Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

DIARIO DE UN CIEGO

(hoja perdida 2)

La noche era fría y silenciosa… presagio tal vez de lo que en ella sucedería. El parque solo y obscuro, de vez en cuando un rayo de luna se filtraba entre las ramas de los árboles, después de penetrarse entre los negros nubarrones, que hacía un buen rato amenazaban con descargar su furia sobre la ciudad.
La misma ciudad que solo hace algunos años yo veía hermosa y llena de luz pues me parecía que la vida en ella era encantadora, sobre todo cuando miraba a mi hijo juguetear y correr con los otros niños, su cara era la vida misma, un milagro de Dios hecho realidad, él era el ángel de mis sueños, el pedacito de carne puro, sin mancha, la representación del amor. Sus ojos llenos de luz, alegría y amor me daban la fuerza necesaria para salir adelante.
Las lozas del parque sonaban al contacto de mis tacones y el bastón blanco rechinaba cada vez con mayor fuerza y rapidez. Podía huir de ahí pero nunca lo haría de mi misma… Mientras trataba de alcanzar la salida de ese lugar vino su imagen nuevamente... Allá del otro lado de la calle me llamaba desesperado e igual que ahora yo trataba de llegar hasta él...No pude.
Entonces un grito… las voces decían ¡cuidado!... el rechinido de unas llantas…. Su cuerpo… mi muerte.
Lloré tantas noches, días sin fin, el cielo no me necesitaba aún pero yo si lo necesitaba a él

Llegué por fin a la salida del parque dentro de mi una voz me repetía constantemente ¡cómo pudiste! Pero yo le decía se lo merecía, por su culpa perdí a mi niño y no solo eso también se fue con él la luz de mis ojos. Lo investigué, lo hice seguir por meses y sabía que ese día dormía sobre el pasto del parque después de su concebida borrachera, no podía desperdiciar la oportunidad…
Por fin regresé a casa, ahora dormiría en paz, todo terminaría muy pronto…. Quizá mañana…
Al despertar lo primero que oí fueron las noticias locales…jajajaja…alguien…... algún loco…... Había acuchillado al nuevo espantapájaros del parque. Fin.