Texto publicado por Miguel Ángel Rodríguez Sánchez
La muerte cruzada, una causal con varios responsables
Por Rafael Puesta Caputi.
El presidente Guillermo Lasso decidió disolver la Asamblea; optó por la muerte cruzada que le quita de encima a ese ineficiente, beligerante e inútil Poder Legislativo y, además, evita su destitución, pero que también lo obliga a poner a disposición del pueblo, su propio cargo. ¿Está en su derecho el presidente? Claro que sí.
En mi análisis anterior mencioné que la decisión de la muerte cruzada debía pasar por la Corte Constitucional, no profundicé en que la Corte solo puede intervenir si se invoca la primera causal, o sea la arrogación de funciones por parte de la Asamblea.
El presidente ha invocado la causal de “crisis política y conmoción interna”.
Esta causal no requiere aprobación de la Corte Constitucional y así lo determinó la misma Corte al inadmitir las demandas presentadas, reconociendo que no tiene competencia para pronunciarse. Además, para evitar que se presenten solicitudes de medidas cautelares ante jueces inferiores, recalcó que ninguna autoridad judicial tiene competencia para intervenir.
Analicemos ahora la causal invocada por el presidente: "crisis política y conmoción interna”. Pienso que nadie en el Ecuador puede dudar de que efectivamente hay una crisis política. La relación entre la Asamblea y el Gobierno ha sido pésima desde la destitución de Guadalupe Llori.
El señor Saquicela, desde el primer minuto que asumió la presidencia de la Asamblea, solo tuvo una consigna: obedecer las órdenes de sus patrones políticos y la principal orden fue conspirar contra Lasso.
Tan solo el hecho de llamar a juicio al presidente constituye una crisis política, de tal forma que por esta razón se cumple con la causal. ¿Es necesario que además de crisis política haya conmoción interna? El artículo no es claro, como no lo son muchas partes de la Constitución, pero en estricto apego a la gramática podríamos decir que sí.
Ahora bien, ¿hay conmoción interna? Diría que la misma que invocaron 80 asambleístas cuando quisieron destituir a Lasso hace menos de un año, en junio de 2022, pero ahora dicen que no hay. Es que el término “conmoción interna” se lo relaciona con alteración del “orden público” y este término a su vez no está bien definido, es muy amplio e impreciso. No necesariamente implica violencia y caos.
Si observamos detenidamente lo que está ocurriendo en Ecuador con la paralización de actividades económicas, el miedo a producir, el temor a perder nuestros trabajos, la falta de inversión y, obviamente, la falta de seguridad, entonces podemos afirmar que la crisis política actual también ha causado conmoción interna. Considero entonces, que el decreto presidencial está plenamente justificado.No obstante, también deben ser parte de este análisis, los orígenes y consecuencias de lo que viviremos los ecuatorianos los próximos meses. La crisis empezó antes de posesionarse Lasso, cuando uno de los grupos que apoyó su candidatura, pactó con el partido perdedor de las elecciones. Lasso se desmarcó y no cumplió con el acuerdo, entonces le declararon la guerra.
Hasta aquí todo manejable porque el presidente contaba con los otros grupos que lo apoyaron, pero resulta que también se desmarcó de aquellos que le permitieron llegar al poder, despreciándolos, sin reconocer que ese voto fue contra su rival y no a favor de él.
No hizo nada por mantener unidos a esos grupos, es más, se peleó con todos ellos, incumplió con sus promesas de campaña y claudicó en sus principios. ¿Vacunó a nueve millones de ecuatorianos? Sí, con las vacunas que en su mayoría dejó compradas Moreno y gracias a una eficiente ministra de Salud que luego también desechó.
Podría dar muchos otros ejemplos, pero con estos queda claro que esta crisis política no es causada exclusivamente por el revanchismo y odio de dos políticos que han usado la Asamblea como procesadora de basura, sino también por un presidente alejado de la realidad, envuelto en una burbuja, que no escucha ni respeta la opinión discrepante. Ellos nos han llevado al extremo de tener que pedir que se vayan todos. Ojalá nos iluminemos y elijamos mejor en la próxima elección.