Texto publicado por Melany Gachicha Gómez

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 5 años. Antes se titulaba Mi último día de clases, y mi última publicación en Blindworlds .

Mi último día de clases: El fin del tan amado secundario

Aclaración: Este relato está basado en hechos reales de mi último día de escuela, con la diferencia de que se le cambió los nombres a los personajes que aparecen:

Viernes, 30 de noviembre de 2018:
A partir de las 7:30, los alumnos comienzan a ingresar a este establecimiento educativo: La escuela 30 Anexo. Todos están contentos, pues es el último día de clases para aquellos que aprobaron exitosamente todas las materias.
Es un día normal para cualquier grupo estudiantil de este lugar, pero no para todos, porque hay uno en particular que se destaca: El grupo de sexto año, primera división, en el cual, yo me encuentro. Es un día extraño para mí y para mi curso, pues, somos los mayores de la escuela, los primeros egresados que habrán allí, ya que gracias a nuestra lucha incansable, esta escuela tiene hoy, cuarto, quinto y sexto año, lo que equivale en otros países a los años de la preparatoria o Bachillerato.
En lo personal, un día muy extraño, con sensaciones muy extrañas. Por un lado, la alegría de terminar la escuela, de no hacer más trabajos prácticos o pasar por evaluaciones, terminar al fin con las matemáticas, una materia que en más de una ocasión me hizo llorar del estrés y que ya no tendría que lidiar con esas aburridísimas ecuaciones donde te rompes el cerebro para encontrar un resultado como: X igual a 2, en una maldita cuenta que ocupa como 10 renglones en Braille. Pero por otro lado, era, literalmente, nuestro último día de clases en la tan amada y odiada escuela. Un día donde el blanco y el negro se reúnen para confundir el color y la tonalidad del paisaje. Un día donde un momento podías estar riendo con tus compañeros, y al minuto siguiente podías estar llorando al pensar que ya no volverías jamás a esa, tu querida escuela, al menos, no volverías en papel de estudiante, sino que como un visitante más, o a futuro, como un profesional para trabajar allí.
Sin dudas, un día extraño para mí. El pensar que ya no volvería a ver al grupo el año próximo, estudiando allí; que ya no volveríamos a ver a Mariana, nuestra tan amada preceptora con la cual mis compañeros tenían un lazo; que ya no iba a tomar mi café por las mañanas al estudiar, café que me preparaban Reinaldo o Marta, nuestros tan amados auxiliares de la institución, a los cuales, el curso y yo también les habíamos tomado mucho cariño. Ese 30 de noviembre, fue un día... la verdad, difícil de explicar. Quienes habrán pasado por esto me entenderán mejor, porque me cuesta explicarlo con palabras. Aliviada por terminar con estos 6 años de la secundaria, pero en el fondo, triste por terminar con esta maravillosa etapa.
Y si ya habían cerrado todas las materias, ¿Qué hacíamos ese día si prácticamente no haríamos nada? Bueno, en realidad, sí. No estudiamos porque no tuvimos profesores, pero en sí hicimos otras cosas. Era el acto de fin de año y mis compañeros, con la materia de Danza, tenían que bailar un Tango en el cual no participé porque me resultó difícil y además no me gusta. Sólo participé cuando bailaron Cuarteto, un ritmo que es mucho más sencillo para mí y que no tenía problema en bailar.
Ese día, preparamos todo. Mi curso estaba ocupado con el tema de unas camicetas blancas que habían comprado para esa ocasión, camicetas autografiadas por los mismos compañeros. Puede que yo no pudiera escribir frases en tinta, pero me consoló saber que podía al menos, dejar mi firma a quien la quisiera: Mis iniciales: "MSG". Y las firmé en un par de camicetas, las de dos compañeras. La S no me salió muy bien por falta de práctica, pero al menos, di lo mejor de mí en la escritura. Y al menos, esas chicas se llevarán un bonito recuerdo de mí, no sólo en esas prendas.
Ese 30 de noviembre, tomé mi último café en esa escuela, mi último desayuno como estudiante de la secundaria. Cuando llamé a Carina, una compañera mía para que le diera a la auxiliar la taza y el sobre de café, le dije:
--Diles a quien sea que preparen ese café, que lo hagan lo más rico posible, porque es mi último día y mi último café. -Ella sonrió y me dijo Okey, y seguramente dio mi mensaje, porque el café estaba genial, ideal para recordar ese día con cariño en un futuro.
Bernardo, uno de los profesores de música de esa escuela que habíamos tenido en quinto, un gran profe la verdad, me dijo más o menos estas palabras cuando iba a tomar mi café:
--Bueno, ahora siéntese y relájese, y póngase a recordar todos los café que se tomó. -Yo sonreí y dije que lo haría, y mientras absorvía cada gota de aquel dulce café, no podía evitar pensar.
Mientras organizaban todo, yo fui a un salón donde se encontraban los profesores de música Bernardo y Bastián (Los cuales organizaban el acto, pues también se expondrían los trabajos de los alumnos, trabajos musicales) y les dije a ellos que quería tocar el himno nacional en el acto. Ya lo había hecho varias veces antes, y esta vez quería hacerlo con más razón por ser mi último día de clases, y los profes aceptaron gustosos. También, el profe Bastián, me ofreció tocar una de mis canciones, y yo me decidí por tocar "Parte de mi vida eres tú", una canción ideal para ese momento, por ser balada, y a la vez tener una letra muy bonita.
Antes de que comience el acto, todos salimos afuera (Pues el acto se organizaría en el patio porque adentro no hay lugar) y estuvimos acomodando las cosas por una escena que haríamos antes de que mis compañeros bailaran el Tango, en la cual, sí participaría.
El acto se tuvo que retrasar unos minutos, porque los adultos (La bicedirectora, la preceptora y los profes de música) tuvieron una pequeña reunión con nosotros. Resulta que nuestro curso compuso su propia canción de egresados, la cual es copada, salvo por una parte que me desagrada: Una parte de ese estrivillo, le envía un mensaje un tanto agresivo a los de quinto año, nuestros sucesores.
Al componerla, mi compañera Carina y yo, expresamos nuestro desacuerdo con esa parte de la letra, porque parecíamos arrogantes y no era bonito dejar esa enseñanza a los de Quinto. La culpa también la tiene Roberto, el profesor de música que tuvimos en Sexto. Música me encanta, pero este año, con este profesor, la sentí aburrida. A parte de que tuvimos pocas clases y para colmo él faltó varias, no fue como el año pasado con el profesor Bernardo. Me hubiese gustado que él fuera nuestro profesor este año, pero le ganó este otro. Y coincido con Carina con que Roberto tuvo la culpa de los versos de esa canción, porque él los sugirió.
Cuando la componíamos y expresamos nuestro desacuerdo, nuestros compañeros no nos escucharon. El fundamento era que esa era la moda: La moda consiste en que los que van a egresar, al componer su canción, les deje ese tipo de mensajes a los de quinto, dicen que para bromear, pero a mí no me gusta. Y para colmo, utilizar ese lenguaje de villeros de mi país que detesto, un lenguaje informal que no utilizo y que me incomodaría aplicar, porque no me educaron para hablar de tal manera. Lo irónico es que en el pasado tuve un novio de esa cultura, y lo acepté porque él era así. Inconscientemente, por mi falta de madurez, yo comenzaba a copiar sus expresiones, pero por suerte me detuve.
Volviendo a los hechos, los compañeros justificaban que esa parte de la canción no estaba mal porque en otras escuelas hacían lo mismo, y que el año pasado, en la otra escuela Media 30, a la promo 18 le habían dedicado una letra más fuerte que la nuestra. Esa justificación me hacía enojar aún más, pero nada pudimos hacer en ese momento. La canción quedó así, hasta el 30 de noviembre cuando intervino la Bice.
Resulta que los de Quinto habían expresado su descontento con este estrivillo, y créanme, hicieron lo correcto, y lo que hizo la Bice lo aplaudo con ahínco: En resumen, nos dijo que no iba a permitir que en esta institución se enviara ese tipo de mensajes. El profesor Bastián agregó que no le gustaba esa famosa "Moda", y que, el hecho de que se haga en otras escuelas no significa que se haga en esta también. Y para fortalecer el fundamento con el cual concuerdo, agregó que, en la otra escuela 30, hay muchos conflictos con los estudiantes, rivalidad entre los cursos, y en varias ocasiones se fueron a los golpes.
En esa pequeña reunión que tuvimos el 30 de noviembre, Carina volvió a hablar, y ahí fue cuando culpó al profesor Roberto, y coincido con ella en que en parte, es su responsabilidad. Aproveché para expresar mis pensamientos, aunque era sabido que a lo mejor a más de uno les desagrade que les digamos esa verdad. Yo no estaba bien en ese momento, pude haber aprovechado para decirles algo como: "Villeros de mierda, ¿Qué clase de ejemplo le vamos a dar a nuestros sucesores?" pero no lo hice, no porque estuvieran los adultos, sino porque, aunque tuviera mi carácter y puedo llegar a ser dura, en el pasado he tenido conflictos por malosentendidos. Por un lado, no me quería hacer odiar por mis compañeros, ya bastante he tenido, y por otro lado, no lo iba a hacer de todos modos, porque presentía que eso no sería algo bueno. Aprendí a controlar esos impulsos y esta, fue una prueba de ello.
La bice nos pidió que dejáramos un mensaje de aliento a nuestros sucesores, y que no nos permitiría que se cantara esa parte de la canción. Entonces, los compañeros resolvieron repetir el estrivillo. Me alivió saber que no se cantaría eso en la escuela en nuestra fiesta de egresados.
Al fin comenzó el acto, toqué el himno nacional argentino el cual canté con orgullo, pasaron los abanderados, los aplausos, ya saben. Iniciamos la parte informal del acto con nuestra escena de un bar, el Tango, y luego el Cuarteto donde me sumé. Los otros cursos tocaron sus canciones, en el final toqué mi canción con el teclado, acompañada por el profe Bernardo en la guitarra, el profe Bastián en el bajo, y no recuerdo si había alguien más, pero todo salió bien, aunque no di tiempo para vocalizar.
Finalizó todo, y mi curso festejaba con sus cánticos y arrojándose un tipo de pintura con agua en el cual no participé porque no tenía la ropa adecuada para el festejo. Otro detalle importante: Nuestros padres organizaron una sorpresa para nosotros: Un pasacalle o Pancarta, que colgaron en la puerta de la escuela. Un gesto muy noble, la verdad. Y algo que me encantó fue que, en el cierre del acto, un par de compañeros míos dijeron unas palabras, y digo que me encantó porque le dieron un mensaje de aliento a los de Quinto, el mensaje que los profesores y directivos esperaban que diéramos nuestro curso.
Finalmente, me fui a casa, tratando de organizar mis emociones y de estabilizar mi aura, porque no estaba en el mejor de los momentos. El asunto se resolvió, mientras con nostalgia procesaba el hecho de que era mi último día de clases y que no cursaría más en esa secundaria.