Texto publicado por Irene Azuaje
Transformar a alguien en ídolo nos convierte en esclavos.
Por Bernardo Stamateas . Para LA NACION.
Admirar al otro es una actitud saludable. Las virtudes de los demás son inspiradoras y nos motivan. A dicha admiración se la suele denominar "idealización". Tendemos a admirar las cualidades que los demás tienen y a nosotros nos faltan. Por ejemplo, alguien que es muy hábil mentalmente puede admirar a un bailarín, que posee mucha destreza a nivel corporal.
Sin embargo, la idealización o admiración puede no ser saludable. ¿En qué casos?
a. Cuando idealizamos un área y eso nos conduce a idealizar todas las demás. Que alguien sea un buen profesor no implica que sea un buen esposo ni un buen amigo.
b. Cuando idealizamos excesivamente es porque nos percibimos a nosotros mismos incapaces. Sentimos que no poseemos los recursos internos y salimos a buscar un "gurú". Transformamos al otro en un ídolo a quien necesitamos idealizar porque eso calma nuestra ansiedad. Es entonces cuando nos volvemos codependientes. Precisamos la opinión del otro, quien se convierte en nuestro suministro de energía.
c. Cuando no podemos admirar. Hay gente que no puede ver lo bueno en los demás. Por lo general, son personas frustradas y enojadas consigo mismas. A veces, son aquellos envidiosos que no pueden admirar y felicitar las cosas positivas de otros.
La admiración que no es saludable es la que implica una "percepción distorsionada" de la realidad. Idealizar de vez en tanto a alguien en una sola área, como dijimos, es una fuente de motivación. Pero idealizarlo en cada área de su vida, todo el tiempo, lo convierte en un "ídolo". Creer que esa persona es absolutamente extraordinaria y que puede llenar los vacíos de mi vida es lo que se conoce como "fanatismo".
¿Por qué alguien construye un ídolo?
Casi siempre, es alguien que no es capaz de reconocer aquello de lo que carece e intenta encontrar algo como distractor. Para ello, posa sus ojos en los demás, lo cual es una forma de no admitir lo que necesita encontrar en sí mismo/a para descubriendo su propio valor.
La idealización como admiración es un motivador saludable que me permite reconocer las virtudes de los demás. Nunca me hace desmerecerme. En cambio, la idealización patológica transforma al otro en un ídolo y me descalifica a mí mismo. La idealización llevada a todas las áreas es siempre negativa y me hace sentir incapaz. Ir en pos de las personas y construir ídolos (como suministros afectivos de seguridad) nos convierte en esclavos.
La estima nunca se construye de afuera hacia adentro sino de adentro hacia afuera. Todos los seres humanos debemos construir, desde la temprana infancia, nuestra propia identidad: quién soy, qué creo y hacia dónde voy. Cuando por diversos motivos no logramos hacerlo corremos el riesgo de someter nuestra vida a aquel que es objeto de nuestra idealización y, sobre todo, de transformarnos en personas "codependientes".
La codependencia en las relaciones interpersonales es una forma de pensar y actuar de manera disfuncional que genera dolor emocional. El codependiente pone el foco en una única persona. Quienes, por ejemplo, se criaron junto a padres que no les brindaron la atención que requerían suelen convertirse en adultos que no pueden acompañar a un ser querido en los momentos más importantes de su vida.
Muchas veces, el hecho de no ser valorado ni reconocido en la infancia genera una persona adulta codependiente. Es decir, adicta a la aprobación y aceptación de la gente porque alberga en su interior la creencia de que "no puede vivir sin el otro". Muchos no logran jamás desarrollar lazos afectivos sanos y se apegan a su pareja, a sus amigos, a su jefe e incluso a desconocidos en tal grado que pierden su autonomía.
Es fundamental para todos nosotros ser validados (que alguien crea en nuestro potencial interior y nos transmita expectativas) desde pequeños. La validación que viene de aquellos en una posición de autoridad deja una marca positiva permanente en nuestras vidas. Un niño precisa recibir el siguiente mensaje de sus padres: "Te amamos y estamos disponibles para vos". Solo a partir de que sienta amor, será capaz de construir su propia identidad y crecerá con seguridad interior sin necesidad de idealizar a nadie.
Para concluir, si anhelamos convertirnos en personas libres que no necesitan depender de nadie a nivel emocional, necesitamos saber que no tenemos que agradar a nadie, que tenemos derecho a equivocarnos, a cambiar de opinión y a crecer. Todos tenemos fortalezas y aspectos a desarrollar. Es bueno admirar las fortalezas de los demás como motivo para seguir creciendo y reconocer también nuestras fortalezas. Reconocerlas en nosotros y en los demás nos permitirá una manera saludable de vincularnos.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde [arroba] gmail [dot] com