Texto publicado por Miguel de Portugalete
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Edgar Nevillle
Monty-Edgar Python-Neville
Álvaro Cortina @ 19-12-2011 09:43
Madrid.- Reeditado, releído y recuperado... ¿Fue el 'señorito' del 'Otro 27'
algo más que un diletante con gracia? A lo mejor, sí.
Con la edición de coleccionista del viejo clásico del cine fantástico español
'La torre de los siete jorobados' (Versus), de la 'nouvelle' de posguerra 'La
piedrecita angular' (Clan) y las visiones en prosa de 'Mi España particular'
(Reino de Cordelia), tenemos ocasión para recordar a su autor, Edgar Neville,
Conde de Berlanga del Duero (1899-1967). Y para dar lustre al homenaje,
desempolvamos un retrato del gurú carnavalesco del café Pombo, Ramón Gómez de la
Serna: "La primera impresión de Edgar Neville es nefasta. El niño mimado que ha
salido de su cochecito y se dispara. Se ve que está criado con biberón de leche
de elefanta traída de la India. Después se van encontrando sus buenas cualidades
y un talento con atisbos rutilantes. Edgar Neville es hijo del siglo XX. Le
tenemos miedo porque nos propalará, nos admirará, nos desafiará. Adora el éxito
y la publicidad sólo por lo que tiene de mención. Jugador de hockey, lleva a la
literatura ese vértigo y esa competencia del deporte. Es atropellado, férvido,
entremetido. Es gracioso verle aparecer, desaparecer, reaparecer. Es la osadía
libre con algo de saltamontes".
En una filmografía que va de 'El malvado Carabel', justo antes de la Guerra
Civil, hasta 'Mi calle', de 1960, encontramos de todo. Desde documental bélico
(como 'Juventudes de España') a la mentada 'La torre de los siete jorobados'
(adaptación de una emblemática novela folletinesca de Emilio Carrere). Con
títulos recordados como 'El crimen de la calle Bordadores', 'Duende y misterio
del flamenco', o 'La vida en un hilo'.
"Se aparta de lo común, abre fronteras y se permite una absoluta independencia",
explica el crítico de cine Carlos Aguilar. "Su obra es bastante coherente, a
escala conceptual, y de marcada pobreza técnica, en el aspecto formal. Aquí
estriba su mayor limitación".
Nos explica también el novelista, escritor de cine y crítico de EL MUNDO Manuel
Hidalgo: "La novela 'La torre de los siete jorobados' es una extraña mezcla del
Madrid castizo de la tradición realista con elementos de cine fantástico. En la
película de Neville hay elementos expresionistas que la convierten en una 'rara
avis' muy apreciable". Y más en general: "Es un cineasta interesante.
Inconstante. Lo que se deriva de su superior cultura cosmopolita y su actitud
diletante. Era un derrochador de todo: de vida y de ingenio. Pero no remataba.
Se trata de un talento fácil, brillante. Su obra podría dividirse entre las
películas extrañas, peculiares, como la mencionada o 'Crimen de la calle
Bordadores', las del género de alta comedia (comedias de evasión, que retrataban
un mundo de salones y gente de smoking que él conocía muy bien) y las más
realistas con irrupciones líricas, como 'El último caballo'. Ahora acabo de leer
'Mi España particular', donde escribe sobre viajes, restaurantes y hoteles, y se
aprecian las ráfagas de ingenio, pero sin rematar la faena".
Los otros
En terreno literario, "El Saltamontes" tampoco paró. Se le encuadra dentro de
(según acuñó Pedro Laín Entralgo) "la otra generación del 27". Esa subversión de
burgueses gamberros, naturalmente asociada con la mítica revista humorística La
Codorniz: con Antonio de Lara, alias "Tono", Enrique Jardiel Poncela, Miguel
Mihura, José López Rubio. De la viñeta al teatro, del teatro al cine y
humorismos varios heredados del Pombo y la bohemia de entreguerras. Ya para
entonces, Neville había conducido muchas motos y había jugado en muchas timbas,
se había alistado en caballería del ejército, en Annual, en 1921 y, después de
la vida literaria de Madrid, había ido a Washington como tercer secretario de la
Embajada española. Entonces, cogió un tren de cuatro días y medio al naranjal
del Hollywood mudo, y se fue llevando con contratos a sus colegas para escribir
diálogos (intertítulos) con destino a las producciones en español.
En 1983, un anciano López Rubio, único superviviente ya de aquellos golfos
'bien', recordó aquel tiempo en su discurso de ingreso en la Real Academia
Española: "Y allí tuvimos a Tono, que, como llegaba con un dinero fresco y no
pensaba en ningún mañana, tomó una casa y se compró sucesivamente, varios
automóviles y varios perros. Su labor no pasó de aportar algunos chistes. Fueron
unos meses extraordinariamente divertidos. Buñuel pasó entonces por allí,
contratado también para no hacer nada, y marcharse pronto, como lo cuenta en sus
memorias [...] Mihura se quedó en Madrid, con su cadera difícil, que lo tuvo
meses y meses acostado, pero pronto empezó a escribir para películas españolas".
En otras partes de aquel discurso, López Rubio habla de aquel clan (que hizo
amistad, como siempre se recuerda, con Chaplin y Buster Keaton) en tercera
persona: "Se matricularon, digo, en aquel espejismo como a una nueva asignatura.
Hicieron sus guiones, sus diálogos y sus realizaciones, con diversas fortunas,
hasta acabar por aburrirse del cine, afortunadamente, por no haber conseguido en
el cine lo que creyeron, lo que esperaban o porque lo conseguido no les bastaba.
Y se pasaron a la tierra de promisión, el teatro, con sus afiladas armas y la
experiencia de sus bagajes".
América y los alzamientos
En los EEUU le pilló la dictadura de Primo de Rivera y allí escribió la novela
'Don Clorato de Potasa' de 1929. En 1931 volvió a España y continuó la carrera
diplomática hasta la Guerra Civil. Neville presenció la toma de Bilbao de los
'azules' y, en pleno panorama de hambruna, ganó muchísimos kilos. Y, sí, se puso
pronto con el teatro. 'El baile', de 1952, (que después adaptó al cine él mismo)
y 'Producciones Mínguez, S.A.', de 1956, son algunos de sus títulos dramáticos
más importantes. Pero el cine imperó en él. Por entonces (a finales de los 40 y
principios de los 50) empezarían a estrenar los jóvenes talentos Sastre o Buero
Vallejo, de relevo. Entre relevo y relevo, esta "otra generación" sin exiliados
ha quedado un poco ensombrecida, sin heroísmo, incluso políticamente incorrecta
hasta hace unos años.
Cuenta Manuel Hidalgo: "Ese grupo brillante tiene algo de actitud de cinismo,
que ve lo que quiere ver. Neville había sido republicano, y nunca fue un
entusiasta con el régimen de Franco. Digamos que se aloja en el nuevo régimen
sin rendir muchas pleitesías. De una manera cínica, con algo de wildeano". Y
quien dice wildeano dice juliocambiano.
Ahora palabras de Neville: "Yo no he sido nunca demasiado revolucionario, ni
ahora soy demasiado conservador. La diferencia es que, de joven, se es escéptico
del presente y optimista del porvenir y luego se es escéptico del presente y
también escéptico del porvenir, con lo cual puede uno quedarse tranquilo en una
posición egoísta y antisocial, pero la verdad es que no quedan ganas de dar
batallas, después de haber dado tantas en todos los sentidos. Claro que todo
esto lo escribo en un día en que hace frío y me duele un pie...".
¿Se diría que es la quinta 'underground montypythonesca' del Madrid que va de la
restauración alfonsina hasta la tecnocracia franquista? Los discípulos
polivalentes del descacharrante RAMÓN (así se referían a Gómez de la Serna).
Responde Aguilar: "Algo de eso hay, pero sin exagerar". Ah, vale. Con todo, algo
que sea juliocambiano y montypythonesco al mismo tiempo, es sin duda una
greguería en sí mismo.
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