Texto publicado por la licenciada San Miguel

Un peso pesado

¿Estás segura de que podrás? -Preguntaría alguien si me oyera decir: ¡Puf, ´cómo pesa esto!
Es increíble ver cómo iba cargada un 17 de septiembre de 2016 dispuesta para trasladarme a la villa de Alcoy. Era sábado por la mañana, mi padre no estaba porque no podía venir ese fin de semana y mi hermana y yo tuvimos que apechugar con todo el traslado. Llevábamos una maleta enorme, pero el asa que se usaba para tirar estaba atrancada, es decir, que se había quedado abajo y no subía. Al final tuvimos que comprar dos maletas más pequeñas y distribuirlo todo en ambas. Mi hermana se encargaba de hacerlo casi todo, y yo estaba nostálgica porque no sabía si podría ir a Valencia y volver a ver a mis amigos del coro. Pero a parte de las maletas y del estrés, llevaba un peso que solamente yo puedo percibir, junto al resto de personas que yo permita que lo vean. ¿Sabéis cuál es? Pues la respuesta es muy sencilla. Ese peso se llama baja autoestima, y si te dejas llevar por ella, se puede convertir en algo que abulta mucho. Ese peso antes abultaba más que yo, porque no me habían dado muchas oportunidades de ser autónoma y porque envidiaba a cualquier ciego que fuera más autónomo que yo. Mucha gente lo puede presenciar, en el Facebook sobre todo, bueno, en otras épocas. Mi hermana y yo íbamos con una maleta cada una. Yo la iba siguiendo con la maleta en una mano y el bastón en la otra. Parece mentira que algunos familiares de invidentes no tengan constancia de los problemas que un invidente se encuentra cada día en la calle. Ella me regañaba porque siempre suelo ir arrimada a los bancos del metro o a la pared, porque si hago lo contrario, cojo el alto riesgo de caerme a la vía, pero como hay gente sentada, yo no lo sé y les doy con el bastón. Esto lo presencia una persona de fuera y no me dice nada, pero ella se enfada mucho. A la una de la tarde ya estábamos en Turia cogiendo el autobús, dirección Alcoy. Yo iba escuchando música en el móvil, que parece que ese día ya me empezó a ir mal, pero prefiero pensar que era un aviso de un cambio de etapa en mi vida. Al llegar, caminamos un poco hasta donde estaba Eduardo, nuestro antiguo casero. Cuando nos vio, nos subió a su coche y también vino Paco, un amigo suyo carpintero. Al llegar a casa, estuvimos hablando, y disfrutando de una paella valenciana que Eduardo nos había preparado, junto con un aperitivo de olivas, atún y mejillones en escabeche, y melocotón en almíbar de postre. Después de comer, acomodamos nuestras cosas y pudimos estar tranquilas. Mis dos primeras semanas de vida en Alcoy fueron terribles, no salía de casa, engordé enseguida, y solamente pensaba en que llegara el lunes para hacer mi sesión vía skype del curso online que hacía con la ONCE sobre habilidades para la búsqueda de empleo. Otra cosa que me animaba eran las charlas con nuestros compañeros de piso de Alcoy, Joan y Miquel. Durante la semana estábamos todos a gusto y cenábamos en el salón, comentándonos las cosas que nos habían pasado durante el día. En el próximo artículo relataré un episodio muy bueno que me pasó y que me cambió mi vida.
Para concluir, quiero decir que como durante mi estancia en Alcoy he tenido oportunidades para cocinarme y hacer algunas cosas sola, el peso de mi baja autoestima ya ha bajado. Es como una maleta normal, que cuando vas aprendiendo a hacer cosas, es como si acomodaras su contenido. El protagonista del siguiente artículo fue el primero en ayudarme a descargar ese peso tan pesado, más pesado que uno mismo.