Texto publicado por Irene Azuaje

Primera Guerra Mundial: 5 grandes mitos sobre la Gran Guerra.

Dan Snow
Historiador. Especial para la BBC

11 nov 2018.

La Primera Guerra Mundial tuvo lugar entre 1914 y 1918.

Ninguna guerra en la historia atrae más controversia y genera más mitos que la
Primera Guerra Mundial.

Mucho de lo que pensamos que sabemos del conflicto que tuvo lugar entre 1914 y
1918 es errado.

Para los soldados que lucharon fue, en algunos aspectos, mejor que
enfrentamientos anteriores y, en otros, peor.

Pero resaltarla como excepcionalmente horrible nos deja ciegos no sólo a la
realidad de ese conflicto sino también a la de la guerra en general.

También nos puede llevar a no entender la experiencia de soldados y civiles
atrapados en otros innumerables combates de ayer y hoy.

1. Fue la guerra más sangrienta en la historia hasta ese momento:

Cincuenta años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el sur de China
fue destrozado por un conflicto aún más sangriento.

Las muertes tanto de soldados como de civiles alcanzaron cifras de millones
durante la Primera Guerra Mundial.

Estimados conservadores del número de muertos en los 14 años de la rebelión de
Taiping empiezan entre los 20 y 30 millones de personas.

Unos 17 millones de soldados y civiles perdieron la vida en la Primera Guerra
Mundial.

2. Nadie ganó:

Grandes extensiones de Europa quedaron en ruinas, millones murieron o fueron
heridos. Los sobrevivientes vivieron con severos traumas mentales. Es raro
hablar de victorias.

No obstante, en un obtuso sentido militar, Reino Unido y sus aliados lograron
una victoria convincente.

Los buques de guerra alemanes fueron contenidos por la Armada Real británica al
punto que sus tripulaciones prefirieron amotinarse en vez de lanzar un ataque
suicida.

El ejército alemán colapsó tras una serie de poderosos golpes de los aliados que
segaron sus supuestamente inexpugnables defensas.

Muchos de los sobrevivientes de la llamada Gran Guerra padecieron severos
traumas mentales.

Para finales de septiembre de 1918, el emperador alemán y su asesor militar
Erich Ludendorff admitieron que no había ninguna esperanza de ganar y que
Alemania debía rogar por paz. El armisticio del 11 de noviembre fue
esencialmente una rendición alemana.

A diferencia de Adolf Hitler en 1945, el gobierno alemán no insistió en mantener
una lucha inútil y sin sentido hasta que los aliados llegaran a Berlín, una
decisión que salvó innumerables vidas pero que sirvió luego para alegar que
Alemania nunca perdió realmente.

3. El tratado de Versalles fue extremadamente duro:

El tratado de Versalles confiscó 10% del territorio de Alemania pero la dejó
como la nación más grande y rica de Europa central.

No había casi fuerzas de ocupación, las reparaciones financieras fueron
vinculadas a su habilidad de pagar y, en todo caso, en su mayoría no fueron
reclamadas.

El tratado era marcadamente menos duro que los que le pusieron punto final a la
Guerra franco-prusiana de 1870-71 y la Segunda Guerra Mundial.

El Tratado de Versalles (1919) fue firmado por más de 50 países.

Los alemanes victoriosos en el conflicto franco-prusiano anexaron grandes trozos
de dos ricas provincias francesas, en las que se producía el hierro francés.
Además, le pasaron a París una enorme cuenta de cobro para pagar inmediatamente.

Respecto al final de la II Guerra Mundial, Alemania fue ocupada, dividida, las
maquinarias de sus fábricas destrozadas o robadas y millones de prisioneros
fueron forzados a quedarse con sus captores y trabajar como esclavos.

Alemania perdió todo el territorio que había ganado en la Primera Guerra Mundial
y otro pedazo gigante.

Versalles no fue un tratado duro pero fue presentado como tal por Hitler, que
buscaba crear una ola de sentimiento en contra del acuerdo que le impulsara
hacia el poder.

4. Las tácticas en el Frente Occidental no cambiaron a pesar de repetidos
fracasos:

Nunca han cambiado las tácticas y tecnología tan radicalmente en cuatro años de
lucha.

Fue un momento de innovación extraordinaria.

En 1914, los generales galopaban a caballo a través de los campos de batalla
mientras que hombres con prendas de paño se abalanzaban contra el enemigo sin
las defensas necesarias. Ambas partes estaban armadas más que todo con rifles.

Las armas de guerra estaban mucho más perfeccionadas hacia el final del
conflicto.

Cuatro años más tarde, equipos de combate con cascos de acero avanzaban
protegidos por cortinas de proyectiles de artillería.

Estaban armados con lanzallamas, metralletas portátiles y granadas que se
disparaban con rifles.

Arriba, aviones, que en 1914 habrían sido inimaginablemente sofisticados,
surcaban el cielo, algunos cargando radios experimentales y reportando en vivo.

Enormes piezas de artillería disparaban con precisión, pues usando tan sólo
fotos aéreas y matemáticas lograban dar en el blanco con un sólo tiro.

Los tanques habían pasado de la mesa de diseño al campo de batalla en sólo dos
años, cambiando la guerra para siempre.

5. Todo el mundo la odió:

Como con cualquier guerra, depende de la suerte.

Puede ser que uno sea víctima de horrores inimaginables que lo dejan mental y
físicamente incapacitado de por vida, o que no le pase nada.

Docenas de países se enfrentaron en esta sangrienta guerra.

Los soldados que tuvieron suerte en la Primera Guerra Mundial, no participaron
en ninguna gran ofensiva y la mayor parte del tiempo estaban en mejores
condiciones que en casa.

Los británicos, por ejemplo, comían carne todos los días -un lujo que no se
repetía mucho en la vida civil-, tenían cigarrillos, té y ron, y una dieta
diaria de más de 4.000 calorías.

Los índices de absentismo debido a enfermedades, un barómetro importante de la
moral de las unidades, se mantuvieron -notablemente- casi iguales que en tiempos
de paz.

Muchos jóvenes disfrutaron de los salarios garantizados, la intensa camaradería,
la responsabilidad y una libertad sexual más grande que en tiempos de paz.