Texto publicado por Rody Armando Mora
LAS APARIENCIAS ENGAÑAN!
La palabra apariencia tiene por lo menos dos significados para nosotros. Uno es más o menos neutro: la apariencia entendida como lo directamente perceptible en algo. El otro lleva una cierta connotación negativa, la apariencia entendida como lo ilusorio, lo que incita al engaño. Estos conceptos no se excluyen. La realidad cuando no es percibida adecuadamente, puede ser fuente de ilusión, por ejemplo si olvidáramos que la apariencia es únicamente la expresión de algo que está más allá de lo evidente.
No estoy diciendo que haya que desdeñar el mundo que percibimos para acceder a la realidad oculta porque la apariencia es por supuesto parte de la manifestación sensible de la verdad pura. Pero tampoco podemos guiar nuestras decisiones solo por las apariencias.
- Padre, he venido a confesarme -dijo Esteban, el hijo mayor de don Jacinto.
- Claro, hijo, te escucho -le contestó el padre Juan-. ¿Qué ocurre?
- Usted sabe padre que antes de morir mi padre él decidió llamar a un ingeniero agrónomo y dividir su parcela en dos partes iguales, una para Francisco, mi hermano menor y otra para mí. Yo no estuve de acuerdo, porque yo estoy casado y tengo 3 hijos, en cambio, mi hermano es soltero todavía...
- Sigue hijo, sigue.
- Esa soga dividiendo a la mitad el campo me parecía, francamente, una injusticia, así que la misma noche del entierro de mi padre, yo me levanté a medianoche y corrí unos diez metros las estacas y la soga divisoria...
- Pero, hijo, eso está muy mal.
- Puede ser padre, pero era mi manera de hacer justicia. No es esa decisión en sí lo que me inquieta, lo que me preocupa es que a la mañana siguiente las estacas estaban otra vez en el lugar de origen y la soga dividía otra vez el campo en dos parcelas idénticas. Como usted comprenderá, pensé que había soñado lo de la primera noche, así que me volví a levantar a correr las estacas... pero a la mañana siguiente, otra vez habían vuelto a donde mi padre las había puesto. Padre, ¿cree usted que es el espíritu de mi padre el que regresa cada noche para hacer valer su voluntad?
El padre Juan se acarició la barbilla y le preguntó a Esteban:
- ¿Sabe tu hermano de todo esto?
Esteban bajó la vista y negó con la cabeza.
- Mañana -dijo el cura- os espero a los dos aquí mismo. ¡Y no le digas lo que me dijiste!
- Pero padre...
- ¡Mañana! Con tu hermano.
Al día siguiente el cura miraba a los hermanos sentados frente a él. Con un dedo frente a la cara de Francisco le preguntó:
- Tú no estuviste de acuerdo con la división que tu padre dispuso, ¿verdad?
Francisco intentó hablar, pero el cura le impuso silencio.
-Y te levantaste cada noche para hacer un reparto distinto corriendo las estacas...
- Pero, ¿cómo lo sabe, padre?
- Eso no importa. Lo cierto es que cada mañana, misteriosamente la soga estaba en su lugar, ¿verdad?
- Sí, padre... es cierto.
Ahora el padre Juan alzó la voz.
- Vosotros, codiciosos pecadores. No es vuestro padre quien ha corrido las estacas, habéis sido vosotros los que salvaron, al querer vulnerarlo, el noble deseo equitativo de su padre.
Los hermanos se miraron y sonriendo se pusieron de pie y se abrazaron frente al cura que seguía casi insultándolos.
- Deberíais estar más que avergonzados, todo por un poco de tierra, miserables... no entendéis nada.
- Sabe padre -dijo por fin Francisco-, el que no entiende nada es usted. A mí me pareció que teniendo él tres hijos y esposa, necesitaría más campo que yo, así que me levante para agrandar SU campo cada noche.
- Y a mí -dijo Esteban- me parecía que teniendo yo tres hijos y familia, alguien se ocupará de mí, cuando yo no tenga fuerzas, pero mi hermano no tiene quién lo ayude. Por eso corría cada noche la soga diez metros para mi lado, porque era justo que él tuviera el terreno más grande...
El mundo cotidiano, nuestra familia, nuestra pareja, el trabajo, la ciencia y la política, lejos de constituir una realidad incuestionable e independiente de nosotros, es algo que construimos a partir del pequeñísimo porcentaje de información que recibimos a través del limitado número de estímulos que pueden captar nuestros sentidos.
Nuestra visión y el más objetivo de nuestros análisis, supone desde el inicio de una cierta cuota de imaginación, bastante relleno subjetivo y un nivel de interpretación nada despreciable.
Columna de opinión publicada en el diario Clarín del domingo 12.octubre.2003
JORGE BUCAY