Texto publicado por Brenda Stéfani

abstracción

Me parece demasiado pronto para revelar lo que hay detrás del muro del silencio, pero no sé si tendrá sentido, si lo necesite o si solo sea yo quien piense que sea buena idea ponerle nombre a aquella figura que me atormenta por las noches.
Vuelan sobre mí los pájaros negros de los malos sueños y siento que mi corazón se acelera cuando recuerdo. Ráfagas de viento que se transforman en tormenta, tormenta que atormenta y suena tan obvio pero tan fuera de sí cuando la noche lo magnifica.
No puedo describirlo, me sudan las manos de solo pensarlo, si lo imagino me entra un impulso extraño, una cantidad de energía que no puedo liberar.
Entiendes lo que te digo?
Anoche soñé contigo, soñé que gritaba tu nombre, te necesitaba y gritaba tu nombre, en mi sueño te necesité porque tenía miedo y no estabas allí, no estabas allí para abrazarte.
Y entonces soñé que querían hacerte daño, que querían lastimarte, querían alejarte de mí y para ganar tiempo y lograrlo, me entretenían para actuar con libertad, como si dependiera todo de mí, como si yo tuviera la fuerza para detenerlos, como si tuviera la capacidad de frenar aquello y salvarnos, pero yo no podía hacer nada,, el tiempo pasaba y ya había un plan.
Luego sentí una rabia inusual, me sentí como nunca antes, mi cuerpo temblaba y mi voz era diferente, hablaba con mucha fuerza, gritaba para que lo supiera, para tratar de vengarme, para saber si podía quitarse la máscara y poder destruirlo de verdad, verlo tan pequeño e insignificante como era.
le mostré cuanto asco podían dar cada una de sus palabras, repitiéndolas de tal forma en que pudieran causar un efecto repulsivo en él, referirme a todo aquello que mínima mente pudiera valorar, si es que valoraba algo un monstruo de esa magnitud.
Quería ver a esa bestia humillada, abrir la herida para verla sangrar y tenía muchas ganas de seguir atacando, de seguir viendo como a cada paso que daba su cuerpo se desintegraba a la vez que intentaba mostrar sus garras y dientes para infundir miedo, su especialidad, pero a pesar de ver como se deshacía su piel viscosa, todavía eso lograba darle fuerza, se alimentaba de los sentimientos que le demostrabas, se alimentaba de tu terror, de tu rabia, de tu tristeza, de tu lamento, de tus ruegos y súplicas, pero el odio era su sangre.
Al darme la vuelta sentí escalofríos, porque estabas ahí y no podías verlo, lo veías como los demás, como una persona normal, como un ser humano y sin sospechar nada, me mirabas con ese gesto confuso de aquellos que no perciben el peligro en el que están por caer.
Te aparté y te dije que tengas cuidado, me tomaste de la mano y me preguntaste si yo estaba bien, porqué es que salgo corriendo cada vez que suena mi teléfono y aguanté decírtelo, nada, todavía no era el momento.
Al ver la bestia una escena como esa solo me insultaba y seguía gritando cosas horribles, pero intentaba esconder que toda la cortina de humo se desvanecía y al darse cuenta de que su propia existencia era miserable por no asumir que yo estaba fuera de su control, removía sus entrañas, su corazón se bebió a si mismo y me di cuenta de que mi esfuerzo estaba haciendo efecto al fin, porque siempre terminaba por ganarme, por quitarme siempre las cosas que yo amaba, por alejarme de lo que más quería, pero esta vez estaba cerca de ganar.
la rabia que sentía yo se transformó en calma y la bestia despotricaba con insultos cada vez más bajos y ofensivos, la última chance de los que no tienen argumento, iba consumiendo su propia amargura.
Me gritaba diciendo que todavía continúa el show, que lo iba a liquidar, que lo iba a hacer boleta, a mí, a él, a todos los que yo quería, uno a uno los iba a destruir, y de nuevo me desesperé, no los veía cerca mío y vi a dos personas, una rubia y un muchacho que escondidos tras un árbol estaban planeando como empezar a abrir fuego, los vi y no dudé, tenían armas y yo piedras nada más, solo piedras que segundos antes servirían para salvarme, para terminar con esta locura.
Pas! Una en la cabeza de la rubia, sin dar pausa otra cerca del joven, que pudo esquivarla.
Escuché al fin otras piedras que venían de diferentes direcciones, el muchacho cayó y me di cuenta de que alguien más sabía que también yo estaba en peligro.
La tormenta menos mal es pasajera, pero cuanto desastre puede causar,le dije mientras aturdido y frustrado, maldecía por fallar de nuevo.
No puedes tener el control de una persona, no puedes adueñarte de ella, no puedes manejarlas como si fueran una marioneta que se mueve con tus hilos ni formar telarañas para hacer tu voluntad.
Y la imagen se hacía indefinida, y las palabras viento, y la noche mañana cuando desperté.