Texto publicado por JAIME MAURICIO GAITÁN GÓMEZ

EN COLOMBIA, NO ES VERDAD QUE LA GUERRA HAYA DURADO CINCUENTA AÑOS… Cientos de miles de colombianos han adquirido discapacidad por la eterna violencia criolla.

Desde que dio inicio el exitoso proceso de negociaciones con las FARC, se ha dicho con insistencia que la guerra colombiana, ha durado cinco décadas, lo que por supuesto, es una mirada muy sesgada de la realidad de nuestro país.

Haciendo un breve repaso de la historia de este terruño enclavado en la potencialmente próspera esquina del noroccidente suramericano, la violencia ha sido permanente protagonista de la misma desde que este territorio era habitado por aborígenes que lograron importantes avances culturales venidos a menos con la llegada de los conquistadores depredadores provenientes de Europa.

Los conquistadores procurando justificar sus aberrantes periplos, hicieron de la religión predominante en el viejo continente a través de la institucionalidad del papado, el motivo para llevar a cabo genocidios con los que reemplazaron la violencia que esos pueblos precolombinos, ya ejercían, muchas veces también a nombre de sus deidades o para tener acceso a territorios en los que pudieran cazar, cultivar o, simplemente, dominar.

El catolicismo daba los avales a quienes a nombre de él, ejercían el ”derecho” de ser los monarcas de los imperios colonialistas y por esa vía, los conquistadores fueron acabando con todas las manifestaciones culturales y sociales, incluso, matando a esos seres humanos que por no ser como ellos, se les consideraba como desprovistos de alma.

Todas esas terribles experiencias, dieron como consecuencia una discriminación abominable con la que se dio por sentado que existían diferentes clases sociales y que tan solo quienes gozaban del “privilegio” de ser blancos, podían acceder a la educación y a las oportunidades económicas del naciente país, lo que originó abismales distancias en cuanto a la calidad de vida de estos descendientes de los otrora conquistadores y quienes por pertenecer a los pueblos aborígenes prácticamente llevados al exterminio o quienes fueron traídos desde la ancestral África en calidad de esclavos o haber sido el producto de mestizajes, en la mayoría de los casos, producto de violaciones y que fueron considerados de “menor” clase social y por ende, condenados a la pobreza.

De hecho, esa discriminación, es por sí misma, un tipo de violencia que se ejerce sistemáticamente y de manera no perceptible que se convierte en caldo de cultivo para acciones, ellas sí, evidentemente violentas.

Nuestra historia puede seguir siendo contada con base a las guerras civiles como la que le dio paso a la “Patria Boba” entre centralistas y federalistas, siendo ésta la primera manifestación de lo que un siglo después, conociéramos como la Época de la Violencia entre conservadores y liberales, precedida por la Guerra de los Mil Días y del despojo del que fuéramos objeto por Los Estados Unidos del que fuera hasta los primeros años del siglo XX, el departamento de Panamá, istmo que se convirtió en objetivo estratégico para la seguridad nacional del país del Tío Sam que requería de un canal interoceánico para facilitar la movilización de su gran armada entre los principales puertos de esa nación, en cuya construcción, se “sacrificaron” cientos de miles de vidas de personas que fueron llevadas a Centroamérica como mano de obra no calificada desde otros países como China o del Caribe; no podemos dejar de mencionar otros hechos históricos que han sido recogidos en la literatura como la Vorágine, o, otros como la Guerra con el Perú y así, muchos hechos más de violencia.

Si todo esto no es suficiente para desvirtuar la afirmación que en Colombia, la guerra empezó hace cincuenta años, entonces no podremos superar las verdaderas fuentes de nuestro conflicto que por ser un factor de presencia permanente en nuestra historia y por eso mismo, ser una característica de nuestra sociedad, ha llevado a que Colombia tenga una prevalencia de más del doce por ciento, según la Organización Mundial de la Salud, de discapacidad en nuestra población, bien porque debido a la pobreza originada en la discriminación, o, como consecuencia de la violencia evidente materializada en el conflicto cuyos orígenes son ancestrales, tendremos que seguir viendo que la discapacidad, es “natural”, pero a pesar de ello, quienes vivimos esta condición, seguimos siendo marginalizados y vulnerables en virtud de la discriminación consciente o inconsciente de la que somos objeto.

Para terminar, no quisiera que lo que aquí estoy escribiendo, sea una invitación a permanecer en los odios que a manera de espiral interminable se ha arraigado en nuestro país… Por el contrario, es una invitación a identificar las verdaderas raíces del conflicto que parece, puede estar llegando a su final, pero que tiene que ser ratificado con un genuino compromiso para despojarnos de esas diferencias sociales a las que llegó nuestro país y entender que la diversidad, lejos de ser un motivo de conflicto, es una alternativa para construir una sociedad multicultural en la que la oportunidad de progresar, sea para todos y de todos.