Texto publicado por Rody Armando Mora
EL MOTORISTA Y EL BOTE DE VASELINA
Esto que va un hombre ha comprarse una moto. Llega al concesionario y dice:
Hombre: Buenas. Quiero una pedazo de moto que no veas. Eso si, no pienso gastarme mas de 1.000 Euros.
Vendedor: Pues eso es difícil. Pero creo que tengo algo que le gustará.
Y entonces el vendedor le enseña al hombre una moto que no veas tu. Con un motor de 2.000cc y unos cromados que te cagas. Y el hombre, todo perplejo
dice:
Hombre: Pero esto tiene que salir carísimo.
Que va. Solo 875 EUROS.
Hombre: Pero, ¿Como puede ser?
Mire. Es que esta moto es de importación. Viene del Sahara, y claro, como allí nunca llueve, pues si le cae una sola gota de agua, pues la moto se cae
a pedazos.
Hombre: Pero entonces no me interesa.
No, hombre no. Mire, si usted. ve que se va a poner a llover, pues le da una buena capa de vaselina, para aislarla de la humedad, y ya esta. Además, le
regalo con la moto un frasco de vaselina.
Hombre: Siendo así. Vale, me la llevo.
Y entonces el tío va to fardon por la carretera con su nueva moto, conduciendo a toda hostia, devorando kilómetros. Y claro, con tanto fardar, el tío va
y se traga un charco de aceite en plena curva y se mete un piñazo que no veas. A todo esto que un lugareño lo ve y se acerca a ayudarle:
Lugareño: Pero hombre, menuda hostia se ha dado. ¿Esta usted. bien?
Si, no me ha pasado nada, y la moto.... Joder, que suerte, la moto también esta bien.
Pero, ¿Seguro que usted. está bien? Mire que la hostia a sido de campeonato. Lo mejor que podemos hacer es que se venga conmigo a mi casa. Le invito a comer,
y si después de comer Usted. ve que se encuentra bien, pues nada, se va y todos tranquilos.
Entonces el lugareño y el hombre se van en la moto a casa del buenazo del lugareño.
Verá, en esta casa tenemos una costumbre, durante la comida no se habla, y si alguien habla, entonces es el que lava los platos.
El hombre piensa: "bueno, ya que este lugareño está siendo tan amable, yo, durante la comida, hago que se me escapa alguna palabra, y le lavo los platos."
Entonces se asoma a la cocina y ve que allí había más platos que en el restaurante de Arguiñano, y piensa: "JODER!!!!! Yo no digo ni mú".
Comienza la comida, a la mesa estaban el lugareño, su esposa, su hija y el hombre de la moto. Reinaba un silencio sepulcral, no se oía ni el ruido de una
mosca. El motero, que no tenia ninguna gana de lavar los millones de platos que habría en la cocina, empieza a meter mano a la hija del lugareño, para
ver si esta dice algo, y a si asegurarse de que el no lavaría. Pues la chica no decía nada, de nada, le miraba, suspiraba, se movía, pero no decía nada.
Entonces el tío, que de tanto soveteo se había puesto a 100 pues se levanta de la mesa y se tira a la hija, allí, delante de todos. Y la peña que no suelta
prenda, nadie dice nada, siguen comiendo tan tranquilos. El Hombre, que ve que se puede poner morado, mira a la mujer del lugareño, que era una cuarentona
de buen ver, y se la tira. Y nadie dice nada. Todos callados, comiendo, sin decir ni pío. Mientras todo esto sucedía, el cielo se fue poniendo cada vez
mas oscuro. El hombre, después de haberse tirado a la madre y a la hija, ve que va a llover y se levanta de la mesa, con el bote de vaselina en la mano,
y el lugareño dice:
¡Vale! Lavo los platos Yo.