Texto publicado por Mari Carmen López
Trozos de mi repertorio literario
Alberto había tenido una infancia de lo más lindo con unos muy buenos padres de un carácter muy alegre y noble, muy responsables y de buenos valores que habían querido transmitir también a su hijo, sobre todo Jose que había sido un padrazo, pues además de ser muy trabajador siempre buscaba tiempo para su mujer y su hijo por quien sentía un gran delirio ya que Alberto había sido muy buscado en unos cuantos intentos de Rosa su madre de quedar embarazada sin éxito, con lo que la llegada por fin del bebé supuso una enorme alegría centrando a partir de ese momento las máximas atenciones en el niño queriendo darle todo lo mejor para él. Así que aunque a Jose en general le gustaban tanto los niños como las niñas, el hecho de que el bebé hubiera sido niño le colmó de forma especial de felicidad ya que se decantaba más por un varón para compartir juegos, aficciones, pensamientos etc…y en el buen sentido, tener un pequeño cómplice, como así fue. Siempre lo había deseado.
La unión entre padre e hijo fue muy grande, fuerte y hermosa. Desde el nacimiento aparte de las atenciones, juntos disfrutaron de juegos, deportes…de acuerdo con la edad que iba teniendo Alberto. Además Jose cuando el niño empezó a asistir al colegio y estudiar, había tenido la habilidad de ayudarlo en las tareas no de memorieta sino mediante la contextualización de lo que estudiaba en el marco de la vida diaria y a través también de aquellos juegos y aficciones que tenían los dos. Quería hacer de Alberto un hombre de provecho y que fuese él también quien adquiriese los conocimientos de por si mismo.
Todas estas costumbres despertaron en Alberto la curiosidad y el gusto por explorar y en particular cuando iba siendo más mayor por el mundo de las estrellas y los planetas, algo a lo que también se dedicaban en el tiempo libre. En fin, una familia muy feliz y unida.
Pero no siempre en la vida permanece todo tan perfecto y a Jose, aquel buen padre se le empezaba a notar bastante desgana por jugar y hacer cosas con su hijo así como por otros quehaceres de la vida y por alimentarse. Se encontraba mal y se le veía triste, hasta que un día unos exámenes médicos revelaron la existencia en su cuerpo de un grave tumor que ya estaba afectando a un par de sus órganos y el pronóstico no era muy bueno.
La noticia fue muy penosa, pero madre e hijo no desistieron en darle a Jose todos los mejores cuidados con mucho cariño. Alberto aunque aún era muy joven permaneció inseparable haciendo todo lo que le era posible por la comodidad, el ánimo y la curación de su padre en la cual estaba muy ilusionado.
Pasando un par de meses ni los médicos ni la familia pudieron hacer ya nada más por él y Jose falleció. Fue un duro golpe para los dos quienes le lloraron muchas veces durante una larga temporada, pero Rosa tenía que seguir adelante por su hijo Alberto que continuaba muy afectado, pues la unión que hubo entre ellos dos reflejó más que la de un simple papel de padre. Alberto por tanto no terminaba de aceptar este hecho y muchas veces se cuestionaba cómo una persona que aún no era anciana podía morir, cuando él había estudiado que la muerte se producía cuando se era muy anciano y el corazón, otros órganos o sistemas del cuerpo están envejecidos, se agotan y se paran, además de que había estado muy confiado en la recuperación de su padre.
Por todo esto y por su tristeza con frecuencia le hacía preguntas a su madre del por qué de lo ocurrido y casi siempre obtenía la misma respuesta:
- Hijo, no sufras más cariño. Tu padre ahora está bien. Él está en el cielo, en un sitio de mucha paz y ya no sufre más. Además papá siempre estará con nosotros ocupando un lugar en nuestro corazón y en nuestro recuerdo velando y ayudándonos desde allí. Él no se ha ido para siempre –le consolaba la madre, la cual era creyente en Dios y le había venido inculcando dicha creencia a su hijo.
Pero Alberto que ya se encontraba en los inicios de su adolescencia no quedaba muy satisfecho con estas palabras encontrando en estas el típico párrafo que se suele decir en estas situaciones. Él deseaba una explicación más razonable que le hiciera entender mejor el fatal acontecimiento.
En determinadas ocasiones cuando más triste, bajo de ánimo y desilusionado se sentía acudía al cementerio y allí se sentaba en unos bancos que había frente a la zona donde se encontraba su padre. Entonces lloraba un poco y seguía preguntándose y “preguntándole” a su padre el por qué ya no estaba con él y por qué lo había dejado en un tono de sollozo. En uno de estos días ya pasado algún tiempo y comprobando que ya nada ni nadie podría traerle de nuevo y después de unas cuantas lágrimas en silencio, Alberto recordó el rostro de su padre con aquella media sonrisa que logró sacar entre tantos malestares de su cuerpo para decirle algo en sus últimos días. Fue cuando el muchacho se levantó con energía y decisión del banco en el que estaba sentado y con la mirada puesta hacia donde estaba la tumba de su padre dijo:
- Papá, te prometo conseguir aquello de lo que hablamos un día hace tiempo y que me recordaste por última vez en el hospital ¡lo tengo que conseguir y lo haré! ¡en premio por haber sido tan buen padre!.
Después de esta valiente promesa se fue a su casa ya tranquilo.................
¿Qué pasaraaaaaaaaaaaaaa???? je......je......je.....je.......
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No se notaba ni la más mínima cosa o estímulo en esa tan monótona oscuridad de lo que llamamos “la nada”, aunque poco a poco iba teniendo algunas sensaciones como de flotar en un cálido y acogedor ambiente en el cual me iba alimentando y formándo.
Con el paso de las semanas iba percibiendo algunos sonidos lejanos que retumbaban como cuando se está dentro del agua, pero me resultaban agradables y cada vez los. reconocía más......................
(Este es otro trozo d otro relato distinto)