Texto publicado por Leandro Benítez
Un cuentito taoísta
Un día, sentado el viejo sabio a la sombra de un árbol al borde del camino, estaba comiendo arroz con los dedos. Por allí pasaba un anciano muy rico que se indignó:
-¡Mirad a ese hombre! Dicen que es el sabio más grande de la provincia y está comiendo con los dedos. ¡Qué horror! Nunca le invitaré a mi casa.
Cinco minutos después apareció una elegante comitiva escoltada por tres guardias que acompañaba a pasear a dos damas.
-Oh, ¿no es ése el sabio del vergel de los ciruelos?
-Sí, es él.
-No le basta con ser un patán, sino que además es muy sucio. Nunca consentiremos recibirle en nuestra casa.
Al día siguiente, el rey de la provincia organizaba una gran recepción para celebrar el equinoccio e invitó al sabio. También estaban invitados el anciano rico y las dos damas. El sabio, en el lugar de honor, comía con palillos y su ropa estaba inmaculada.
El hombre rico no pudo contenerse y le preguntó:
-¿Cómo puedes comer un día con los dedos y otro según las normas y las costumbres?
-¡Oh! es muy sencillo. No me atengo a las costumbres y me adapto al lugar donde me encuentro. Si estoy sentado bajo un árbol, me gusta comer con los dedos. Nadie me ve, aparte de los que pasan y me juzgan. Si se me invita, me acomodo a las costumbres de mi anfitrión.
El hombre meneó la cabeza.
Yo no podría actuar de esa manera. He de comer siempre con palillos.
-Entonces nunca verás más que un aspecto de las cosas -dijo el sabio.
Autor anónimo