Texto publicado por José Jahir
¡Hola, amigos! ¡Lo prometido es deuda! ¿qué cosa? No sé de que me hablas... ¡déjenme les refresco la memoria! "¡AMor a distancia Capítulo 2!
Amigooos! lo prometido es deuda, ¡aquí les va ya la parte que tanto esperaban ¡el capítulo 2 ya está aquí, esperando a ser leído! Está muy emocionante, y cualquier cosa no duden en comentar. ¡Que disfruten la historia, espero les guste!
Capítulo II:
Llegan las vacaciones
La fiesta había sido todo un gran éxito. Mayra, Estefanía, Pedro y Rodrigo se la pasaron a todo dar juntos, con las ocurrencias de Pedro, quien era el que le daba humor al club. Estefanía fue en el salón de Mayra, Rodrigo la conocía desde el Jardín de Niños. Estuvieron en el mismo salón que Sebastián desde entonces, así que los tres ya se conocían. No podían faltar las fotografías del recuerdo, así que los 4 se encaminaron rumbo al fotógrafo:
—Ven, Rodrigo –le decía Mayra, guiándolo.
Puso su hombro para que Rodrigo fuera junto con ella, y los cuatro se prepararon para salir en la foto. A pesar de ser un niño modesto siempre estaba con su ropa muy presentable, y en todo momento, reflejando una hermosa sonrisa.
El acné comenzaba a notarse poco a poco en su rostro, pero eso no lo desanimaba; sabía que en algún momento desaparecería, que es un problema típico de los adolescentes.
Estaba disfrutando su gran momento. Bailó durante toda la noche, con música muy movida. En la gran cena sirvieron barbacoa con arroz y tortillas de maíz, con distintas bebidas que había en la barra, especialmente refrescos. Y no podían faltar los postres: bombones, paletas, y una fuente con chocolate derretido.
La fiesta finalizó a la 1:00. Todos comenzaron poco a poco a irse ya a sus casas, los maestros despidiéndose de todos sus alumnos.
—Rodrigo, déjame desearte todo lo mejor, que te vaya muy bien en la preparatoria. Estamos orgullosos de ti, has sido uno de los mejores alumnos de esta escuela que hoy egresan –decía la profesora Nereida, quien le dio español.
—Gracias, profesora.
—Rodrigo ¡llegó la hora! Ya me voy, pero recuerda ¡siempre juntos!
—Sí, Mayra ¡tú y yo siempre los mejores amigos! –culminaron su despedida con un fuerte abrazo.
—¡Adiós! –se despedían unos a otros.
La familia iba feliz a casa. Rodrigo siempre guardaría este momento en su memoria, todo fue increíble. No podía creer que dejaba la secundaria para ir ya hacia la preparatoria, pareciera como si los años pasaran volando. Y así, con los recuerdos en la mente cayó en un profundo sueño: la fiesta lo había agotado; por suerte ya había salido y estaba en vacaciones largas de verano, periodo para relajarse y descansar de la carga escolar de todo un año y, al mismo tiempo, prepararse para la entrada a la Preparatoria.
Por fin habían llegado: Sierra de las Montañas #345. Una casa mediana color beige con blanca, con hermosos cuadros de girasol donde resaltan los colores verde y amarillo; el librero de color beige con dorado, y encima de él el televisor, el estéreo de la familia con el que escuchaban la música y los diccionarios, directorios y libros en tinta de la secundaria. Hacia la derecha estaba el mueble con la computadora de escritorio, con un centro bastante completo. Contaba con escáner, impresora en tinta a color, su propia silla, las bocinas y el bajo amplificador; por si fuera poco, ésta ya contaba con el JAWS y todos sus programas instalados. En medio de la casa el comedor, y hacia el lado opuesto de su computadora se encontraba el sofá; la cocina integral con sus respectivos trastes. En la planta alta estaban el baño –que estaba dividido en uno solo-, y las dos recámaras: en la del lado derecho era su cuarto y el de Karina, mientras que el de la puerta izquierda era el de sus padres.
Karina era mayor que Rodrigo por 7 años. Estatura mediana –la misma que su madre Marifer-, tez morena clara, pelo negro, ojos cafés oscuros y nariz afilada y pequeña. Don Rodrigo llevaba a su hijo dormido en brazos, pues no quería despertarlo. Lo sube a su recámara y lo acomoda, tapándolo con una cobija pues el aire acondicionado estaba encendido, Marifer lo había hecho.
—Por fin hemos llegado –decía Marifer.
—sí, ahora a dormir –replicó Karina.
No pasó mucho tiempo después de que la familia Soto Mejía se disponía a dormir. Se apagaron las luces, y enseguida durmieron.
Desde esa noche, Rodrigo ya no tenía que levantarse temprano para asistir a clases, ahora podría dormir tanto como quisiera: comenzaban sus vacaciones.
Todo era rutina. Ahora hacía lo que quisiera, sin estar al pendiente de alguna tarea; por un lado, se sentía aliviado y libre, sin tener que hacer tareas o trabajos, la escuela era en este momento lo último en lo que pensaba. Eso no significara que no quisiera entrar a la prepa. Constantemente se decía:
“¡Cada vez falta menos para entrar! ¡Qué felicidad! Lo que sí me pregunto es ¿qué me pasará?, ¿Qué sorpresas me esperan ahora que iniciaré esta etapa?, ¿tendré amigos?, ¿Y Víctor?”…
Abriendo su laptop se disponía a chatear, metiéndose al ya clásico Windows Live Messenger y al Facebook. Amistades de todos lados llevaba ya en esa red social –cerca de 500--.
Mientras tanto, en la cara opuesta de la historia, esto era lo que ocurría:
—¡Al fin de vacaciones! Gracias, otros dos meses sin tener que soportar al odioso de Rodrigo –reía Víctor-.
Pobre, lo lamento por él cuando entremos en la prepa, ¡ni selo imagina siquiera! ¿Cómo podrá imaginar que de nuevo estaré con él? Sólo espero que Gregorio me investigue su prepa ¡no puedo esperar más! Tengo que reconocer que me encanta hacerle cosas malas, ¡me divierto muchísimo!
Sus palabras reflejaban una constante satisfacción, su mirada desprendía chispas de rabia y odio, y su risa era macabra.
—Víctor, Víctor –llamaban sus padres.
—¡Mande! –contestaba desde su recámara.
—Baja, amor, queremos decirte algo –decía su madre.
—¡Ya voy, mamá!
La casa de Víctor era muy lujosa: contaba con un patio enorme, reja automática que se abría con control remoto –especie de garaje--, dos automóviles del año y un hermoso convertible rojo –que llamaba mucho la atención-. Su casa era hermosa, de color blanco con cerco negro, con una piscina espectacular; tenía árboles de ornato y preciosos rosales ¡Era un paraíso!
—Bien, ya estoy aquí ¿qué me querían decir?
—Hijo, ¿te gustaría ir a París a pasar las vacaciones?
—¿Estás… estás hablando en serio, papá? –preguntaba Víctor con gran sorpresa.
—¡Claro, estoy hablando muy en serio!
-¿Qué dices? –intervino su madre.
—¡Me encantaría! ¡Ustedes saben que yo siempre quise ir a conocer ese lugar!
—No se hable más del asunto: ¡mañana a primera hora nos vamos a París!
—¡Gracias, papá! Voy a preparar todo.
Víctor subió a su recámara y comenzó a hacer maletas. Una vez más, pasaría unas muy lujosas vacaciones. En ese momento entra Vicente, el hermano de Víctor. Tenían un año de diferencia –Vicente era el menor--.
Por el contrario de Víctor, Vicente era un muchacho bondadoso y sencillo, no le gustaban las injusticias y despreciaba las conductas de su hermano. Siempre era su juguete de diversión para él cada que quería, con un gran físico parecido. Era más bajo de estatura, aproximadamente 1.60 metros; tez blanca, ojos color miel y pelo castaño claro.
—Hey, ¿qué haces aquí en mi cuarto, estúpido?
—Vine a saber si ya estás listo para irnos.
—Mira, ¡a ti qué diablos te importa! ¡Lárgate de aquí!
—Cálmate, no me hables así.
—¡Yo te hablo como a mí se me pega la gana! ¿Qué estás esperando para salirte? –le chasquea los dedos al pobre Vicente, y éste accede a su orden.
Vicente no comprendía por qué Víctor era así con él, pareciera como si jamás hubiera querido tener un hermano. Nunca fue malo con él, siempre le tuvo respeto y cariño, aunque fuera lo que fuera. Entró en su habitación muy triste y molesto, sentía ganas de llorar.
—Mi hermano no me quiere. Por qué, Dios mío, no entiendo a Víctor, ¿qué le he hecho yo para que se porte tan mal conmigo?
—Vicente, amor –lo llamaba su madre- ¿ya estás listo?
—Sí, mamá, ya bajo -le respondió, limpiándose las lágrimas y haciendo un esfuerzo para que su madre no notara que había llorado. Ante sus padres mostraba fortaleza, pero la realidad era muy distinta.
Por lo general, Vicente era más apegado a su madre, tal como Víctor lo era con su padre. Este último no lo quería, lo calificaba como un “marica” y débil, decía que “parecía una vieja”. Cada quien tenía su protegido, y siempre se entraba en discusiones por defenderlos. Por este día las cosas iban calmadas, Vicente supo ocultar su tristeza para que su padre no lo viera.
—Vámonos, familia –decía su padre.
La familia Reyes Bustamante salía de casa, subiéndose todos al gran convertible rojo. Llevaban el equipaje, y antes del viaje largo se pararon a un oxxo a comprar botanas para ir comiendo: 3 galones de jugo, 5 bolsas grandes de Sabritas, Rufles y Tostitos, y llevaban 3 iglús para las aguas. Como el calor era muy intenso, llevaban dos hieleras con bolsas de hielo y un pica-hielo para partirlo. De la comida no se preocupaban, en cualquier momento que llegaran a París llegarían a un restaurante y disfrutarían de manjares exquisitos. Don Agustín realizaba una llamada telefónica:
—Martín, compadre ya vamos llegando al aeropuerto… Sí, allá espérame en la puerta principal… Sí, te dejaré encargado el convertible mientras estamos fuera… No tardamos… Nos vemos allá. Adiós.
Habían llegado. Martín estaba esperándolos, tal como lo habían acordado por teléfono. Vicente y Víctor cargaban sus maletas.
—Víctor ¡por dios! ¿Para qué traes tantas cosas cargando? Vamos a divertirnos ¡con todo lo que traes, parece que empacaste para un mes!
—Tú qué, ¡no sabes nada! Obviamente nos quedaremos un buen tiempo aquí, además ¿cómo no chatear con mis amigos? Me traje todo, y hasta mi internet banda ancha.
—¡Déjalo en paz! Reclamó su padre a Vicente- él puede traerse todo lo que quiera.
—Sí, papá –celebraba Víctor con gran alegría.
Fueron a apartar los boletos del pasaje. Documentaron las maletas y una vez habiendo estado todo listo, se quedaron esperando dos horas hasta ser mencionados. “Pasajeros del vuelo #840 con destino a París, favor de abordar por la puerta 4”.
Subieron al avión. Durante el trayecto iban platicando tranquilamente, sin prestarse a discusiones, Víctor haciendo un esfuerzo por dirigirle la palabra a su hermano sin pelearse: había recibido varias riñas de parte de sus padres para que se calmaran.
Los días pasaron. Faltaba ya un mes para entrar a la nueva preparatoria. A Rodrigo se le empezaba a notar aburrimiento, tenía ganas de salir fuera de casa. Platicaba diariamente con Mayra por Internet, pero ya deseaban verse.
—¡Rodrigo! –Saludaba su hermana-. Adivina qué: ¡mamá nos va a llevar al Bosque!
—¿En serio, Karina?
—¡Sí! ¿Y qué crees que me dijo?
—¿Qué te dijo?
—¡Que podías invitar a tus amigos!
—¡Dios mío! ¡Qué alegría!
—¡Avísale a Mayra! –recomendaba Karina.
—¡Es lo que haré! –decía con gran felicidad.
Salió de su cuarto. Rodrigo le avisó inmediatamente a Mayra por el chat.
—¿De verdad, Rodrigo?
—Sí, ¡me lo dijo mi hermana!
—¡Qué felicidad!
—¡Ya lo sé, ya lo sé!
—Yo le diré a mi mamá que me dé permiso.
—Sí, ¡por favor! Y de paso te llevas a tu hermano.
—Sabes, Rodrigo, prefiero ir sólo yo, ya sabes cómo es mi hermano de travieso.
—Como prefieras.
—¡Lo cierto es que nos volveremos a ver!
—Sí, ¡y esta vez a divertirnos!
A la noche volvieron a charlar en el chat. Mayra le habló:
—Rodrigo, ¡sí me dejó!
—¿de verdad?
—¡Sí! ¡A duras penas la convencí!
—¡Perfecto!
—Sí, ¡ya quiero que sea sábado!
—¡Yo también, sólo faltan dos días!
—¡Wii! En dos días veré a mi BFF!
Al menos ya no se sentía aburrido, permanecía feliz con la idea de que el sábado estaría en el Bosque con su mejor amiga. Aun por ello, pensó:
“Y ahora ¿qué mosca les picó a mis papás? Seguramente les fue muy bien en su trabajo, y ya han de haber terminado sus últimos gastos, ¡que por eso nos llevan al bosque! No importa cómo, pero lo importante es que por lo menos tendré un poco de distracción ¡y no estaré tan aburrido en lo que resta de estas vacaciones!”.
Llegó el gran día. Rodrigo se había ido a la cama temprano, pues no quería perderse este momento que viviría. Se durmió cerca de las nueve y cuarto, publicando antes en su estado para sus amigos que se iba porque mañana iría al Bosque. Durmió con una gran sonrisa; estaba tan feliz que pasaron varios minutos para que pudiera conciliar el sueño. Sin saber cómo, el sueño llegó. A la mañana siguiente:
—Rodrigo, ¡despierta!
—¿Qué, ya?
—Sí, levántate.
Eran las 6 de la mañana. Rodrigo se desperezó enseguida. Se dio una ducha –por cierto, el agua estaba muy fresca y disfrutaba el baño--, y al salir se secó el cuerpo con su toalla blanca, y se puso la ropa: unos shorts livis, una camisa de tirantes y encima una camiseta con manga corta. En una bolsa guardaba un cambio para cuando se metiera a la piscina, únicamente sus shorts licra y sus sandalias, se dejaría puesta la camiseta de tirantes.
—¡Vámonos! –llamaban sus padres.
La noche anterior Marifer había preparado la comida para llevar. Hizo 50 burritos de papas con chorizo, machaca y frijoles; de tomar, un galón con jugo de naranja, un refresco Coca de 3 litros y un iglú lleno de agua fresca con hielo.
Habían partido ya rumbo al Bosque. Mayra y Rodrigo habían acordado que su hermana Imelda la llevaría, los estarían esperando en la entrada.
—Y bien, ¿en qué quedaste con Mayra, cariño? –preguntaba su madre.
—Oh, sí: me dijo que su hermana Imelda la llevaría, y que nos iban a esperar en la entrada.
—¿En la taquilla de boletos?
—Sí, ahí mismo.
—De acuerdo –dijo satisfecha.
En el camino encendió su MP3, e iba cantando sus canciones favoritas, escuchándolas a todo volumen.
—¡Ya cállate! –le gritaba su hermana.
—Déjalo, Karina –decía su madre- ¿no ves que está muy feliz?
—Pues claro, ¡porque va a ver a la novia!
Rodrigo se alteró de repente, y replicó:
—¡Mayra no es mi novia!
—Ya hombre, estoy jugando.
—Mira hermana ¡ya llegaron! –gritaba una voz desde lejos, que los esperaba en la taquilla de entrada.
En efecto, Rodrigo y su familia iban llegando. Habían alcanzado apenas cupo para estacionarse, el bosque estaba lleno. Rodrigo bajaba su bastón blanco del auto, y lo tomaba con la mano.
—¡Rodrigo! –gritaba Mayra, al mismo tiempo que corría a abrazarlo.
—¡Mayra, amiga! –dijo correspondiendo al abrazo.
—Hola, Rodrigo –saludó Imelda.
—Qué tal, Imelda ¿cómo estás?
—Yo bien, gracias.
—Hola, señorita, soy la madre de Rodrigo.
—Encantada de conocerla; Mayra siempre me ha hablado de usted y su hijo.
—Bueno, entonces aquí te la dejo, Rodrigo me la cuidas mucho –dijo Imelda.
—No se preocupe, Imelda, la cuidaremos bien –dijo don Rodrigo.
—¡Claro! -Dijo Rodrigo.
—¡que se diviertan! –dijo mientras se dirigía al coche.
—¡Gracias, hermana!
Y de inmediato empezó la diversión.
Rodrigo y Mayra estaban muy felices. Le habían pedido permiso a sus padres de que fueran a caminar, pero cuidando que no se alejaran mucho de ahí. Decidieron sentarse en las bancas que estaban a pocos metros de la entrada, y comenzaron a conversar. Mientras tanto, sus padres y hermana quienes los miraban desde allá comentaban:
—No sé por qué, pero a mí me da la impresión de que estos dos acabarán juntos.
—Mayra me gusta para nuera –comentó Marifer.
—Y a mí para cuñada –dijo Karina.
—Rodrigo dice que sólo son amigos –dijo don Rodrigo.
—¿Y tú le crees? Acéptalo: ¡tarde o temprano se enamorarán! Befos ahora, ¡pero después serán novios! –insistía Karina.
—Bueno, vamos con ellos –dijo Marifer.
Los chicos se encontraban aún sentados platicando muy a gusto sobre temas diversos, de sus vidas, de todo un poco y agarrando cura con cualquier cosa. Marifer, Don Rodrigo y Karina los observaban atentamente, e iban acercándose hacia ellos.
—Qué, ¿interesante la plática? –preguntaba Karina.
—Bueno, algo –contestó Rodrigo, sonriendo.
—Sí, estamos agarrando cura.
—Bueno, entonces ¿qué esperamos? ¡Vamos a divertirnos! –dijo Don Rodrigo.
—¡Wii! –gritaban los dos al mismo tiempo, Rodrigo saltando como chapulín.
Se encaminó la familia. Iban a ir primero al Zoológico. Se apreciaban distintos animales: leopardos, leones, tigres, monos, osos, chimpancés, cocodrilos… Rodrigo sólo podía escucharlos, a excepción de los leones, quienes se encontraban dormidos, pero lograba percibir sus ronquidos. Fue un recorrido bastante agradable. Todos estaban observando y platicando de múltiples cosas; sobre todo con Mayra. Las preguntas eran para ella: el empleo de sus padres, si tenía hermanos, cómo conoció a Rodrigo, los problemas que soportaron en la secundaria, qué le gusta y qué no, qué hace en sus tiempos libres, si tenía novio… Ésta no sentía ninguna molestia ante las interrogantes de la familia de Rodrigo, quien resultó más preguntona fue Karina. Posteriormente siguieron su recorrido; ahora iban rumbo a la piscina. ¡Era la hora! Todos traían sus trajes de baño, Rodrigo se sentó en las gradas para descalzarse y quitarse los pantalones. Sacó su cambio, se dejó únicamente puesta la camiseta de tirantes. Pagaron el costo, recibieron sus brazaletes y ¡manos a la obra!
Karina, don Rodrigo y Marifer decidieron irse a las piscinas altas, mientras que Rodrigo y Mayra se quedaron en las medianas.
—Mamá, ¿adónde vamos?
—Vamos a las otras albercas.
—¿Y dejarlos solos?
—¿Qué tiene de malo, hija? Ése es el chiste, déjalos que estén un rato a solas.
—Lo que pasa es que estás celosa –ironizó Marifer.
—¿Celosa? ¿Yo, de mi hermano? ¡Por dios, mamá!
—Jajaja cálmate, estoy jugando –dijo.
—¡Es que se supone que venimos todos!
—Amor, estamos cuidándolos, no pasará nada malo si están solos, por favor tranquilízate, sólo son amigos –dijo don Rodrigo- ¡y ya deja de discutir! ¡Hay que disfrutar este momento!
Rodrigo y Mayra estaban disfrutando del agua que mojaba sus cuerpos, jugaban con ella: se zambullían, flotaban, daban manotones, hacían lluvia, nadaban… Incluso hicieron competencias para ver quién aguantaba por más tiempo su respiración bajo el agua.
Acto seguido se metieron a la cascada que estaba en medio. A Rodrigo le encantaba que le cayera el chorro en la cabeza, sentía como si le masajearan el cerebro.
Los dos estaban muy felices. Decidieron subirse juntos a los toboganes. Pegaban gritos de alegría al sentir esa adrenalina en su estómago, deslizándose velozmente con la ayuda del agua que los impulsaba.
—Rodrigo, Mayra –los llamaba Karina- ¿no quieren subirse a los toboganes que están en la piscina grande?
—¡No! –dijo de pronto Rodrigo.
—Ay, no pasa nada, miedoso, vamos –insistió.
—Sí, vamos, Rodrigo –dijo Mayra en actitud convincente.
—Bueno, está bien –dijo finalmente.
Lo que a él le asustaba eran los múltiples escalones que debía subir, no eran tantos como en aquel tobogán. Ahí se sentía cómodo, pero era el momento de probar nuevas sensaciones. Conforme subía, sentía un hueco en el estómago. Al fin llegó.
—Anda, yo te sujeto al llegar abajo –dijo don Rodrigo, quien los estaba esperando en las escaleras.
—Y yo me resbalo contigo –tranquilizó Mayra a Rodrigo. Ella se moría por subirse.
—Bueno, vamos.
La velocidad del deslice era mayor, la fuerza era más potente y la emoción muy extraordinaria. Los dos gritaban como locos ¡era una experiencia maravillosa!
Don Rodrigo los sujetó cuando llegaron para que ninguno se ahogara, cubriéndose los orificios nasales para que no les entrara agua.
Al cabo de unas horas salieron para comer. Al terminar bebieron jugo de naranja y poco después, al haberse secado, se sentaron para jugar un momento lotería: Mayra se la había traído.
La familia contaba con suficientes monedas, pues ellos también jugaban frecuentemente en casa. Marifer le ayudaba a llenar las cartas, en una ocasión ganó.
EL día había terminado. Mayra estaba tan feliz, se la pasó muy bien. La llevaron a su casa y poco después se fueron. Rodrigo estaba muy contento, había pasado un súper día junto con su mejor amiga, agradeciendo a sus padres por haberles regalado este momento.
Pasado ya un mes, aún faltando una semana para entrar a la preparatoria, la preparación comenzaba: fueron a comprar el uniforme, una nueva mochila para su laptop, hojas y fólders para las impresiones, engrapadoras, clips, todo un equipaje; habían ido ya a la preparatoria a inscribirse: todo estaba listo.
Víctor había llegado de París. Se había al menos relajado, mas su gran sueño se terminaba, tenía que despertar. Volvía a la triste realidad. Se conectaba por chat, y por suerte estaba Gregorio.
—Hey tú, ¿ya hiciste el trabajito que te encargué?
—Ah, hola, Víctor ¡todo está listo! ya investigué su prepa.
—Dime ¿en cuál irá?
—En COBACH Baja.
–OK, ¡gracias por decírmelo!
—Ahora sí, estúpido –decía entre sí- ¡ya nada será como antes! Ahora sé en que preparatoria vas ¡prepárate!
…
Continuará