Texto publicado por TTS Fer
La música... No es una réplica a una suerte de poema ya publicado, es un artículo mío aunque sí podría ser un complemento
El 99,9% de la humanidad, incluyendo los seres humanos que yo no conozca, llevamos la música en nuestra alma, así digamos que no es lo nuestro, no la ejercemos ni ejercitamos. Es mentira. Es algo que creemos, porque sentimos que no es nuestro arte. Desde luego, no es necesario saber cantar bien ni tocar un instrumento, de la misma manera que no todos tienen un interés por el deporte, no todos saben cocinar ni quieren aprender, no a todos les gusta leer y escribir, no a todos les gusta mirar una película.
Toda persona habida por haber, así sea en un rincón muy oscuro de su mente y su alma, lleva la música aunque sea cantando mentalmente una pequeñez, escuchando algún género musical de su gusto. Ocurre que la música desde que existe, es decir, desde que existe en la prehistoria se ha vuelto algo esencial para la humanidad. Me atrevo a decir que hasta para el resto de animales, ya no digamos para las máquinas. Cuántas máquinas la han de ejercer, pero porque un ser humano (un grupo de personas) hizo el trabajo necesario.
En muchos escritos manifiesto lo importantes que son para mí ciertas cosas, o cómo me gustan o el placer que me dan. La música es una de ellas y casi lo más esencial de mí. De mí no, de muchísima gente. Muchísimos de nosotros después de nacer e ir estimulándonos poco a poco fuimos desarrollando, si no un oído musical, un gusto natural por la música. Habemos quienes desarrollaron después de nacer un oído musical, y hay quienes no. Pero quienes no lo desarrollaron, no es de sorprenderse, la disfrutan, la escuchan, alguna melodía resonará en su mente y seguramente la cantarán aunque sea en voz muy baja.
La música es un arte grandioso como lo es pintar, escribir, dibujar, cocinar, actuar. Es un arte único que en sus diferentes formas ha llegado a través de la gente y se instala en todas partes. Porque la música está presente incluso donde parece que no lo está.
Personalmente, no hay música que no me guste. Incluso lo que no me gusta me gusta igual. En un resumen menos extraño, lo que puedo decir que no me gusta, en realidad me es neutral, no me disgusta.
Yo era una cosita así de pequeñita, y lo que hacía era aprender naturalmente las notas musicales y así sacar las primeras canciones, estimulado sin duda por un piano de cola que tenía mi abuela materna por un lado, y por otro seguramente por los juguetes sonoros que tenía en ese entonces. Quien iba a decir, entonces, que siendo yo tan bebé, iba a ser capaz de sacar de oído lo primero que escuchara sonar. Si cantaban algo, me lo aprendía. Si de algún juguete escuchaba alguna melodía que no conocía, me la aprendía. Fue igual con el resto de música que iba conociendo, y sin duda lo que ayudó muchísimo es que mi mamá, mi papá, mi abuela materna, mucha gente me cantaba y me cantaba de todo cuando era bebé y un poco más grande incluso, y yo les pedía más, era algo que me daba mucho placer. Hasta que aprendí a cantar naturalmente.
Es sorprendente cómo puede crecer a veces uno. Muchísimos niños y adolescentes tendíamos (tienden) a cerrarse a una música determinada. Yo era igual, pero fui creciendo y ahora me gusta incluso lo que no me gusta, que en realidad será música que me gusta pero no me llama tanto la atención o no me interesa más que escucharla en el momento.
Yo nací con un oído muy agudo y afinado, lo que me permitió muchos méritos musicales prácticamente desde que empecé a tener memoria. Pero a los 12 años empecé a perder audición, lentamente, de ambos oídos. Pasé algunos años cantando muy poco, es decir, a voz muy baja o incluso con solo mover los labios, a boca cerrada, y sin tocar una nota en ningún instrumento. No podía, me costaba horrores cuando lo intentaba. Era una de las tantas personas que no ejercen ni ejercitan la música, que sienten que no tienen oído, que me dicen que la música no es lo suyo, lo que desde luego es verdad a medias. La música puede no ser el fuerte de mucha gente, pero siempre un ritmo o una melodía va a sonar en nosotros. Yo pude observar que si alguien no quiere aprender a cocinar, no aprende. No le interesa, sí come, aunque comiera poco, lo disfruta, pero si no le interesa aprender a cocinar no lo hace y a otra cosa mariposa. Si a alguien no le interesa escribir ni leer no lo hace. Se entretiene con cualquier otra cosa de las que le agradan, y solo escribe lo indispensable como una forma hoy en día muy necesaria de comunicación,
y lee lo que tenga que leer porque igual leer hoy día es indispensable, pero hasta ahí llega. Si alguien no quiere saber nada de pintar, dibujar, modelar, no lo hace, aunque reconozcamos que en este caso sus ojos se posan en alguna pintura, algún cuadro, alguna escultura, una decoración, lo que me hace llegar a la conclusión de que las artes visuales despiertan el mismo placer de forma pasiva que despierta la música a nuestros oídos. Pero decía, si no quiere ejercer ninguna arte visual simplemente no lo hace.
Bueno, con la música ocurre eso. Si alguien no quiere cantar, ni tocar, ni saber los nombres de las notas, no lo hace, aunque inevitablemente estará escuchando música, cantando como le salga y al menos en voz muy baja, golpeando rítmicamente algo, lo que entonces da a concluír que la música es, entonces, un arte en el que participan hasta los que no participan activamente.
A mis 21 años todo volvió a cambiar para bien. Recibí dos audífonos (uno en cada oreja) importados desde los EEUU, cbiertos por la obra social, ya que costaban 20 lucas cada uno. Quien diría las puertas que me reabrieron, porque si bien antes usaba audífonos muy básicos y aún tenía serias dificultades, estos eran (son) audífonos inteligentes, tridimensionales y automáticos, lo que me valió muchas ventajas al punto de que casi es como volver a oír con mi oído natural. Entre ellas, puedo volver a reconocer notas, acordes, melodías. Volver a cantar, escuchar en qué tono debería cantar o tocar, y por supuesto podría volver a tocar el piano (el teclado) con toda tranquilidad. Así fue que me dieron ganas de recuperar lo que tuve que dejar por años. Hacer clases de canto, ya que había sufrido cambios de voz y otras cosas que me impedían cantar con naturalidad, y volver a tocar el teclado como lo tocara en otra vida. AL mismo tiempo, dejé de cerrarme a ciertos géneros musicales modernos, repetitivos y baratos y abrirme a todo lo que fuera música, cambios que fueron realmente muy positivos.
Dedicate a la música. Intentalo. No te autoexijas. No digas que no tenés oído musical. Puede ser cierto, sí, y a menos que no te llamara la atención y no tuvieras las ganas o el tiempo o el interez, podrás hacer mucho más de lo que te imaginabas hasta entonces. No es necesario que te compliques la vida. No es necesario que te tengas que aprender conceptos y ejercicios locamente, a menos que así lo quieras, claro. Simplemente cantá, hacé ruido con algún instrumento. No importa lo que te digan los demás. Si tenés un piano, una guitarra, un instrumento de percusión, no lo dudes e intentá sacarle un sonido mínimo. No te bloquees, no sientas vergüenza, que se jodan los que te criticaran negativamente, y aprendé de quienes te critiquen constructivamente, no pienses que no te saldrá nada. Tal vez en un tiempo puedas crear algo muy grande. No tengas miedo a mancharte las manos. Nos manchamos las manos escribiendo, pintando, modelando, cocinando, nos encontramos dificultades en el camino, y desde luego, cantando y tocando. El arte para resultar bueno ha de trabajarse. Nada llega sin esfuerzo. Simplemente improvisá, no tengas miedo, ejercé la música por placer. Asociá cada cosa a algo que te guste, hay muchas alternativas. Cuando lo logres, te sentirás orgulloso de vos. El que se bloquea o el que fracasa es porque no puso todo su empeño o no buscó alternativas o no estaba en su total interés. Dejate llevar por la música, es una característica de todo bicho humano. Si más tarde sentís que te cansás, o no te gusta, será diferente, pero saldrás con la certeza de que hiciste un intento. Y claro, si sentís que no podés aprender nada, si las ganas o el tiempo no te dan para ejercitar, no importa. Simplemente cantá, silbá, poné una música que te guste, cantá, disfrutá, déjate llevar por el placer natural que ofrece la música y sé feliz a través de ella.