Texto publicado por Irene Azuaje
Cronología de la sororidad: por qué es la palabra del año.
Por Evangelina Himitian y Soledad Vallejos. LA NACION.
Sororidad: hace un año, la mayoría de nosotros no había escuchado esa palabra nunca. Es más, las primeras veces que la vimos escrita, leímos sonoridad. O solidaridad. Pero poco tiempo pasó, hasta que su significado empezó a tener una resonancia particular en la vida cotidiana.
Hace pocos días, una usuaria contó en su cuenta de Twitter, que cuando estaba bajando del auto con su hermana y sus hijas, un trapito comenzó a hostigarlas. Otras chicas, desconocidas, que vieron la situación, pararon, tocaron bocina y les preguntaron si estaba todo bien. "Nos cuidamos entre nosotras", publicó. La anécdota ilustra el significado de esa palabra nueva que se instaló sin sinónimos en nuestro diccionario. Tanto, que no sabemos cómo hacíamos antes para nombrar eso cuando nos pasaba. Quizás antes no nos pasaba.
Porque, acaso nunca antes el significado de hermandad entre mujeres tuvo tanta relevancia como durante este año que termina. Soror viene del latín y significa "hermana". Si en otros años fue el tiempo de las madres, este es el año de las hermanas. De enero a diciembre, fueron muchos los eventos que para bien o para mal hicieron estallar la sororidad, como ese sentimiento de pertenencia y defensa común. Leyes, estadísticas, femicidios, declaraciones repudiables, denuncias de abuso y acoso, que se escucharon como nunca.
Espacios comunes
"La sororidad es habitar un espacio donde existe consenso de que determinadas situaciones que se avalaban en el pasado, ya no se permiten más", dice Karina Galperín, doctora en lenguas y literaturas romances, profesora de la Universidad Torcuato Di Tella.
El primer aprendizaje fue dejar de vernos como rivales. Como amenaza, para construir una resistencia frente al patriarcado.
Con la sororidad, el feminismo salió de los cuadernillos de los claustros académicos para meterse como nunca en la agenda de los argentinos. En la mesa de la familia, en las conversaciones de la escuela, en las canciones de YouTube. La sororidad deja su huella en la cronología de 2018, y el reclamo por la igualdad de género corrió de forma definitiva la barrera de lo socialmente aceptable.
La cofradía masculina entró en crisis. La seguridad del macho que se hace fuerte en el grupo, se ve amenazada cuando una mujer no agacha la mirada y lo confronta. No está sola. Detrás van sus hermanas. "Si tocan a una nos tocan a todas", empuñan las más combativas. La reacción en cadena frente al acoso y al abuso se convirtió en el antídoto más efectivo contra el patriarcado.
Aún la sororidad está en plena ebullición. Y en la espuma del hervor, todavía cuesta darse cuenta qué se cuece en el fondo de la olla. Qué hay detrás de todos aquellos lugares comunes en los que todavía subsiste la cultura machista, que atraviesa tanto a hombre y mujeres, que los convierte en víctimas y cómplices.
Estamos en transición. Hay que aprender a ser sororas, y no caer en el antagonismo precario entre hombres y mujeres. Es época de interrogantes, también de impugnaciones. Estamos de acuerdo en criterios abstractos, pero aparecen las preguntas. Sororidad no es asegurar que lo que dice el otro siempre es verdad, sino habilitar un espacio donde hoy tienen lugar denuncias y reclamos que hasta hace muy poco las mujeres no nos animábamos ni siquiera a insinuar.
La primera lectura no fue tan errada. Sororidad es también sonoridad. Que la voz de una encuentre resonancia en todas. Y también es solidaridad: porque lo que le sucede a una nos convoca a todas.