Texto publicado por Miguel Ángel Rodríguez Sánchez
NUEVO JUICIO POLÍTICO A TRUMP Y EVOLUCIÓN DE LA CRISIS ESTADOUNIDENSE
Sin duda alguna, la toma violenta del Capitolio en Estados Unidos por parte de partidarios de Donald Trump recientemente es un hecho sin precedentes que evidencia la crisis política que se agudiza en el país norteamericano, crisis que se ha venido acrecentando desde que empezó la carrera por la presidencia el año pasado.
El performance ofrecido el 6 de enero indicaba un nuevo hito; el proceso eleccionario de noviembre que debía concluir ese día con la certificación de la victoria del demócrata Joe Biden fue suspendido a causa de la irrupción violenta en el recinto, lo que dejaba ese capítulo abierto y con múltiples interpretaciones.
Ahora, Donald Trump ha hecho historia, o mejor dicho, lo han vuelto historia y quizá esta no lo absuelva. Ha sido el único presidente estadounidense con dos juicios políticos a cuestas.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos votó este miércoles a favor de un artículo para someter al presidente Donald Trump a juicio político, el llamado impeachment, por “incitar a la insurrección” por su papel en los disturbios del pasado miércoles, cuando sus partidarios asaltaron el Capitolio, señala el sitio de noticias RT.
La iniciativa fue apoyada por 232 miembros de la Cámara, mientras que 197 mostraron su rechazo. 10 de los votos a favor del 'impeachment' pertenecen a miembros del Partido Republicano: un número récord de congresistas que votaron contra el presidente perteneciente a su propio partido.
Sin embargo, no todo está dicho sobre la aprobación de la Cámara Alta de la destitución del mandatario. Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana en el Senado estadounidense, afirmó que una decisión sobre el impeachment de Trump no será alcanzada en la Cámara alta del Congreso para el 20 de enero, el día de la toma de posesión de Joe Biden.
“Dadas las reglas, los procedimientos y los precedentes del Senado que rigen los juicios del 'impeachment' presidencial, simplemente no hay posibilidad de que un juicio justo o serio pueda concluir hasta que el presidente electo Biden sea juramentado la próxima semana”, indicó McConnell en un comunicado, agregando que el Senado ha celebrado 3 juicios políticos que duraron 83, 37 y 21 días, respectivamente.
Sin que se pueda aún predecir el desenlace de esta crisis, lo cierto es que el escalamiento del conflicto político estadounidense nuevamente alcanzó las instancias políticas como instrumentos de judicialización. Más allá de la política en la escena abierta, fuera de la institucionalidad han emergido elementos claramente peligrosos. Estados Unidos no estpa saliendo ileso de la presidencia de Trump.
La toma del Capitolio como elemento simbólico
La épica del trumpismo tuvo su climax en las imágenes del Capitolio y han quedado refrendadas luego de las detenciones a los que participaron en ella. Evidentemente, la contraofensiva del Estado estadounidense que apunta ahora a judicializar, no es exclusiva contra Trump, pues ahora aleccionan a un sector, un segmento del imaginario político estadounidense que apareció triunfante y furioso entre los símbolos y cuadros de los padres fundadores en los salones de sesión parlamentaria.
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Autoridades de EEUU han detenido a decenas de los tomistas del Capitolio
CRÉDITOS:
Reuters
La toma del Capitolio tiene valor simbólico por emerger como postal de un nuevo imperio de caos, polarización y conflicto, inédito en Estados Unidos desde la guerra federal, ahora como elemento antecedente e histórico de la agudización de la crisis interna actual.
La toma del Capitolio tuvo a Trump como el principal agitador. “Increíble por lo que tenemos que pasar, y tener que hacer que tu gente luche. Si ellos no luchan, tenemos que eliminar a los que no luchan”, dijo Trump ante miles de sus seguidores que se congregaron en el Monumento a Washington con la promesa de que caminaría con ellos hasta el congreso, pero luego se devolvió a la Casa Blanca.
Ese día no solo arremetió contra los demócratas, también lo hizo contra los republicanos “débiles y patéticos” que no lo apoyaron para detener la certificación del nuevo presidente en el congreso. También fue contra su vicepresidente Pence y mostró su desconfianza a quien por su cargo le tocaba dirigir el acto, reseña la BBC.
“Sé que todos los presentes pronto marcharán hacia el edificio del Capitolio para hacer oír sus voces de manera pacífica y patriótica”, subrayó, pero el resultado fue otro y las consecuencias fueron cinco fallecidos, incluyendo una mujer que fue baleada por efectivos de seguridad.
Estos eventos, pero especialmente, las postales de hombres cornudos y supremacistas tomando el símbolo máximo del poder estadounidense, alentó el juicio político contra Trump y la cárcel para los tomistas. El “imperio de la ley” ha ido ahora a los adentros de ese país.
¿Fragilidad del Estado?
Luego de las imágenes que recorrieron el mundo del asalto al Capitolio, numerosas figuras políticas condenaron los hechos y se deslindaron de Trump e inmediatamente empezaron a pedir que se estableciera un juicio político en su contra.
En esta carrera la idea era seguir mostrando la robustez del Estado ante eventos que pudieran hacerlo tambalear. Para ello era necesario agrupar a todos los elementos que le dan forma y sostienen era figura. Obviamente, todos los intereses estaban en juego ante una posible fractura del imperio. A esta empresa de la defensa de la estabilidad del país se sumaron los gigantes mediáticos.
Las plataformas de redes sociales que en algún momento proyectaron el liderazgo del magnate presidente, y a través de las cuales se convocaron las protestas, ahora pasaban a silenciarlo. Ese día quedó demostrado el verdadero poder de las corporaciones mediáticas y el rol que ocupan a la hora de imponer matrices.
El advenimiento del "gobierno digital"
La misma noche del asalto, la empresa Twitter bloqueó la cuenta de Donald Trump con más de 88 millones de seguidores. Asimismo, los 35 millones de suscriptores en Facebook quedaron aislados del parlante del magnate presidente.
Luego del bloqueo de las referidas cuentas del magnate, este migró a Parler, una conocida red social a través de la cual sus seguidores se comunicaban. Dos días después esta aplicación fue desactivada de la tienda virtual de Google PlayStore, para “evitar incitación a la violencia”. Apple también sacó a Parler de su catalogo de descargas y al igual que Google, señalaron que Parler no filtraba debidamente los mensajes de odio que proliferan en esa red, aunque fuera evidente que dicha medida poco tenía que ver con la gestión de redes, aquello fue una decisión política para cercar más a Trump.
A la sombra de la crisis estadounidense surgió un gobierno digital “de facto”. La gobernanza de la “verdad” digital es en efecto un punto exacto del ejercicio del poder de los ricos, mediante la administración políticamente conveniente de lo debidamente dicho y en consecuencia divulgado.
Con todos esos elementos en juego, los hechos del Capitolio, el rescate de la figura del Estado, la incorporación de las multinacionales de la comunicación y las redes sociales, además de la imagen satanizada de Trump, quedaba el camino abierto para establecieran los mecanismos para evitar la recurrencia de estos eventos.
Por eso empezó a tener resonancia la idea del juicio contra Trump y con ello destituirlo del cargo como presidente, aun cuando faltan pocos días para que Joe Biden asuma la presidencia del país norteamericano.
Nadie contra el Establishment
Para terminar de sacar del juego la figura de Trump y lo que representa, el Establishment tenía dos vías aparentes. Por una parte, aplicarle el Impeachment, lo cual sería la primera vez en 221 años de historia republicana que se aplica. Y es muy probable que esto prospere debido a que legisladores demócratas y republicanos se unen por la causa.
Por otra parte está la Enmienda 25, que inhabilita al presidente por incapacidad para ejercer el cargo. Esta jugada, también inédita, es encabezada por Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de representantes. El argumento central para llevar a cabo esta acción inédita es la “incitación a la insurrección” por parte de Trump. Aunque Pence ya marcó distancia de la aplicación de la Enmienda 25 pues no está concebida para “castigar” a nadie, lo cierto es que ya Trump ha sido judicializado.
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La Cámara de Representantes aprueba por 2da vez un juicio a Trump
CRÉDITOS:
Reuters
El pasado lunes, la Web del Departamento de Estado indicó que ya había finalizado la permanencia de Trump como presidente, a pesar de que no se aplicó la Enmienda 25 y faltan varios días para vencerse su periodo. Detalle que según la corresponsal de RT en Washington, Helena Villar, viola las propias reglas “democráticas” de ese país.
A siete días de que asuma la presidencia la nueva administración, lo que queda claro es que no se puede ir contra el poder establecido. Esta unión de poderes fácticos detrás del andamiaje burocrático, lo que busca es frenar la implosión de Estados Unidos en sus instancias institucionales, pero el proceso ya está en curso y es acelerado más allá de las instancias de poder por la profunda crisis social y económica que campea puertas afueras del capitolio.
Nos guste Trump o no, será escarmentado al largo plazo, y sus verdugos en establishment estadounidense son tan diversos como lo es ese mismo andamiaje. La frase más sobresaliente vino del Senador “más a la izquierda” en ese país, Bernie Sanders. Por medio de su cuenta oficial de la red social Twitter expresó: “Algunas personas preguntan: ¿Por qué acusaría y condenaría a un presidente al que solo le quedan unos días en el cargo? La respuesta: precedente. Debe quedar claro que ningún presidente, ahora o en el futuro, puede liderar una insurrección contra el gobierno de Estados Unidos”.
La aniquilación a Trump apunta al largo plazo y también a su pretendida búsqueda de la relección en apenas 4 años. Para un sector de la sociedad estadounidense, sus esperanzas de verse reflejados en la Oficina Oval, están siendo ahora mutiladas. Como en toda contradicción y puja interna en las entrañas de un país, siempre hay un lado perdedor.
Sanders ha dado sentido a las palabras de Biden, quien llamó “insurrección” a los hechos de la toma de Capitol Hill. Lo dijo a contracorriente de muchos medios que llamaban a aquello “protesta” y “vandalismo”. Biden impuso una narrativa que ahora se ha vuelto un hecho burocrático.
El grave problema para comprender esta confrontación política en ese país desde el extranjero, es la carencia en ocasiones de análisis sobre los factores de fondo que la generan, y no es otra que el conflicto de elites. Black Lives Matters, los supremacistas, el machismo de Trump, el feminismo “progre” de Hillary Clinton, y otra seguidilla de elementos, son en realidad factores superficiales.
Trump es enjuiciado y evidentemente, apuntan al desmantelamiento de una fracción política, simbólica y subjetiva del país, que podría empujar a Estados Unidos a nuevos umbrales de deslegitimación institucional y confrontación política. Pero ello no quiere decir que este conflicto no evolucione en nuevas variantes y que los sectores enfurecidos que han acompañado a Trump desaparezcan pronto de la escena. Tampoco implica la desaparición de la otra cara de la moneda del conflicto, pues estos seguirán acentuando las contradicciones.