Texto publicado por Melany Gachicha Gómez

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 4 años. Antes se titulaba Paul: Un amor tóxico (Primera parte) .

Paul: Un amor tóxico

Jueves 29 de octubre de 2015:
Había que levantarse temprano ese día y como era de esperarse, me desperté antes de lo que imaginaba. Estaba ansiosa, contenta, ¿Y cómo no estarlo? Si me iría de campamento junto con la escuela de educación especial N511, el instituto de ciegos al cual asistí durante mis 6 años de secundaria.
Nos iríamos a una ciudad llamada Zárate que se ubicaba a unas 4 horas de donde resido. Volveríamos al día siguiente, pasando toda la noche seguramente en una carpa como en todo campamento. Era el segundo viaje que hacía con esa escuela y me emocionaba estar junto a mis amigos ciegos, al fin y al cabo, éramos una familia.
A las 8:30 me encontraba bastoneando rumbo al comedor de la escuela, pues allí estaban mis compañeros. Antes de salir, desayunarían los que no habían desayunado, cosa que yo había hecho en casa. Además, aún faltaban alumnos por llegar, no todos se presentan a la hora citada. Si de mí dependiera, llegaría a todas partes 10 o 15 minutos antes del horario fijado.
En ese comedor de la escuela, fue donde te conocí. Mi amiga Yennifer nos presentó. Yo estaba aliviada por conocer al famoso Paul del que hablaron en más de una ocasión, pero como tú ibas de tarde y yo de mañana, a la vez que no ibas a muchas salidas realizadas por 511, no tuvimos oportunidad de cruzarnos hasta ese día que al fin nos conocimos. Me caíste bien desde el principio, eras tan conversador como yo, algo que me dio seguridad pues no todos soportan a los parlanchines como nosotros.
durante el viaje, me encontraba sentada junto a un compañero en la fila de la izquierda, y tú estabas con Yennifer en la fila de la derecha. Me hubiera gustado sentarme con Yennifer, ya que ese otro chico no me agradaba. El chico estaba del lado de la ventanilla y tú también, pero en un momento cambiaste de asiento para poder conversar conmigo más cómodo.
Estábamos a poco de llegar a destino y me hiciste saber que yo atraje tu atención, algo que fue sorprendente para mí. Nadie me había puesto los ojos encima, hasta te conocí. Era joven, al mismo tiempo tenía cierta madurez, pero no podía entender porqué no le gustaba a nadie. Cuando me dijiste eso, quise darte la oportunidad para conocernos mejor y ver qué pasaba. No quería rechazarte y dejarte en la Friendzone como lo habían hecho conmigo. Si te iba a rechazar, lo haría con motivos.
Estuvimos juntos todo ese día, pues como te digo, me habías caído bien y quise conocerte mejor porque me resultabas atractivo. No obstante, mis amigos no estuvieron de acuerdo con que tú y yo pretendiéramos tener algo a futuro. Yennifer me advirtió que tuviera cuidado contigo, que en el pasado habías sido un mujeriego. Le creí, pero tu pasado no se interpondría en mi presente. Tenía la esperanza de que cambiaste para ser una mejor persona, así que hice oídos sordos con ese consejo. Quizá ella sentía envidia porque un chico me daba atención, no descarté esa posibilidad. Mi mejor amigo también me advirtió, él me aconsejó muchas veces antes, pero esta vez decidí ignorarlo y arriesgarme contigo.
Acordamos en que nada de lo que digan nos afectaría y ahí seguimos, conversando, bromeando y pasando la mayor cantidad de tiempo posible en compañía del otro.
Por la noche, fui consciente de que comenzaste a gustarme un poco, yo también te gustaba y ambos queríamos besarnos. Estando afuera, le pedimos a Yennifer que vigilara si alguien se acercara para evitar que nos interrumpieran ese momento especial. Ella aceptó el papel de Campana como le dicen coloquialmente aquí, y unimos nuestros labios en un dulce beso. Era inexperta en lo que a besar se tratase, pues anteriormente no tuve oportunidad de besar a un chico. Tú tampoco la tuviste con una chica, según lo que me dijiste claro está.
Ese beso me encantó, me sentí especial en ese momento. Un chico se fijó en mí, un chico me besó, algo que no imaginé que ocurriría en ese campamento. Debido a mi historial de rechazos, mi autoestima no era buena. No me sentía linda físicamente hablando, y cuando te conocí tú me hiciste saber que yo era hermosa. Contigo me sentí querida por un chico, por primera vez. Moría por tener a alguien que tome mi mano, que me abrace, que quiera besarme, que acaricie mi espalda, que me dijera al oído lo hermosa que soy y contigo pude experimentar todo eso en el campamento.
No pudimos dormir en carpas al aire libre como todos queríamos. Había llovido horas antes y no se podían armar las carpas ya que había lodo, pero sí pudimos dormir adentro de esa especie de club, en nuestras bolsas o colchonetas.

Viernes 30 de octubre de 2015:
Y llegó el viernes, el día de los sentimientos encontrados. Por un lado, estábamos felices por volver a nuestras casas. Por otro lado, queríamos que el campamento no se terminara. Queríamos seguir con nuestros amigos, amores platónicos, ligues, o lo que tengamos en ese momento. En mi caso, Paul, el chico que me gustaba. Mejor dicho, el único que se había fijado en mí.
Y seguimos pasando tiempo juntos, incluso desde temprano. Sentía que los demás nos observaban, pero no me importaba. Lo cierto es que habían motivos para que no nos quitaran los ojos de encima: Nuestra diferencia de edad. Tenías 19, y yo 14. Para muchos, una diferencia importante, y para mí también, pero como te digo, nunca me importó. No sé qué hubiera dicho mi madre si se enteraba en ese momento... pero sí, había diferencia de edad y en mentalidades también. Tenía cierta madurez que no tendría cualquier niña a los 14 años, hasta cierto punto.
Como yo no tenía experiencia en cuanto a parejas, cuando estábamos almorzando te pregunté: ¿Y ahora qué somos?
Lo que tú quieras, me respondiste.
Entonces seamos novios, te dije quizá inocentemente. La cuestión es que ese día volvía del campamento con un noviazgo oficial. Fue una idiotez, lo sé, solamente nos conocíamos un día.
¿Por qué hice eso? Porque no sabía cuando lo volvería a ver y no quería desperdiciar la oportunidad que se me había presentado en bandeja de oro cuando alguien se fijó en mí, así que la aproveché al máximo. Nos agregamos a Facebook, intercambiamos números y así siguió todo.
Pudimos vernos en más ocasiones, en la escuela y en mi casa. Yo no sé si mi familia sabía que teníamos una relación, yo creo que sí, aunque no me dijeron nada al respecto.
Más allá de las espectativas de los compañeros de 511, todo iba bien entre nosotros. Eras un caballero conmigo, me recordabas cuánto me amabas y me decías lo hermosa que era, me tratabas bien, resultaste ser romántico cosa que a mí me encantaba. Viví la famosa "Luna de miel", al menos por un tiempo...
De a poco comenzaste a mostrar un lado oscuro, un lado que no me gustaba de ti. Todos tenemos defectos, sí, pero esto no eran sólo defectos. Empezaste a celarme, mejor dicho, a ser más controlador. Te molestabas con facilidad, no te gustaba que yo hablara con mi mejor amigo, incluso me pediste que lo bloqueara. Como si fuera poco, me amenazaste con dejarme si yo no lo hacía. Estuve a punto de bloquear al chico que había estado para mí desde hace años, al cual conocía mejor que a ti. No recuerdo cómo hice para hacer que te olvidaras de eso y que siguieran las cosas en paz. Mi mejor amigo me dijo que te deje, mis amigas me dijeron que te deje, pero yo no lo hice, no podía hacerlo. Sentía que si te dejaba, volvería a estar sola como antes. Nadie se fijaría en mí, y hubiera renunciado al único chico que le llegué a gustar, a quien alguna vez había sido un caballero de brillante armadura que llegaba para rescatarme.
Cuando te conocí me comentaste sobre pensamientos suicidas que tuviste en el pasado. No dudé de tu palabra porque he conocido mucha gente que me confesó que alguna vez pensó o intentó suicidarse. Con el tiempo, me dijiste que tu vida mejoró gracias a mí y que si te dejaba, caerías en un espiral depresivo.
Tuve oportunidades para salir de esa relación tóxica, pero no salí por miedo a estar sola y por miedo a que te arrojaras a las vías del ferrocarril como tú me dijiste aquella vez que intenté dejarte porque le estabas coqueteando a una chica en mis narices. ¡Qué loco! Si yo le coqueteaba a un chico, era una zorra, pero tú podías coquetear con alguna chica y si te decía algo te enojabas, ya que no estabas haciendo nada malo, según tú. No me iba a perdonar si te suicidabas por mi culpa, vaya uno a saber si eso me traería problemas y mi familia ya tenía los suficientes como para que por cuestiones adolescentes yo les sumara más. Años después supe que quienes amenazan con suicidarse si los dejan, nunca lo hacen realmente.
Resultaste ser un manipulador y la amenaza del suicidio te funcionó. No obstante, no fue lo único que usabas para aprovecharte de mí. No lo sabía en ese momento, pero estaba lidiando con un mitómano, una persona que día a día tejía a su alrededor una enredada red de mentiras y supe de la mitomanía en 2017 cuando estaba hablando con un chico con el que fuimos amigovios y allí aprendí sobre esa enfermedad. Intentabas lavarme el cerebro con cosas que supuestamente hizo mi mejor amigo, querías darme a entender que él era un adicto al sexo, cuando lo cierto es que era al revés. Esa vez que quise terminarte y no lo hice, tuviste el descaro de decirme una de las cosas más estúpidas que escuché en mi paso por la Tierra: "Nosotros somos como la droga: No nos podemos dejar".
Llegamos a tener discusiones absurdas, discusiones en las que como resultado terminaba llorando y pidiéndote perdón y que no me dejaras por algo que yo había dicho o hecho. Una de esas peleas fue cuando tú me hablaste basura de mi mejor amigo y yo lo defendí, porque sabía que esas cosas no eran cierta. Entonces me bloqueaste de WhatsApp, tuve que pedirle a mi amiga que te dijera a ti que me desbloquees. Tu justificación varata fue que me bloqueaste para que no me siguiera enojando o algo así. Cuestión que a partir de ese momento me guardé las cosas, pues con tus impulsos eras capaz de hacer cualquier idiotez y no quería que me dejaras.
Una vez dijiste que ibas a cambiar y volviste a ser ese chico relajado que me enamoró, por algunas semanas. Luego volviste a ser el mismo idiota de siempre, me dijiste que no ibas a cambiar y bla bla bla.
Esa relación tóxica duró 10 meses, y durante el último tiempo me gustó más de un chico en secreto. Esos chicos eran inteligentes, interesantes, se podía hablar de cualquier cosa y lo mejor de todo, no mentían. Fue por uno de estos chicos que pude escapar de ese noviazgo insano, ya que ambos nos terminamos gustando.
Este chico, Oliver, era muy diferente a Paul, tan diferentes que compararlos sería una falta de respeto para Oliver. Él era muy inteligente, se notaba que había leído muchos libros, las conversaciones eran interesantes. Era divertido, me llamaba "Princesa Melany", todo un caballero sin dudas. Con él tenía la certeza de que me era fiel y no andaría coqueteándole a otras chicas.
Salí de esa relación al fin, sin importar las amenazas, pero esto aún no terminaba. Me insististe con que volviéramos, y cuando te resignaste a que no lo haría, me insististe para ser amigos, cosa que no pude hacerlo, porque ya lo había intentado contigo y no funcionó debido a que querías algo más. Tuve que bloquearte de WhatsApp y Facebook porque en los comentarios seguías llamándome, "Amor". Como no podías contactarme por esos medios, me hacías llamadas locales cuando tenías saldo, entonces no me quedó otra que bloquear tu número. Nunca entendí tu manía con los perfiles de Facebook, así que cuando te creabas uno nuevo y me agregabas, yo lo rechazaba y te bloqueaba.
Pese a que las cosas no terminaron bien, me has enseñado mucho, más de lo que imaginas. Contigo aprendí a ser firme cuando tengo que decir "No", contigo aprendí que quien te quiere no te manipula, no te chantajea, ni te habla mierda de tu gente cercana. Hay cosas que mi familia no sabe y es mejor así, que no las sepan. Contigo aprendí que las cosas pueden mejorar con el tiempo y que no debes quedarte donde te hagan daño. Eras de esas personas que en lugar de ponerte mejor te ponen peor, y que hay que alejarse lo más pronto posible por tu bien. Gracias por tus lecciones que ayudarán en mi vida, Paul.
Esta historia es mi historia, basada en hechos reales. Me tomó años entender y superar las secuelas que me dejó esa relación tóxica, pero hoy estoy aquí, rescatando lo bueno y recordando con una sonrisa aquel campamento que fue una de las mejores experiencias que pude tener en mi vida.