Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez
¡amor... te extraño!
No, no podía ser verdad, esos diarios tenían que estar equivocados con los nombres pero, ¿y las fotografías? Era ella… es que no puedo creerlo y mi cerebro se niega a aceptar tan cruel realidad, quizá no era bondadosa ni amable, aunque esas cualidades quedaban eclipsadas por su belleza física ¿podría haber sido eso su perdición?. No puedo evitar las lágrimas amargas que más que de mis ojos, brotan de lo más profundo de mi corazón.
En mi trabajo como chofer de un autobús todos los días encuentro diferente tipo de personas, unas amables, otras no tanto, a veces suben con sus caras alegres y es cuando mas me fijo en ellas pues la alegría es un imán para cualquiera y si se trata de alguna joven bella, con mayor razón. Una mañana lluviosa y fría se subió por primera vez en el autobús aquella morena de ojos verdes y cuerpo fenomenal, no, no fue eso lo que llamó mi atención en el primer instante, sino su risa de cascabel límpida y transparente que al resonar en mis oídos me pareció que era el canto de los ángeles, saludó con un ¡buenos días! Y yo, embobado, boquiabierto y con el corazón saliéndoseme del pecho apenas si pude murmurar un saludo inaudible, eso le provocó aún mas su risa yendo a sentarse al lado de su amiga. A partir de entonces subía todos los días laborables al autobús, en el mismo lugar y a la misma hora para descender de él cerca de la universidad, a pesar de que ya me había acostumbrado a su deslumbrante presencia y a su saludo habitual, no podía evitar que se me subieran los colores al rostro cada vez que la miraba, eso la divertía mucho y al bajar del autobús besaba su mano y lanzaba un beso simulado en el aire al espejo retrovisor, luego reía con una risa que resonaba en mis oídos durante todo el día.
Pedí a la empresa que me diera el día de descanso los sábados y aprovechaba para pasear por los lugares donde imaginaba que la encontraría hasta esa hermosa mañana llena de lluvia en que me tuve que refugiar en un café para evitar quedar empapado, escogí una mesa cerca de un ventanal para mirar la lluvia caer, ni siquiera me di cuenta cuando alguien mas se sentó en la mesa hasta que una risilla traviesa me hizo volver el rostro, ¡no lo podía creer! Allí frente a mi estaba ella con todo su esplendor de flor en primavera, tartamudee un hola ¿Cómo estás? La plática que sostuvimos después y lo que ella me contestó en aquel momento ya no puedo recordarlo, estaba tan confundido que pienso hice y dije mil barbaridades, lo que si recuerdo es que ella se reía de mi a cada instante, quizá por eso quiso ser mi amiga, era yo su payaso favorito.
Nos vimos con frecuencia en el mismo café, luego aceptó por fin salir conmigo a conocer la ciudad entera, Daraní era una estudiante mexicana y estaba aquí en España por un intercambio universitario y en unos meses mas regresaría a su país.
Una tarde en que ella llena de nostalgia me hablaba de su casa, su pueblo y su familia para consolarla la estreché fuerte contra mi cuerpo y no pudimos evitar aquel beso cálido, tierno y lleno de un amor correspondido, al separarnos ella reía y yo temblaba de emoción, desde entonces cada noche la visité en el departamento que compartía con otra chica. El amor era tan grande pero tan breve el tiempo… El calendario parecía adelgazar mas rápido de lo debido, hasta que llegó el día mas temido por mi, Daraní se marcharía esa noche, aunque no de mi vida, si de mi espacio y mi tiempo.
Ese atardecer fue el mas triste de mi vida y al desprenderse de mis brazos no pudimos evitar que las lágrimas brotaran como un torrente. Hicimos mil promesas de amor yo le juré que iría por ella hasta su tierra maya y que nunca volveríamos a separarnos. Entonces pedí en la empresa cubrir dos turnos en el autobús, así reuniría pronto el dinero que necesitaba y de paso olvidaba un poco mi dolor de no poder estrecharla entre mis brazos y decirle amor…¡Cuánto te extraño!
Ha pasado el tiempo pero no el amor, nuestros horarios no coinciden mucho, así que, aunque le envío correos casi a diario ella no los contesta y las llamadas por teléfono salen carísimas por lo que he optado solo en hacerlas el día de su cumpleaños.
Por fin, después de varias horas de vuelo estoy en tierra mexicana, me ha costado mucho trabajo el traslado de Quintana Roo hasta el pueblo natal de Daraní, luego de esta aventura logré dar con su casa solo para enterarme que ella se ha ido a vivir a la ciudad de México y no precisamente sola… me partió el corazón ¿y qué hago yo ahora con este amor que no la olvida? Con mis ilusiones rotas, mis sueños destrozados y mi vida sin aliciente, di marcha atrás para continuar mi vida en mi único fiel amigo, mi autobús.
No volví a saber nada de ella, aunque siempre la recuerdo, hasta el día de hoy escuchando las noticias internacionales y leyendo un diario en el que se muestran las fotografías y los nombres de las personas muertas en el atentado terrorista que hubo en el metro.
Esos malditos patanes no imaginan el dolor que causan en el alma de quienes hemos perdido a alguna persona amada en sus atentados y van dejando por ahí huérfanos, viudas, viudos y hasta ancianos llenos de soledad al perder a sus hijos ¿serán capaces esas ratas de tener un poco de conciencia para analizar lo que hacen?.
Mi princesa maya, no importa lo que me hiciste, escribí nuestra historia con sangre y llanto brotados del corazón porque quiero que sepas, que en la larga noche de mi vida nunca te olvidaré y aunque mil princesas se subieran a mi autobús yo solo podré decir “amor…te extraño”. Fin
marilupis