Texto publicado por starchild

(Relato propio) Pasiones ardientes, capítulo 0. La llegada.

Hola chicos. Vengo con otra pequeña saga de relatos que se está cociendo en mi inquieta y alocada mente. Decir de primera hora que el nombre del pueblo y los personajes son completamente ficticios, por si os da por buscar en google o algo. Bueno, os dejo esto a ver que os parece.

Pasiones ardientes.
Capítulo 0: La llegada.

En la parte sur de Zaragoza, se encontraba villazún, un pequeño pueblo de apenas 4000 habitantes dedicados plenamente a la ganadería y la agricultura. Era su sustento principal, y vivían en pleno amor a estos menesteres, completamente incomunicados del exterior, salvo por algunas personas que decidían marcharse.

Tal fue el caso de monse, quien por razones de negocio tubo que viajar a Alemania durante un año, ahora, ya todo arreglado y con varias empresas generando dinero, había decidido regresar al pueblo donde nació, para volver a encontrarse con sus habitantes. Monse era una persona de unos 50 años, soltera y sin hijos, ya que no tubo grandes oportunidades para conseguirlo, probablemente, por su carácter solitario y algo recalcitrado. Pero los dos últimos años que estuvo fuera le sirvieron para desconectar y ser un poco más consciente de su situación personal.

El deportivo rojo el cual conducía la mujer, frenó en seco al llegar al pequeño poblado mientras las ruedas rechinaban en la graba caliente. Abrió la puerta y se apeó del coche e inmediatamente una mujer algo más joven de pelo rubio y ojos marrones se acercó corriendo.
--¡Ay la madre! ¡Pero si es la monse!
--Jovencica como estás. –Dijo la mujer mientras la abrazaba.
--Uy, por aquí no a cambiado na de na. ¿Y tú? ¿Como te ha ido en las alemanias?
--Todo arreglado por suerte. Tengo dos empresas de textil funcionando y por ahora con el personal necesario para que pueda tomarme un respiro. Solo tendré que ir en caso de emergencia o algo por el estilo.
--Ay la monse que se nos va a hacer mas rica que el alcalde. ¿Te vienes aa la taberna? Ya verás cuando se enteren que has vuelto.

La gente charlaba animadamente y un camarero regordete andaba mesa por mesa colocando bebidas y algunos aperitivos para amenizar la tarde. Cuando la mujer pelirroja entró por la puerta, de repente todo el mundo enmudeció.
--Que ocurre. ¿Tan fea me he vuelto con la edad?
Inmediatamente todo el mundo rió a carcajadas y estallaron en aplausos. Un grupo de personas se acercaron hacia ella y trataron de llegar todos al mismo tiempo.
--Pero monse mujer –Dijo un anciano cerca de su posición.- Eso se avisa leñe.
--Pues como no os mande un lechuzo o algo por el estilo no se como os iba a avisar. Teniendo en cuenta que hay dos teléfonos, y seguro que los dos siguen averiados.
--Hija los sinvergüenzas del teléfono, que no se pasan por aquí. Claro, hay que llamarlos y si no tienes teléfono dime tu como leñes los llamas, nos ha jodío el carnero y sin calzones.
--Bueno, ¿hay alguna mesa libre donde pueda ponerme? De verdad que vengo acaloraíca.
Al cavo de un rato se encontraba sentada con dos ancianos más y un muchacho más joven.
--Un baso de agua con limón por favor. –Pidió ella.
--Mande y que no se ablande señorita.
Ella rió ante el cumplido y miró a los otros.
--Por aquí sigue todo bien. –Dijo el anciano de tez morena sentado a su izquierda.- Bueno, menos por el benito, el pobre cascó y se nos fue con el altísimo ya que su casa la semana pasá ardió a mitad de la noche. Claro, uno que ya está en el quinto sueño por lo menos, lo pilló con las sábanas a cuestas y ahí se quedó.
--¿Pero como pudo arder una casa así porque sí? –Dijo Monse intrigada.
--Estas cosas que pasan mujer. No sabemos quien ha podío ser porque claro, eso no va a echar a arder solo. Los soldaos dicen que están mirando a ver si encuentran al culpable, pero claro. Busca y arrebusca tú ahora. Además que a benito lo quería to el poblao. Incluso han traío al guapeao ese de la capital…
--El detective don Romero.
--Si ese mismo. Que haber que saca. Dije mira señor usted lo único que va a sacar de aquí son cenizas y polvo. Que lo que ha pasao, pasao está, y no hay mas que hacer.
--Bueno pero no desconfíe del señor Romero que seguro que algo encuentra, además, es un hombre muy inteligente.
--Si señora, mucho más que usted, y mire que usted es inteligente, que hasta las cabricas cuando usted no ha estao en este temporal le componían canciones.
--Venga no exagere –Dijo ella riendo.- Además quien va a echar de menos a una amargada como yo.
--Bueno amargá. Me parece que los alemanes esos atí te han echao algo más de azúcar en la sangre, si hasta te ha cambiao la cara mujer, que te lo digo yo que tengo ya 84 primaveras encima y la edad sabe mucho.
--Bueno venga, déjese de chorradas. Como está la Angelines.
--Pues fíjese que ha mejorao. Era solo un catarruco de nada. Y pensar que se nos marchaba ya arriba.
--que no hombre que ella es muy fuerte. ¿Y a los demás que os pasa?
--Na señora –Dijo el joven.- Escuchamos la charlita.
La tarde fue avanzando poco a poco en la cual más personas se unieron a la mesa hasta que todo el bar decidió por fin, juntar todas las mesas y hacer un gran corro. Entonces Monse fue la auténtica protagonista. Le preguntaron por Alemania y su trabajo y ya se arrancó.
--Bueno, yo y unos socios hemos montado dos empresas de textil, aprovechando la gran oportunidad de mercado que tenemos ahora por delante. Estamos estudiando sacar unos productos más resistentes pero que al mismo tiempo sean mucho más baratos que los actualmente comercializados, así nos aseguramos la competencia y ganamos gran parte del mercado.
--¿Da mucho dinero eso mujer? –Dijo la rubia.
--Imagínate. De donde crees que he sacado ese deportivo.
--Ya, tiene pinta de ser una máquina muy cara.
--Pues eso, está ya completamente pagado y ni mensualidades ni porra. Ahora ellos estarán allí trabajando y yo algunos días tendré que regresar a la ciudad ya que aquí no hay Internet. A través de Internet nos organizamos y gestionamos toda la comunicación de la empresa.
--Y tú aquí y ellos allí. ¿Y os podéis entender?
--Claro, no sabes como están avanzadas las nuevas tecnologías. Incluso puedo gestionar contratos y todo.
--Virgen de dios, mañana le damos a un botón y conseguimos lo que queremos.
--Bueno eso ya lo hay en cierta forma, se llaman máquinas expendedoras.
--¿Cómo la máquina de la coca-cola? –Dijo un anciano con la voz rasgada.
--Bueno sí, pero imagina que en vez de sacar coca-colas te saca croquetas.
--Yo como las croquetas de la loli, na de na. Ya me pueden poner interné, interní o interná.
--Bueno sí está clarísimo, no sabéis como echo de menos un cordero asao.
--¡No se hable más! –Dijo el camarero.- ¡Esta noche cordero asao pa celebrar el regreso de la monse!
--Y hablando de eso. –Dijo un chaval joven.- ¿Qué se come allí?
--¿Allí? Porquerías, mierdas y chuminás.
Todo el bar prorrumpió en carcajadas.
--Anda que no va a comer con ansia esta las terneritas guisás. –Dijo uno de los hombres apoyados en la barra.- Se va a tragar hasta los huesos.
--Por dios. –Dijo ella.
--Como que por dios. Oye que recataíta te nos has volvío ¿No? ¿Cómo era eso? ¡Fuera de mi casa leñe! ¡Que tengo que limpiá!
El bar volvió a reír y ella sonrió levemente.
--Bueno si quieres me traigo la escoba a ver si sigue picando como antes.
--No no, quita, quita. Que no duele ni na eso.
--Bueno gente, ahora si me retiro un poco, estoy muy a gusto aquí con vosotros pero imagino que tendré que desempaquetar y arreglar cosillas en la casa.
--Claro, ve con salud mujer. –Dijo el camarero.- Y ya sabes, esta noche, corderito rico rico para la empresaria.
--Muchas gracias diego, bueno gente, hasta otro ratito.

Monse se dirigió arrastrando su enorme maleta hacia la puerta de su retirada casa en una pequeña loma cerca del poblado. Tras descorrer el cerrojo entró en la misma y atravesó el pasillo que llevaba al salón. Soltó la maleta en una esquina, ya la desharía, ahora se entretendría en limpiar un poco el polvo de todos los lugares y volver a hacer esa casa habitable, para volver a poder aposentarse de nuevo en sus raíces las cuales abandonó poco tiempo atrás y a donde volvía a acudir ahora. La misma casa, la misma soledad, el mismo lugar, pero las intenciones eran claramente distintas. Volvería a mirar a la gente de otra manera, por lo menos de una manera menos repulsiva o rechazada. Tras haber terminado de quitar el polvo y barrer de forma superficial, se dejó caer en la cama y quedó profundamente dormida.