molestarán, ninguno se atreverá a venir al baño porque están limpios. Después del incidente, los cuidadores comprobarán que todo está bien, y los chicos querrán dormir, así de simple.
--Si, es justo lo que estaba pensando hacer yo después de ducharme. Eres buena adivinando.
--Observa a tu alrededor y tu también lo verás de la misma forma. Nosotros por ahora tenemos el tiempo necesario para enseñarte lo que te quiero enseñar. Hay algo más a parte de este salón de recreación ahí fuera. Verás. Observando a los cuidadores, sus turnos etc., he conseguido acceder a lo que hay más allá de las cocinas. ¿Nunca has visto que al final hay una puerta negra?
--Sí, pensé que no daba a ninguna parte.
--Es una puerta, tiene que dar a alguna parte obligatoriamente. Detrás de esa puerta hay un pasillo con varias salas, y una de ellas es una biblioteca donde hay mucha información.
--¿Qué es una biblioteca?
--Al parecer un sitio donde hay muchos libros, los libros son muchos papeles juntos con escritos, ¿Sabes leer no? Si, sabes leer. Con papel escrito con mucha información, de todo en general. Del mundo, de historias inventadas, en fin, información que aquí no nos dicen. Verás, cuando los cuidadores se van a dormir, cuando todo está en silencio, cuando fuera no hay luz y no se nos permite salir de la habitación, yo si he salido, he llegado a salir. Hace muchos años que ninguno de nosotros se escapa de las habitaciones así que como lo lógico es que nadie se escape, ya no hay vigilancia por la noche en los pasillos.
--¡Pero si ellos dicen que la hay!
--Lo que digan ellos no es lo que siempre es. Daniel, ellos mienten para mantenernos aquí. Voy a lo importante. ¿Sabes lo que es un experimento?
--Si, consiste en probar algo a ver si da resultados.
--Bien, pasemos a lo importante pues. Sígueme.
Melisa comenzó a correr fuera del baño hacia las cocinas y Daniel la siguió. Actualmente la habitación se encontraba vacía, y tras sortear algunas sillas y utensilios que se encontraban tirados en el suelo, melisa llegó a la puerta negra, la cual abrió. Daniel se quedó boquiabierto al descubrir que al otro lado había otro pasillo con numerosas puertas. Melisa lo recorrió hasta el fondo y abrió una pequeña puerta situada a la derecha y ambos entraron.
--¿Recuerdas esta habitación?
Daniel se quedó boquiabierto al observar el lugar. Una habitación con paredes blancas y con una luz rojiza en el techo, un cilindro metálico en el centro y nada más que destacar.
--Pensaba que esto lo había soñado. Es el primer sueño que recuerdo. Yo salía de ese cilindro y había una persona fuera esperándome, era uno de los educadores, le dije mi nombre y me dijo que me relajase y me durmiera, y después desperté en la habitación con todos los compañeros. Justo ese día me preguntaron de donde venía. Claro ahora entiendo cosas.
--De aquí venimos todos. De este cilindro metálico. Tu no lo soñaste, Daniel. Este cilindro nos crea y nos colocan luego en el salón para jugar con el resto de chicos. En la biblioteca no hay mucha información del objetivo del experimento. Si, nos están utilizando, nos están utilizando para no se que. Veamos, ¿Tu llevas 5 años aquí, verdad?
--Si, llevo 5 años.
--Con lo cual no sería lógico que tuvieses 23 años.
--No, era lo que estábamos diciendo.
--Porque realmente no tienes 23, tienes solamente 5 años, amigo.
--Pero no existe nadie con cinco años, eso son los cuentos que nos cuentan los cuidadores en los que los hombres salimos de la barriga de una mujer y vamos cumpliendo años conforme crecemos. Se llaman bebés, después niños, después adultos. Pero son cuentos.
--Cuentos basados en la vida real, fuera de este salón de recreación y de los chicos de aquí.
--¿Me hablas en serio?
--Muy en serio. Según la biblioteca y los libros que hay allí, este aparato es un combinador de ADN, este aparato combina todo lo necesario para crear a una persona ya adulta, con pensamientos y con diferentes grados de personalidad, pero normalmente los educadores nos enseñan a comportarnos como los niños de 7 u 8 años que salen en los cuentos. Porque a nuestra edad deberíamos estar haciendo cosas más interesantes, estudiar, trabajar, enamorarnos, tener hijos, miles de cosas que nos han intentado convencer que son fantasía y que no existen. Todo es mentira.
--¿Y como sabes que la biblioteca esa no miente?
--Porque está documentado como algo que existe. Pero en unos minutos te lo voy a demostrar. Esperemos. Según los archivos de creación, toca que venga un nuevo individuo al salón, se llamará William. Necesito que estés quieto y observes, porque tenemos que hacerlo muy rápido antes que los cuidadores nos atrapen.
--De acuerdo, esperaré.
Estuvieron cinco o diez minutos en silencio, hasta que por fin, el cilindro emitió una serie de pitidos y comenzó a vibrar por completo. Sonidos de turbinas y motores mezclados con diversos tejidos al ser transformados emergieron del interior, hasta que por fin, todo cesó. Una parte lateral se abrió, y Daniel reconoció el interior acolchado del compartimento. Un chico, completamente desnudo, salió de él, y los saludó.
--hola, me llamo William.
--Tranquilo. –Dijo Melisa.- Necesitas dormir porque estás muy cansado. Tienes que volver en breve con tus compañeros.
William, al reconocer que aquella habitación probablemente no fuese real y en su cabeza, fuese todo producto de un sueño, se durmió instantáneamente.
--La máquina nos crea con condición de cansancio para que nos sea fácil dormir en intervalos pequeños. Pero yo no puedo más, Daniel, voy a escapar y aventurarme a lo que pueda haber fuera. ¿Te vienes conmigo?
--Sí, además, ahora no debe haber nadie vigilando la entrada.
Excitados, volvieron a emprender el camino a través del pasillo, atravesando la cocina y llegando de nuevo al salón, en el cual se encontraban niños ahora tranquilizados. La puerta, como siempre, estaba abierta de par en par y ambos se dirigieron. Lamentablemente, los otros chicos, curiosos, los comenzaron a seguir y a salir con ellos.
--Mierda –Dijo melisa.- Bueno, así escapamos todos.
--Hey se están escapando –Dijo un hombre de pelo canoso el cual se encontraba en la pantalla del ordenador de la sala de control. Su transmisor habló con la voz de Carla, la jefa de zona.
--Conecta la lluvia antineuronal, de aquí no sale nadie.
Daniel y melisa estaban fuera, donde observaban una zona abierta con muchos árboles, como los que salían en los dibujos, pero de forma real. Había un sendero que podían seguir.
--Alomejor esto nos lleva al final, ¡Vamos! Que emoción Daniel, ¡Qué emoción!
Comenzaron a caminar y un suave chorro de agua, transformado en gotitas diminutas comenzó a mojarlos por completo.
--Mira carla, ¡Es lluvia! ¡la lluvia existe! ¡Nunca había sentido tanta felicidad!
Corrieron y corrieron a lo largo del sendero, hasta que visualizaron al final del todo una verja en la cual se estaban apilando varias personas.
--¿Descubrísteis un camino más corto? –Dijo carla mientras observaba horrorizada como uno a uno se iban desplomando al suelo.
--¿Por qué se duermen?
--¡No se duermen, ¡Han muerto! corramos a dentro, es lluvia antineuronal, chicos es lluvia antineuronal! –Melisa fue la siguiente en desplomarse al suelo.
--No, ¡Melisa!
Daniel comenzó a correr el camino de vuelta. Había leído sobre la lluvia antineuronal y en ocasiones, soñó con ella. Según los cuentos, es un tipo de lluvia que se utilizaba en la fantasía, en lo que llamaban guerras. Unos enormes aspersores situados a gran altura, hacían creer que era lluvia natural, aunque realmente se trataba de agua impregnada de nanorobots los cuales se alojaban en el cerebro, destruyendo todos los centros vitales y apagando la vida de la persona para siempre.
“Todavía no me ha afectado, pienso con claridad”. Dijo Daniel mientras muerto de miedo, llegaba a la puerta del salón. El chico entró y descubrió que dentro no llovía, y respiró con alivio. “Todavía no me ha afectado, pienso con claridad”.
Se sentó lentamente en uno de los sofás, ahora vacío. Acto seguido se dio cuenta que tenía que darse un buen baño, así que se dirigió a la zona de aseos, cruzando el pasillo.
“Pienso con claridad, no me ha afectado, no me ha afectado”.
Se desvistió y dejó la ropa sucia en un canasto cerca de la puerta y se dirigió a una de las múltiples duchas. Acto seguido abrió el grifo del agua caliente, esperó un poco y se sumergió dentro del propio chorro.
“No me ha afectado, no me ha afectado”. Fue el último pensamiento que tubo Daniel antes de caer desplomado al suelo y apagarse por completo su conciencia.