Texto publicado por Ana Fernández

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 6 años. Antes se titulaba El mirasol (Las leyendas de Alcides).

El mirasol (Las leyendas de Alcides) de Gaspar L. Benavento

Una planta sin gracia, con las hojas ásperas, con un tallo algo débil que se eleva como buscando luz. Sigue al sol a través de su curso por el cielo. De noche se entristece con la sombre que se hace a su alrededor.
-¡Cielo, dale gracia! -ruegan el sauce, el pino y la calandria.
-¡Dale gracia! -repiten la paloma, la rosa y el rocío.
Y como nadie puede desoir la palabra de los buenos, el cielo se conduele de la planta.
Conversa con la luna, con el sol, con los luceros. Pide parecer a las nubes. Llama en su ayuda a la estrella del pastor. Interroga al viento.
-La forma de mi cuerpo...
-Mi color...
-Mis vértices...
Y una mañana, antes de la llegada del alba, la planta luce un disco redondo como la luna, con hojitas doradas como el sol, lleno de semillitas como puntas de estrellas. Y a la aurora gritan los picos de los benteveos:
-¡El cielo nos ha escuchado! ¡La planta que no tenía gracia ya la tiene!
-¡Y mira al sol! ¡Y mira al sol!
De allí su nombre. Y de aquí la alegría del prado verde que ahora, como el cielo, puede lucir un sol.