Texto publicado por Irene Azuaje
Cuando encapsulamos las emociones.
Por Bernardo Stamateas . Para LA NACION.
Tal vez, familiares, amigos, y aun extraños nos han aconsejado no dejarnos guiar por lo que sentimos. La consigna era pensar, razonar, planificar, sumar, medir… pero evitar sentir a toda costa. Incluso en la actualidad hay gente que es incapaz de reconocer que no sabe manejar sus emociones, como si fuera un área peligrosa que es mejor ocultar. Por eso, muchos creen que tienen depresión, cuando solo se sienten tristes; o que experimentan alguna manía, cuando en realidad se trata de una alegría desbordante.
La tristeza es un sentimiento perfectamente normal, mientras que la depresión no lo es. Esta última es el descenso del sistema afectivo y se la considera una enfermedad. La manía, en cambio, es la excitación psicomotriz sin límites, descontrolada. También es una enfermedad; mientras que la alegría es un sentimiento normal que todos los humanos compartimos.
Cada persona posee una normalidad con respecto a sus emociones, según las experiencias que ha tenido. Es así como, si alguien no ha reído demasiado en la vida, cuando observe a otro reír a carcajadas creerá que esa persona no es normal. O si alguien no puede llorar, cuando esté en presencia de quien llore con facilidad sentirá que esa persona está desbordada. Esta es la razón por la que la manera en que sentimos y damos expresión a ello no debería tomarse como un parámetro para juzgar los sentimientos ajenos.
Existen diferentes tipos de sentimientos:
-Miedo
-Ira
-Amor
-Angustia
-Pena
-Ansiedad
-Disgusto
Y, como expreso en mi nuevo libro Soluciones Prácticas, podemos pensar en la paleta de un pintor. Las emociones serían los colores o la poesía que hacen que nuestra vida sea especial. Si no existiesen emociones, ¿cómo transcurriría nuestra vida? ¿Cómo alguien expresaría un "te amo", un "te necesito", un "me siento mal"? Los sentimientos son emergentes. Uno puede encontrarse bien en algún ámbito pero, si algo sucede, de repente explota emocionalmente. Uno puede reprimir, a nivel verbal, lo que siente pero nuestro cuerpo hallará la manera de expresar eso por medio de dolores, erupciones cutáneas y otras dolencias.
Todos nuestros sentimientos necesitan ser expresados. Sin embargo, muchas veces los anulamos con reacciones o actitudes que manifestamos . ¿Cómo?
a. Reprimiendo. Acudiendo a este mecanismo, muchas personas, por lo general las más racionales, anulan sus emociones y no se permiten expresarlas. Cuentan lo sucedido como si los hechos le hubieran ocurrido a otra persona, sin sentir nada. Esconden en lo más profundo sus sentimientos y no se permiten volver a experimentarlos.
b. Agrediendo: Las personas hirientes dicen lo que piensan sin ningún problema, "sacan el puñal" en cualquier momento. El agresivo puede tener también un temperamento volcánico: se descarga y rompe cosas, o da portazos, o insulta, o grita (o todo esto junto), sin freno alguno.
c. Negando: Para la persona negadora, siempre todo está bien y su lema es: "Acá no ha pasado nada".
d. Expresando su negatividad: Este estilo de personas expresará su negatividad en el rostro, en su actitud corporal, en sus palabras, en su pesimismo. Todo es evaluado desde el aspecto más nocivo y el caos. Piensan que, si manifiestan sus emociones libremente, perderán el control de ellas y asocian la efusión emocional con las enfermedades.
¿Cómo ser libres de las emociones que hemos guardado y se han encapsulado?
Frente a una experiencia emocional muy fuerte, como una violación, una muerte, un secuestro o un robo violento, en ocasiones lo que sentimos permanece guardado porque no podemos expresarlo en el momento en que el hecho tiene lugar. Se produce un bloqueo pero es cuando más necesidad tenemos de expresar nuestros sentimientos. No obstante, no siempre resulta sencillo ponerlo en palabras. En estos casos, podemos recurrir a un ejercicio que consiste en escribir aquello que está encapsulado. Como la mano va más despacio que la mente, eso nos brinda la posibilidad de ordenar nuestras emociones mientras escribimos.
Escribir, leer lo que hemos escrito y romperlo es una actividad que nos permite descargar completamente tanto sentimientos como ideas. Resulta útil en los casos en los que uno alberga un dolor o un resentimiento desde hace mucho tiempo y jamás pudo expresarlo por diversos motivos.
Lo que la boca no dice, el cuerpo lo expresa. El cuerpo expresa eso que la boca calla. Por eso, es tan importante la expresión de lo que sentimos. Proponemos realizar el siguiente ejercicio: Durante diez minutos todos los días, escribir en un cuaderno aquellas cosas que están guardadas en nuestro interior y que no se las hemos contado a nadie. Hacerlo durante el transcurso de una semana; luego leer y romper lo escrito como un ritual para poder expresarlo simbólicamente y verbalizarlo para transformarlo hacia afuera en crecimiento.
Es importante identificar la emoción que sentimos y ser capaces de nombrarla.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde [arroba] gmail [dot] com