Texto publicado por Irene Azuaje

El mundo de lecturas que abrió Harry Potter.

Por Laura Ventura. Para LA NACION.

Piedra, papel o tijera. Ese juego de manos de halo pueril esconde una lógica de jerarquías de destrucción. A pesar de las profecías, del horóscopo y de los planes de los astros, de las cábalas y de los amuletos, y en particular del dolor y de las desavenencias, el hombre posee el mayor poder de todos: la voluntad libre. Sobre este pilar se vertebra la saga de Harry Potter, un cuento de apariencia infantil construido con un espíritu de superación. Fue una madre soltera con un seguro de desempleo quien edificó un imperio de aventuras. Como Mary Shelley dos siglos antes, J. K. Rowling ocultó su identidad detrás de un seudónimo para burlar el machismo del mercado editorial. Varias generaciones de niños crecieron junto a un héroe atípico, con nombre estridente, portador de un apellido que invoca la ebullición de aquellos años en los que luchó para construir su identidad. La épica de un huérfano con poderes mágicos impactó en la cultura popular y sumó un nuevo ícono y referencia de la identidad inglesa. En Love Actually, el primer ministro británico que interpreta Hugh Grant le lanza orgulloso al presidente de los Estados Unidos: "Somos el país de Harry Potter". Este año se cumplen dos décadas de la publicación en español de la primera de la serie de novelas –una colección que vendió un total de 16 millones de copias solo en nuestro idioma, sobre un total de 500 millones en 80 lenguas, desde su publicación original en 1997– y Salamandra lanzó una edición especial de Harry Potter y la piedra filosofal, cuatro ejemplares de la novela con ilustraciones y material exclusivo cubiertos por una tapa con diferente color y escudo en honor a las casas, o equipos, que componen la selecta escuela de Hogwarts. Además, Buenos Aires será en julio, nuevamente, una de las capitales que albergarán a un evento al que peregrinan fanáticos y devotos del mago.

Juan Villoro escribe el exquisito ensayo "Cuando desear es útil", inspirado en los hermanos Grimm, sobre el valor de la literatura infantil, aquellas primeras lecturas de una persona cuando está en contacto con lo primitivo, con la creencia de que la magia es posible y de que algunos deseos se pueden otorgar y cumplir. En la vida adulta aquella capacidad se traslada a un rito más endeble que se evidencia al momento de soplar las velas de cumpleaños o en algún brindis. J. K. Rowling integra ya ese Olimpo de autores que cautivaron a pequeños lectores y a su vez, que crecieron a medida que también lo hacía Harry. "La serie de Harry Potter les enseñó a los chicos a leer y a disfrutar de libros más extensos. Les enseñó los placeres y las frustraciones de la narrativa compleja y condujo a un gran número de mis alumnos –antes interesados en juegos en la computadora u otras actividades de internet– a los libros. Le tengo que agradecer a Harry Potter haberle dado a una generación de niños el alimento intelectual para prepararlos para una vida de lectura literaria", afirma la doctora Sophie Read, profesora de Literatura inglesa de la Universidad de Cambridge.

Harry Potter está construida con el esqueleto de una novela de aprendizaje (Bildungsroman) y el héroe recorre un arco de crecimiento a medida que el mundo se va haciendo cada vez más oscuro y más cruel, incluso con ribetes de una distopía gobernada por un régimen totalitario. Lejos de las travesuras de un niño que se vengaba de una tía desagradable –revancha aplaudida por los lectores de Matilda, por ejemplo, la heroína de Roald Dahl, también huérfana, destratada por los adultos– y de la atmósfera hormonal y de comedia de enredos de las primeras entregas, al promediar la adolescencia, Harry se enfrenta con dilemas existenciales sobre el Mal que habita en él, con pesadillas y enigmas filosóficos. "Que esté en tu cabeza no significa que no sea real", argumenta Hermione, la criatura más inteligente del mundo de magos y brujas, uno de los dos consejeros que acompañan a este Mandrake posmoderno en su camino de iniciación, superación y de dominio de sus propios miedos. Una de las criaturas más tenebrosas es el dementor, aquel ser que posee la capacidad de leer con exactitud los temores más profundos en cada persona y de robarle el alma. Hay en el universo de Harry Potter y en su lucha, mientras elige qué tipo de héroe quiere ser y cómo utilizará aquel poder, elementos y planteos psicológicos. Es él, cuando logre dominar su cabeza y las profundidades de su psiquis, quien dominará al mundo. En cambio, más metafísicos, con Dios el centro, y menos psicológicos son los clásicos de la literatura de fantasía, escritos por J.R.R. Tolkien o de C.S. Lewis, autores británicos que construyeron mundos integrados por la magia, la conspiración del Mal, varias dimensiones o planos de realidad y también están protagonizados por niños, adolescentes o seres frágiles.

Rowling revolvió en aquel crisol de hechicera diferentes ingredientes: algunos gramos de "El sobrino de el mago", un cuento de C.S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, condimentos de Semana bruja, de Diana Wynne Jones, y pizcas de El hombre que pudo reinar, de Rudyard Kipling. Con un sincretismo único, diseñó el universo paralelo al que no acceden los muggles, los mortales que carecen de poderes mágicos. El mundo regido por el Ministerio de la Magia es una combinación de antiguas creencias populares de la Edad Media, elementos de la mitología celta y escocesa (runas, la lectura de la borra del té, etcétera), ritos africanos, la lectura de los hallazgos de los primeros botánicos –plasmados en el personaje de Mulpepper– y obviamente la alquimia. Y a este cóctel le añade su sello único, su experiencia personal. En el documental A History of Magic, Rowling señala que Harry Potter es mucho más autobiográfico de lo que parece. La orfandad del protagonista se vincula al impacto que sintió la escritora con el fallecimiento de su madre mientras escribía el primer borrador y Hermione, una devoradora de libros, tiene mucho de aquella niña que alguna vez fue Rowling.

La épica de la traducción

En El Diablo viste a la moda, las caprichosas hijas de la editora más despiadada de Manhattan no podían esperar al lanzamiento oficial de la nueva novela de Harry Potter y explotaban todas las influencias de su madre para saciar su sed. Conseguir una copia es un desafío titánico, pero no imposible. Cada vez que el mago cumplía un nuevo año y que promocionaba a un nuevo grado escolar, cada nuevo vagón de experiencias y sucesos, la novela original se traducía en simultáneo a 60 idiomas. Para evitar filtraciones y para calmar ansiedad, los traductores trabajaban contra reloj para poder cumplir con las demandas editoriales y las hordas de fanáticos. Gemma Rovira, responsable de llevar al español los últimos libros de la galaxia de Rowling, recuerda la primera vez que se enfrentó a un manuscrito de la saga, Harry Potter y la Orden del Fénix: "Fue muy emocionante. Recuerdo cierto vértigo en el momento de poner el original en el atril, la sensación de emprender una tarea que exigía mucha responsabilidad. Al mismo tiempo, confiaba plenamente en el texto; una vez que me zambullí en él, me sentí muy cómoda. En una burbuja, eso sí, porque tuve que concentrarme al máximo para cumplir unos plazos bastante exigentes, pero muy cómoda".

Traducir novelas como Harry Potter tienen dificultades adicionales. Además de la velocidad y de los copiosos volúmenes, Rowling juega con las palabras constantemente, toma elementos del latín, crea hechizos, criaturas y hasta estados psíquicos que experimentan los personajes y también los lectores.

"Es innegable que Harry Potter se ha convertido en un ícono para toda una generación. Quizá, lo más sorprendente sea que haya tenido tanto éxito en tantos países; verdaderamente podemos considerarlo un fenómeno universal. Muchos niños se han iniciado en la lectura con los libros de J. K. Rowling y han crecido con ellos. He estado en contacto directo con sus fans y es realmente asombroso ver lo entregados que están y la intensidad con que viven la evolución de la serie", agrega Gemma Rovira.

El impacto que ha tenido esta saga sobre un Merlín posmoderno es global. En Buenos Aires, se celebra desde hace siete años un evento en honor a Harry Potter, una convención de dos jornadas a la que el año pasado asistieron 3000 personas. May Martinz integra el equipo de organización de Magic Meeting, donde más que fanáticos, eruditos de este universo acuden para compartir su experiencia sobre un modo de entender el mundo, algo mucho más amplio que supera el concepto de fenómeno y que crece a medida que lo hacen los lectores: "Si bien la literatura infantil y juvenil siempre tuvo su espacio y sus autores reconocidos, nunca se consideró un género de gran peso. Pero apareció una gran ola en los últimos años que no paró de crecer y los niños y jóvenes comenzaron a sentir más interés por leer por gusto. Hoy leer es cool. En gran parte de eso se debe al impacto que generó Harry Potter en la cultura popular. Todo el mundo sabe quién es Harry Potter, aunque no hayan leído un solo libro o de refilón hayan visto una peli en tevé un domingo a la tarde. Pasaron 20 años y Harry Potter demostró que no es una moda pasajera. Es un clásico viviente".

Con la publicación de la última de las novelas de Harry Potter y el estreno de la última de las adaptaciones de sus películas, no termina la historia ni deja de girar la rueda. "Hay muchos proyectos que han quedado en el camino. Potter también es un gran generador de inspiración, tanto para los fans como para los creadores de contenido, como autores que hoy realizan sagas exitosas y que han dicho abiertamente haberse inspirado en la saga de Rowling, incluso escribiendo fanfics de la misma en un principio. Un ejemplo concreto es el de Cassandra Clare".

Edimburgo está poblada de fantasmas y de leyendas. A esta ciudad se le sumó una nueva atracción. En la ya tradicional visita al cementerio Greyfriars, los guías turísticos señalan desde aquella elevación una escuela de la alta sociedad escocesa. Fue en este castillo el que inspiró a J.K. Rowling para ubicar a Hogwarts, el internado y fortaleza donde aquellos niños con poderes especiales asisten. A pocos metros de allí, en el café y pub The Elephant House, donde la autora pasaba horas escribiendo, acompañada por la misma taza de café, los fanáticos asisten a degustar platos y una cocina que nada tienen de particular, con la ilusión de impregnarse de aquella atmósfera donde se concibió al famoso mago. Toda la ciudad de Edimburgo tiene huellas de aquel mago e incluso muchos pubs bromean: "Aquí, posiblemente, también estuvo Harry Potter". Además, la estación londinense de King's Cross, brinda un homenaje al ficticio andén 9 ¾ desde donde salía el tren con rumbo a Hogwarts.

El lugar que ocupa Harry Potter en el canon de la literatura inglesa, incluso universal, es aún pequeño. La literatura infantil y juvenil, salvo algunas excepciones, siempre ha estado relegada y su calidad se ha equiparado –por suerte, cada vez menos– con la edad de sus lectores. Mucho más que mero entretenimiento, la historia de este mago deja una huella en quienes crecieron junto a él. "En el género fantástico –dice Martinz– podemos encontrar un espejo de nuestra vida de una manera muy genuina porque, más allá de los hechizos y de jugar al Quidditch, en Harry Potter podés encontrar personajes muy humanos con los que es fácil sentirte identificado y situaciones con connotación política y social bien ejemplificadas. También me inspiró a ser más valiente en las pequeñas situaciones de la vida. Me enseñó muchos valores sin darme cuenta de la verdad. Hay una frase conocida que dice: ‘Para cada situación de la vida existe un capítulo de Los Simpson’, yo cambié por ‘Para cada situación de la vida, existe un capítulo de Harry Potter’".

Casi al final del camino del héroe, en una instancia inmediata antes de enfrentarse al Mal, el director y sabio Dumbledore le confiesa a su discípulo predilecto: "Las palabras son la mayor fuente de magia, capaces de dañar y de destruir". Rowling utilizó su escritura para hilar palabras e ideas con el afán de acompañar a tantos niños y adolescencias en su paso a la vida adulta, presentándoles situaciones y espejos en los que elegir el Bien siempre es la mejor alternativa.