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Acá un regalito de cumple para una criatura muy especial, hecho con todo mi afecto: Para vos, Dekyo!

Ese martes a la mañana, se despertaron Javier, Milena y Daniel en la casa del primero. Eran tres grandes amigos que juntos se divertían de diferentes maneras, pero principalmente, y lo que más les unía, era su gusto por los juguetes musicales y de sonido, y ciertas características de los mismos o cosas que se podían hacerles como la flexión de circuitos. No eran niños, a excepción de Milena que ya rondaba y con ellos, estaba experimentando ciertos cambios, física y emocionalmente. Javier y Dani sí, ya rosaban la adultez. Pero no estaban en ese momento solos en la casa. Durmiendo aún, estaba también Dekyo.
Dekyo era un gran amigo al que conocieron hace casi dos años. Javier y Dani, primeramente, tuvieron el placer de conocerlo por Internet, cuando se hubieron calmado ciertos acontecimientos perturbadores en la ciudad. Pero muy pronto, no solo se conocieron en persona, sino que Dekyo había accedido, luego de contar con el apoyo y la expresa autorización de sus padres, ya que era menor de edad, a instalarse en Monstruocity.
Dekyo había nacido en Tokio hace exactamente 16 años atrás, de manera que hoy era su cumpleaños. Japonés, pero japonés como ninguno, había nacido allí porque en esos momentos sus padres se encontraban en dicha ciudad, y como suele ser natural, pronto hubo de radicarse en Chile. Pero Dekyo era japonés en serio, japonés de corazón. Orgullosamente japonés, llevaba a su país y su cultura en la sangre y en la piel. Era un japonés nato, que vivía en Chile porque ese era su destino, y porque sus ojos naturalmente no eran achinados ni él tuvo el coraje o las ganas o el valor de hacerse una cirugía para achinárselos.
En ese momento, él estaba durmiendo aún, con sus ojos no achinados y sin embargo japoneses que con un pequeño resto visual que poseía, se iluminaban cuando escuchaba música de su país, cuando descubría algún truco a algún instrumento musical electrónico o a un juguete, ya que era un excelente colega de Javier y Dani. Javier, que como de costumbre era la cocinera de la casa y por tanto la empleada doméstica, pero él se entregaba a los quehaceres domésticos encantado de la vida, y la pequeña Milena su ayudante ocasional, les preparaba el desayuno a todos. Dekyo estaba a poco de despertarse, seguramente. Además de café y chocolate, había dispuesto una variedad considerable de galletas y tostadas con mantequilla, dulces o mermeladas. En Monstruocity se desayunaba dulce, nada de huevos revueltos ni desayunos salados. Dekyo no tardó en despertarse. Ahí estaban nuestros amigos, quienes corrieron a felicitarlo por su cumpleaños entre abrazos y achuchones. Dekyo estaba prácticamente despierto y, con una gran sonrisa, les dio las gracias, para sentarse a desayunar.
-Tomá esto -le dijo de repente Javier, que había desaparecido por alguna parte y había regresado con una caja enorme en las manos, envuelta en grueso papel.
- ¿Qué será? -dijo el cumpleañero, a quien los ojos se le habían abierto de par en par.
-Abrilo. Te lo regalamos los tres.
Dicho y hecho. Milena y Dani, entre tanto, observaban expectantes. Dekyo había desenvuelto la caja, a la cuál no prestó atención, vaya a saberse si porque le costaba leer o no la quería ver hasta abrir el regalo. Finalmente abrió la caja, de la cual sacó, también envuelto en un estuche negro, un teclado bastante grande y pesado. Su corazón ya estaba latiendo a una gran velocidad cuando echó un vistazo a la marca y modelo. Se quiso morir. ¡Sus amigos le habían regalado un Casio CT-770! ¡Era el teclado que tanto deseaba!
-Ay… -alcanzó a murmurar, pues quedó paralizado, con la mirada vidriosa. No más que en sueños, se imaginó que finalmente lo iba a tener, y menos aún soñó que se lo regalarían sus grandes amigos. Pero allí estaba el teclado más deseado por nuestro amigo, en muy buen estado, con 61 teclas.
- ¡Muchísimas gracias! -alcanzó a decirles mirándolos alternativamente.
-No hay de qué, mano -replicó Dani, satisfecho.
- ¿Querés que lo probemos? -le propuso Javier. La cara de Dekyo era todo un poema.
Y así fue como antes de continuar desayunando, pues Dekyo estaba embrujado con el regalo, enchufaron el teclado en la cocina, que además había venido con algunos accesorios en la caja, lo prendieron, y ahí Dekyo hacía sonar el típico piano de la serie CT de Casio, con las teclas sensibles a la velocidad de pulsación y, como si de un reflejo se tratara, no tardó en localizar el botón Demo. Esa canción… Ese sonido… La cara de felicidad y satisfacción de sus amigos… Y Dekyo se movía feliz mientras sonaba aquella espectacular canción de Jazz Fusión que tanto le gustaba. Su cara, en esos momentos, era de una emoción que demostraba muy pocas veces en su vida. ¡Su sueño se había hecho realidad!
- ¡Qué bueno que suena, che! -dijo Javier, que estaba escuchando y mirando lo escrito en la consola del teclado, que por suerte estaba en inglés.
-Suena excelente -replicó Dani, y Dekyo subió levemente el volumen.
Javier le pidió que terminaran de desayunar y lo seguían mirando todo lo que quisiera, y Dekyo, de mala gana, pues estaba como un niño con juguete nuevo, accedió. Pero terminado el desayuno, Dekyo y Milena, sin más corrieron a la cocina a seguir inspeccionando aquel teclado japonés. Por su parte, Javier estaba duchándose y arreglándose, y Dani, aunque escuchaba desde el comedor y se maravillaba, esperaba a Javier mientras gestionaba algunos detalles para su empresa. Cuando terminó, se unió a nuestros niños a disfrutar del Casio CT-770. Estaban mirando los instrumentos, los efectos aplicables, y los ritmos con sus respectivos acompañamientos automáticos con sus respectivos controles musicales que eran como poco, impresionantes. Dekyo, sobre todo, estaba feliz de la vida. No se arrepentía para nada de haberlo pedido tanto. Por el contrario, no dejaba de probar y sorprenderse con lo bien que sonaba su nuevo teclado. Javier, que saliendo ya de ponerse guapo y tras avisarle a Milena para que pase a arreglarse, fue a ver el teclado. Quedó encantado. Reconoció que ciertamente era del estilo de un viejo teclado que tuvo, el Casio CT-670, aunque había instrumentos que sonaban diferentes, ritmos que variaban igualmente y hasta tenía más efectos de sonido. Eso le gustó.
El celular de Dekyo no paraba de vibrar y sonar. Le enviaban mensajes de felicitación de diferentes redes sociales, lo llamaban amigos y familiares de Chile y Japón. Dekyo, cuando se trataba de llamadas, con mucha paciencia las respondió y charló un rato con su familia y amigos. Todos lo extrañaban, se preocupaban por él, necesitaban estar seguros de que él estaba bien en aquella enigmática ciudad de Monstruocity. Así mismo, comenzaban a llegar al correo diversos paquetes que, nuestro amigo, y siempre con el rostro iluminado igual que Milena en esas ocasiones, los abría. Le habían traído ropa, un perfume, dos desodorantes masculinos diferentes, un controlador MIDI más grande que el que tenía entonces y un par de videojuegos para la PS 4, para jugar con Ariel, tal vez. Por cierto, el muchacho nunca lo llamó, ni le escribió, ni nada, de momento. ¿Estaría durmiendo aún?
También llegó una caja un tanto grande, de la que salió otro teclado, pero esta vez en miniatura, el Casio MA-150.
Javier y Milena, entre tanto, estaban preparando una torta de chocolate y Vainilla. Sobre el mediodía, alrededor de la una de la tarde, Javier llevó en su camioneta al resto de nuestros amigos a un restaurante japonés, donde trabajaba Ryusei Ashimoto, quien no conocía a Dekyo de antes, pero al conocerlo y saber que había nacido en Tokio no tardó en hacerse su amigo y cada día, le tenía preparada alguna comida de las que le gustaban. Esta vez no fue la excepción. Dekyo había comido como pocas veces en su vida, quería aprovechar. Por eso había comido Sushi junto a nuestros amigos, y después aprovechando que el día era propicio, se pusieron a probar otras comidas japonesas y orientales, mientras Ryusei, cada vez que podía, se sentaba con ellos a charlar. Javier, mientras tanto, fue notificado por los padres de Dekyo que aterrizarían en Monstruocity con su hijo mayor. Javier en seguida se lo comunicó a su amigo, quien asintió. Por supuesto, los padres y hermano de Dekyo ya sabían dónde ir.
Después de la gran comilona japonesa nuestros amigos fueron a una heladería cercana. Casi todos comieron helado, salvo Javier que también quería, pero intentó contenerse. Finalmente, no pudo más y se pidió.
De vuelta en casa, Dekyo, Milena y Dani quedaron con ambos teclados: Con el Casio CT-770 y el Casio MA-150, mientras Javier se había ido a acostar un ratito.
Permanecieron nuestros restantes amigos sin dejar de tocar, y ambos teclados sonaban. No molestaban a Javier para nada, pues tenía la puerta muy bien cerrada y su habitación estaba bastante lejos de la cocina. Hasta que casi a las 5 de la tarde se despertó, bajó a la cocina y allí el desmadre estaba servido. Saludó a nuestros amigos y se puso a preparar la merienda, el delicioso bizcochuelo que había preparado a la mañana, que no era la misma torta del cumpleaños por supuesto. También se hizo café, y chocolate para los chicos.
Dekyo dejó el Casio CT-700 un poco para sentarse a degustar la deliciosa torta, y justo cuando estaban terminando, llegó a la casa Jazmín. Jazmín era la chica de Javier. La chica, porque la relación que mantenían era demasiado extraña. Por supuesto, conocía a Dani, a Mile y a Dekyo, y así como llegó los saludó.
-Hola hermoso, ¡feliz cumple! -le dijo a Dekyo, abrazándole y dándole varios besos en la mejilla. Ella era así, demasiado cariñosa hasta con quienes no le correspondían igual.
- ¡Muchas gracias!
Dekyo había invitado a Arturo, otro gran amigo y colega de ellos, japonés de la cabeza a los pies, sin embargo, como él, originario de Perú y por tanto radicado allí, donde el cebiche y la papa a la Huancaína, no donde el Sushi, y que también era un maestro en teclados y sintetizadores. Pero, y menos mal que tuvo la delicadeza de avisar, se había pegado una gripe pero de las buenas y por tanto tuvo que permanecer en cama. Lógico, si allá en Monstruocity hacía un frío que pelaba. Dekyo, con mucha tristeza tal vez bien disimulada para todos pero no para Javier, le dijo que no había drama, le agradeció por avisar y le pidió que se recuperase pronto.
Javier le preguntó qué le parecía a Dekyo invitar a Jazmín, y a él naturalmente le dio igual, pues estaría jugando y tocando, mientras Jazmín estaría charlando o ayudando en la cocina. Ella saludó a Dani y a Mile, a quien literalmente se comió a besos pues era tal la ternura que le generaba.
Jazmín no era una friqui ni de los sintetizadores, ni teclados, ni chis de sonido, ni de circuitos integrados, ni nada de aquello. Si se la volvía loca con estos temas, lo que se le dijera le sería chino básico. Pero sí tenía un gusto natural por la música y además de cantar era una excelente pianista, así que cuando pasó por la cocina y miró el nuevo teclado dijo:
-Aaaaayy… ¡qué lindo! ¿Te lo regalaron para tu cumple, lindo? -le preguntó a Dekyo.
-Sí sí -le contestó.
-Sí, se lo regalamos -apostilló Javier.
- ¿Puedo tocar un poco?
Y en cuestión de segundos se oía en el típico sonido de los pianos de la serie CT de Casio, una interpretación muy suave por parte de la muchacha.
Pronto sonó el móvil de Javier. Era la familia de Dekyo que ya estaba en el Aeropuerto. Lo que hizo Javier, entonces, fue terminar de arreglarse a toda velocidad y tras avisarles a nuestros amigos, partió rumbo al Aeropuerto principal a buscar a los progenitores de Dekyo. Aunque iba rápido en su camioneta, avanzaba tranquilo, siempre respetando el límite de velocidad impuesto por la ley, sin intentar sobrepasar a los bárbaros. Dani, Milena y Jazmín se habían quedado en la casa con Dekyo.
Bajando en el aeropuerto, realmente atestado de gente, no tardó en divisarlos. A Emilio, el hermano de Dekyo, aún no lo había conocido, pero sí a sus padres, Viviana y Carlos. Lógicamente, el año pasado cuando Dekyo llegó a Monstruocity, fue necesario que sus padres conocieran a Javier. Amaban a su hijo y velaban siempre por su seguridad y bienestar, entonces tenían que ver y asegurarse de dónde estaba por meterse su hijo, no vayan a dejarlo ir con un don Nadie para no volver jamás.
Así pues, Javier se acercó rápidamente a saludarles.
- ¡Hola!
- ¡Hola, Javi! -dijo Viviana abrazándola. Ya le tenía confianza, además a diario se comunicaba con su hijo y podía vivir tranquila, sabiendo que Dekyo estaba bien.
- ¿Cómo anda, maestro? -saludó a Carlos.
-Hola, ¿tú eres Javier? -dijo Emilio.
-Sí, mucho gusto.
Tras saludarse, Javier abrió el maletero donde padres y hermano pusieron su equipaje. Entraba todo a la perfección y, entre charlas, las cuales giraban alrededor de Dekyo, subieron al vehículo.
-Oye, ¿por qué no vino Dekyo contigo? -preguntó Viviana.
-Porque quiso quedarse -replicó Javier.
- ¿No quería pasar a buscarnos contigo? -preguntó Carlos.
_No sé, igual le dije que se quedara en casa, mi novia y Dani lo están cuidando. No se preocupen.
Viviana y su marido asintieron, y Javier, una vez más a prudente velocidad, condujo hasta su casa. Cuando entraron, el ruido era una barbaridad. Era todo música, que provenía de diferentes instrumentos y juguetes. Dekyo al oír que la puerta se abría corrió al comedor. Dekyo tenía una costumbre natural de correr. Corría para acercarse a alguien, para ir al baño, para ir a hacer algo que le pidieran. Para todo corría. Vivía corriendo, y aquel día no fue la excepción. Corría para ir y venir de donde fuera, como si su vida tuviera los días contados, y corriendo fue a saludar a sus padres y a su hermano, quienes lo abrazaron y besaron, pues, naturalmente, éste ya no vivía con ellos y lo echaban de menos.
Llegó la noche. El frío era considerable, pero a nuestros amigos ¿qué más les daba?
Así pues, Javier salió al quincho a prender el fuego. Haría hamburguesas de carne y soja a la parrilla, ya que Jazmín era vegetariana y sándwiches de ternera. Había diferentes salsas para ponerles. Además, ya estaban en la cocina Jazmín y Viviana preparando una ensalada. Carlos estaba ayudando a poner la parrilla a Javier. El olor poco a poco se tornaba sugerente. Dani, Dekyo y su hermano estaban jugando como auténticos gamers dentro de la casa, y Milena iba de un lado al otro. En casa de Javier, por suerte, estaba lleno de juguetes, así que Milena no se aburría para nada. A veces ella o Dani salían al quincho a charlarles a Javier y a Carlos, a veces Jazmín o Viviana también salían por si necesitaban algo. Carlos y Javier charlaban de fútbol, de Dekyo, de cosas de hombres. Le contaba entonces él sobre la vida de su hijo en aquella misteriosa ciudad. Carlos le pedía y siempre en buenos términos que piense en su educación, y Javier desde luego estuvo de acuerdo. De vez en cuando Viviana se prendía a la charla y tuvo que reconocer que Javier, Dani y Milena eran unas grandes personas, la niña tan tierna que resultaba imposible separarse de ella.
El aroma de las hamburguesas era tan tentador que casi todos, salvo Jazmín, ya tenían hambre, y finalmente la comida estuvo lista. Jazmín y Viviana habían puesto la mesa, mientras Dani, Dekyo y Emilio continuaban jugando, indiferentes a todo. En la mesa estaban las salsas para los sándwiches de ternera, los condimentos, lechuga, tomate y huevo para las hamburguesas, y una deliciosa ensalada mixta preparada por las dulces manos de Jazmín.
Se sentaron todos a la mesa, que era enorme, allá en el quincho de la casa. En un enorme equipo de música sonaba el primer material discográfico de Airbag. Sin duda había demasiada hambre a pesar de lo que se comió hoy en el restaurante japonés, o la comida estaba demasiado rica, porque casi todos se servían y preparaban hamburguesas o sándwiches. Los ánimos iban en alta, la charla también.
Para casi una hora después, cuando los estómagos de nuestros amigos estaban a reventar, sucedió algo que estaba fuera de los planes de todos. Repentinamente un relámpago iluminó esa noche produciendo un estruendoso sonido, para quedar la casa y tal vez la ciudad en la más absoluta oscuridad. No había luz. No había de ninguna forma, incluso era peor que cuando se cortara la luz cotidianamente, y Dekyo, como quien no quiere la cosa, vio horrorizado a 4 figuras espectrales moverse por su lado.
- ¡Qué es eso! -gritó a media voz. Nadie vio nada. Era tal la oscuridad, que a penas se podían ver entre ellos. Viviana resueltamente se puso de pie y se encaminó a la cocina en busca de un par de velas.
-Javi, tienes velas, ¿no?
-Sí, pero pera, yo traigo.
Viviana negó rápidamente y fue hacia la cocina. No llegó muy lejos. Una gotera le dio en el rostro y le pareció ver una figura en su campo visual. No gritó, pero quedó paralizada. Carlos estaba por ir a ver qué sucedía, pero antes que pudiera siquiera calcular su próximo movimiento, escucharon todos perplejos una melodía procedente de alguna parte de la casa. Javier se dio cuenta que procedía desde la cocina, y Dekyo también, por supuesto la reconoció. Era, en apariencia, la melodía de demo del Casio CT-770. Pero sonaba diferente, más tenebrosa, más perturbadora. Se podía oír que además ahora sonaba una guitarra distorsionada de la manera más Heaby y al mismo tiempo un sonido cada vez más fuerte y estridente, por tanto, desarmónico, aturdía los oídos de nuestros amigos. Dekyo quedó aterrado, no solo por escuchar aquella transformación en esa canción que tanto le gustaba, sino porque aparte sintió que cuatro manos invisibles le habían sujetado fuertemente del cuello, haciéndolo toser y quedar sin aire. ¡Pobre Dekyo!
Viviana, Carlos, Javier, Emilio, Dani… todos fueron a ver asustados qué ocurría. No entendían nada, no eran capaz de ver las manos que sujetaban a nuestro pobre amigo, pero sí que su cuello goteaba sangre peligrosamente… ¡No podía ser! Viviana, como podría parecer naturalmente en una madre, ya se sentía mal, asustada. Eso no fue todo, ahora la canción continuaba sonando cada vez a mayor volumen y de Jazz Fusión había mutado a un furioso punk. Para sorpresa de todos, en especial de Dekyo que intentaba respirar con normalidad, ciertas partes de la melodía en lugar de ser instrumentales eran cantadas a gritos por una voz fantasmagórica, con una letra horrible, irreproducible. La oscuridad era cada vez más preocupante. Javier, ya acostumbrado a estas cosas, pues Monstruocity era un hervidero de horror, juntó todo su coraje, cruzó los dedos y murmuró unas palabras en latín. Fue a la cocina, trajo dos velas enormes, siempre corriendo como Dekyo, y cuando estaba regresando cayó de bruces al suelo con las velas en la mano. Se levantó rápidamente, no vio nada a su alrededor. Llegó al quincho jadeando. Prendió las velas, y al mismo tiempo que reprimió un grito pues se había quemado un dedo, una fuerte explosión sacudió la ciudad. El silencio fue absoluto. Ni siquiera aquella versión terrorífica de la demo del teclado seguía oyéndose, pero en su lugar, y no sin antes ganarse casi todos una descarga eléctrica que les hizo chillar de dolor, volvió la luz. No solo se volvieron a encender los aparatos que estaban enchufados, sino que todo se calmó. No volvió a suceder nada perturbador. Eso sí, Dekyo antes que todo se calmara tuvo que percibir en el poco resto visual que tenía un símbolo rojo que no supo que quería decir, moviéndose en círculos a su alrededor.
La fiesta poco a poco fue reanudándose. De a poco, porque sobre todo Viviana, Jazmín y el propio Dekyo estaban aún asustados, aturdidos y confundidos. Ahora que todo volvió a la normalidad, Javier y Carlos fueron a limpiar un poco a la parrilla, mientras Jazmín, Viviana y Milena a pedido de Javier fueron a lavar los trastos a la cocina. Por mientras tanto, en la casa sonaba música de Casiopea, una banda japonesa de Jazz Fusion que a Dekyo le encantaba.
Un rato después Viviana, Carlos y Javier llamaron a Dekyo, su hermano y a Dani que estaban en la PS 4. Le estaban por cantar el cumpleaños feliz a Dekyo. Sobre la mesa había una enorme torta con forma de sintetizador. La superficie, de chocolate, estaba hecha a la perfección. Podían apreciarse las teclas blancas y negras, diferentes interruptores, botones y deslizadores que, por supuesto no podían moverse, todo decorado con chocolate blanco y negro. La base también estaba muy bien trabajada. La torta era de chocolate, Había otra torta más, con una forma muy bien trabajada de una consola NES. Esta era de fresas con crema. Así, fotos van, fotos vienen, entre besos y abrazos para el homenajeado, le cantaron el cumpleaños feliz. Primero en español, luego en inglés, y por último en japonés. Los aplausos… Las fotos… Y Dekyo, con el rostro iluminado, soplaba las velitas. Viviana cortó la torta. ¡Sí, aquel sintetizador comestible y dulce fue despedazado! ¡Y qué delicioso estaba! La otra torta, demasiado dulce y cremosa, también invitaba a chuparse los dedos.
Durante y después de comer la torta, la gente seguía charlando o jugando, y era de destacar la cara de felicidad de Dekyo, a quien Javier todo el día se había encargado de hacer sentir el príncipe que en verdad era. Y sobre las 12 de la noche, cuando ya empezaban a caer algunas caras de sueño, antes de que la gente se fuese retirando (los padres y hermanos de Dekyo se hospedarían toda la semana en u hotel 5 estrellas pagado por Javier) Dekyo llamó a todos a la cocina. Cuando ya estaban alrededor de él y su teclado, él lo entendió y de inmediato, subiéndole el volumen, apretó el botón demo. Toda la gente bailó aquella espectacular canción de Jazz Fusión, feliz de la vida.