Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Pulgarcito.

Henry Fielding.
Pulgarcito.
Había una vez un pobre campesino que se sentaba al anochecer junto al hogar y lo encendía, y su esposa se sentaba e hilaba. Entonces dijo él:
-“¡Qué triste es que no tengamos niños! Con nosotros todo es tan calmo, y en otras casas hay bullicio y vida.”-
-“Cierto”- replicó la esposa suspirando, -“aún si tuviéramos solamente uno, y si fuera pequeñito, tan grande como un pulgar, yo estaría satisfecha, y lo amaríamos con todo nuestro corazón.”-
Y sucedió que la mujer quedó embarazada, y siete meses después dio a luz a un niño, que era perfecto en su forma, pero no más grande que un pulgar. Entonces ellos dijeron:
-“Es como deseamos que fuera, y será nuestro amado niño.”-
Y por motivo de su tamaño, lo llamaron Pulgarcito. Ellos le proveyeron de todo alimento, pero el niño no crecía de talla, si no que seguía del mismo tamaño, pero tenía unos ojitos vivaces, y pronto mostró ser una criatura hábil y entendida, y todo lo captaba perfectamente.
Un día el campesino se preparó para ir al bosque a cortar leña, cuando pensando en voz alta dijo:
-“¡Cómo desearía que hubiera alguien que pudiera llevarme la carreta!”-
-“Oh padre”- gritó Pulgarcito, -“enseguida yo te llevo la carreta, confía en eso, la tendrás en el bosque en el momento apropiado.”-
El hombre sonrió y dijo:
-“¿Cómo podría ser, tú tan pequeño manejando los caballos con las riendas?”-
-“Eso no es problema, padre, si mi madre les pone los arreos, yo me sentaré en la oreja del caballo y le iré diciendo qué rumbo tomar.”-
-“Bien”- dijo el hombre, -“por esta vez lo intentaremos”-
Cuando llegó el momento, la madre alistó la carreta con el caballo, y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo. Y entonces la criatura gritó:
-“¡Arre! ¡Arre!”-
Todo sucedió apropiadamente como si fuera manejada por el patrón, y la carreta iba por el camino correcto hacia el bosque. Y pasó que al doblar en una esquina, cuando el pequeño iba gritando -“¡Arre! ¡Arre!”- dos extraños hombres se acercaron.
-“¡Por Dios! dijo uno de ellos, -“¿Qué es esto? ¡Una carreta que va caminando, y se oye a un carretero arreando al caballo pero no se ve a nadie!”-
-“Algo no calza”- dijo el otro, -“sigamos a la carreta y veamos a donde para.”-
La carreta, sin embargo, se internó dentro del bosque, y llegó exactamente adonde la leña había sido cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:
-“Ves padre, aquí estoy con la carreta, bájame por favor.”-
El padre sostuvo al caballo con su mano izquierda, y con la derecha sacó a su pequeño hijo de la oreja. Pulgarcito se sentó graciosamente en una rama, pero cuando los dos hombres lo vieron, no supieron que decir por el asombro. Entonces uno de ellos se acercó al otro y le dijo:
-“Hark, ese pequeñín puede traernos una gran fortuna si lo exhibimos en una gran ciudad por dinero. Comprémoslo.”-
Ellos fueron donde el campesino y le dijeron:
-“Véndanos a ese hombrecito. Será bien tratado por nosotros.”-
-“No”- replicó el padre, -“él es la luz de mis ojos, y ni todo el oro del mundo podría comprármelo.”-
Pulgarcito, sin embargo, cuando oyó acerca del negocio, agarrándose de la tela del abrigo de su padre, subió hasta el hombro y le susurró en el oído:
-“Padre, déjame ir, y yo volveré pronto”-
Entonces el padre fue con él donde los dos hombres, y recibió un buen puñado de dinero.
-“¿Dónde te sentarás?”- preguntaron ellos.
-“Oh, simplemente ponme en el ala del sombrero, y desde allí yo podré ir hacia atrás o hacia adelante mirando el paisaje, y no me caeré.”-
Ellos lo hicieron tal como lo pidió. Y cuando Pulgarcito se despidió de su padre, ellos partieron con él. Caminaron hasta que oscureció, y entonces el pequeñín dijo:
-“Bájame por favor, necesito bajar.”-
El hombre se quitó el sombrero y puso al pequeño compañero en el suelo, a la orilla del camino, y él saltó y se arrastró entre la maleza, y repentinamente se deslizó en el hueco de una cueva de ratones que él había visto.
-“¡Buenas tardes, caballeros, pueden irse a casa sin mí!”- le gritó a los hombres, y se burló de ellos. Ellos corrieron hacia él y metieron varillas dentro de la cueva de los ratones, pero fue una labor perdida. Pulgarcito se metió más adentro aún, y cuando ya oscureció completamente, los hombres se vieron forzados a regresar a sus casas con su pesadumbre y con los bolsillos vacíos.
En cuanto Pulgarcito vió que ellos se fueron, salió del pasaje subterráneo.
-“Es tan peligroso caminar sobre el suelo en la oscuridad”- se dijo él, -“¡tan fácil que sería quebrarse un brazo o una pierna!”-
Afortunadamente tropezó contra una concha de caracol vacía.
-“¡Gracias a Dios!”- se dijo, -“Dentro de esto puedo pasar la noche sin peligro”- y se metió en ella.
Al poco rato, cuando ya estaba a punto de dormirse, oyó a dos hombres que pasaban por allí, y uno de ellos decía:
-“¿Cómo podríamos hacer para sacarle al rico pastor su oro y su plata?”-
-“Yo te puedo decir”- gritó pulgarcito, interrumpiéndolo.
-“¿Qué fue eso?”- dijo uno de los ladrones asustado, -“Escuché a alguien hablando.”-
Ellos se mantuvieron escuchando, y Pulgarcito dijo de nuevo:
-“Llévenme con ustedes, y les ayudaré.”-
-“¿Pero dónde estás?”- preguntaron.
-“Justo en el suelo, y observen de donde viene mi voz.”- contestó.
Por fin los ladrones lo encontraron y lo levantaron.
-“¿Tú, pequeño duende, cómo tú nos vas a ayudar?”- dijeron.
-“Tengo un modo.”- respondió él. -“Yo entraré a la habitación del pastor metiéndome entre las rejas, y les pasaré a ustedes lo que deseen tener.”
-“Entonces ven con nosotros”- dijeron, -“y veremos que puedes hacer”-
Cuando llegaron a la casa del pastor, Pulgarcito se arrastró a la habitación, e inmediatamente gritó lo más fuerte que pudo:
-“¿Quieren tener todo lo que hay aquí?”-
Los ladrones se alarmaron, y dijeron:
-“Pero habla bajito, no vayas a despertar a alguien.”-
Pulgarcito, sin embargo, actuó como si no hubiera entendido, y gritó de nuevo:
-“¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren ustedes todo lo que hay aquí?”-
La criada, que dormía en la habitación contigua, oyó aquello y se sentó en la cama, y siguió escuchando. Los ladrones sin embargo, con su temor se habían alejado un poco, pero al final tomaron coraje y pensaron:
-“Ese pequeño pícaro quiere burlarse de nosotros.”-
Ellos regresaron y le susurraron:
-“Ven, sé serio, y pásanos algo a nosotros.”-
Entonces Pulgarcito de nuevo gritó tan fuerte como pudo:
-“¡En verdad que les voy a dar todo, sólo extiendan las manos!”-
La criada, que estaba escuchando, oyó eso claramente, y saltó de la cama y fue a la puerta. Los ladrones volaron, corriendo como si los persiguiera el Cazador Salvaje, pero como la criada no podía ver nada, fue a encender una luz. Cuando volvió con la luz, Pulgarcito, sin que fuera percibido, se fue al granero, y la criada, después de examinar cada rincón y no encontrar nada, se acostó de nuevo en su cama, y pensó, que después de todo, sólo había estado soñando con los ojos y oídos abiertos.
Pulgarcito había escalado en el heno y encontró un lindo lugar donde dormir. Allí intentó descansar hasta el amanecer, y luego regresar a casa donde sus padres. Pero debía pasar por otras cosas.
¡De veras que hay mucha aflicción y miseria en este mundo! Cuando el sol salió, la criada se levantó de su cama para ir a alimentar las vacas. Su primera caminata fue dentro del pajar, donde ella tomó una paca de heno, y precisamente era en la que Pulgarcito dormía. Sin embargo, él estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta de nada, y no se despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca, que lo había tomado junto al bocado de heno.
-“¡Oh cielos!”- gritó el, -“¿Cómo sería que llegué hasta este molino?”-
Pero inmediatamente descubrió donde estaba. Entonces fue necesario tener mucho cuidado, no fuera a caer entre los dientes y ser descuartizado, pero inevitablemente fue forzado a resbalar dentro del estómago junto con el heno.
-“En esta habitación olvidaron las ventanas”- decía, -“y el sol no brilla, y ni siquiera hay una candela”-
El cuarto no le era nada placentero, y lo peor era que, más y más heno entraba por la puerta, y el espacio se reducía más y más. Entonces, confundido en su angustia, gritó tan fuerte como pudo:
-“¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!”-
La criada estaba en ese momento ordeñando la vaca, y cuando oyó que alguien hablaba, y no vió a nadie, y acató que era la misma voz que había escuchado en la noche, se aterrorizó tanto que saltó de su banquillo y desparramó la leche. Corrió ella donde su patrón, y dijo:
-“¡Por los cielos, pastor, la vaca está hablando!
-“¡Estás loca!”- respondió el pastor.
Pero decidió ir él personalmente a ver que era lo que pasaba allá. Y no terminaba de llegar cuando Pulgarcito gritó de nuevo:
-“¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!”-
Entonces el mismo pastor se alarmó, y pensó que un espíritu endemoniado se había apoderado de la vaca, y ordenó matarla. Y fue matada, pero el estómago, donde estaba Pulgarcito, fue tirado a la basura.
Pulgarcito tuvo gran dificultad en salir del paso, sin embargo tuvo éxito en hacerse de más espacio, pero justo cuando iba sacando la cabeza, una nueva dificultad se presentó. Un lobo hambriento corrió hacia allá, y se tragó el estómago de un sólo bocado. Pulgarcito no perdió el coraje.
-“Quizás”- pensó él, -“el lobo tendrá que oír lo que tengo que decirle.”-
Y lo llamó desde adentro de su estómago:
-“Querido lobo, yo sé de una magnífica fiesta para ti.”-
-“¿Y adonde es que va a tener lugar?”-
-“En una casa que te indicaré. Tienes que arrastrarte por el fregadero de la cocina, y encontrarás pasteles y tocino y salchichas, y muchas otras cosas que podrás comer a tu gusto”-, y le describió exactamente la casa de su padre.
Al lobo no hubo que repetirle eso dos veces, se estrujó lo más que pudo y entró a la casa por el vertedero, y comió hasta quedar contento de gordo. Cuando hubo terminado con todo, quiso salir de nuevo, pero había engordado tanto que no podía usar la misma vía por donde entró.
Pulgarcito sabía que eso iba a suceder, y ahora comenzó a hacer violentos ruidos en el cuerpo del lobo, y gritaba y gritaba tan fuerte como podía.
-“¡Haz silencio!”- Decía el lobo, -“¡vas a despertar a la gente!”-
-“¿Y qué?”- replicó el pequeñín, -“has comido hasta llenarte, y yo haré también mi fiesta”-
Y una vez más comenzó a gritar con furor. Por fin, su padre y madre fueron despertados por los ruidos, corrieron al cuarto y se asomaron por la ventanilla de la puerta. Cuando vieron que había un lobo adentro, se alejaron, y el esposo trajo su hacha, y la esposa la guadaña.
-“Ponte detrás”- dijo el hombre cuando entraron al cuarto. -“Cuando yo dé el primer golpe, si no queda muerto, córtalo y divídelo en piezas.”-
Entonces Pulgarcito que oyó las voces de su padre, gritó:
-“¡Querido padre, yo estoy aquí, dentro del cuerpo de lobo!”-
Y dijo el padre lleno de gozo:
-“¡Gracias a Dios que nuestro hijo nos ha encontrado de nuevo!”-
Y le pidió a la mujer dejar la guadaña, para que Pulgarcito no resultara herido. El hombre levantó su brazo, y dio tan certero golpe a la cabeza del lobo que éste cayó muerto. Entonces trajeron navajas y tijeras, cortaron su cuerpo y sacaron al pequeñín para afuera.
-“¡Ah!”- dijo el padre, -“que preocupación hemos tenido pensando en tu suerte.”-
-“Sí padre, anduve por el mundo en tantas situaciones. ¡Gracias al cielo, ya respiro aire fresco de nuevo!”-
-“¿Dónde estuviste, entonces?”-
-“Ay padre, estuve en una cueva de ratones, en el estómago de una vaca, y luego en el de un lobo. Ahora ya estaré con ustedes.”-
-“Ya no te volveremos a vender, ni por todas las riquezas del mundo”- dijeron sus padres.
Y abrazaron y besaron a su amado Pulgarcito. Le dieron de comer y beber, y lo vistieron con trajes nuevos que habían hecho para él, pues los que llevaba se estropearon en su viaje.
Pulgarcito.
Henry Fielding.