Texto publicado por Ana Fernández
El boyero (Las leyendas de Alcides) de Gaspar L. Benavento
-Buenos días, boyero. ¿Trabajando siempre?
-Salud, amigo carpintero… Trabajando, ya lo ves… Un hilo aquí, otro hilo allá… Cruzando estos otros… Cuesta hacer el nido, ¿verdad? Pero, ¿no importa! Hay que hacer abrigada la casa propia. Después vendrán los hijos, y no quisiera que llegara el invierno y me encontrara sin haberle dado fin. Perdóname, amigo carpintero; si continúo hablando no haré nada.
Y el boyerito renegrido iba y venía con cerdas en el pico, y sin decir palabra, continuaba su labor.
-Es raro -decían los pájaros-. No canta mientras trabaja.
-No ha tenido tiempo para aprender. Necesita del pico como de una aguja para entretejer su nido.
-¡Y qué bien lo hace!
-Es tan artista como un hornero.
-¡Lástima que no sepa cantar!
-Le enseñaremos. Cuando haya terminado su labor vendremos a explicarle el secreto del gorjeo y del trino.
-¿Y aprenderá?
-Claro, que aprenderá.
Y así fue. Cuando terminó su labor y se quedó a descansar próximo al nido, los pájaros se le acercaron.
-¿Te agradaría aprender a cantar?
-Ya lo creo. ¿Me enseñarán?
-Te enseñaremos.
Primero fue el zorzal su maestro. Imitó a la perfección sus silbidos; y aprendió a gorjear como la calandría, y a trinar como el jilguero. Aprendió de todos los pájaros, y con todos suele tener largos contrapuntos de armonías.