Texto publicado por Gory

Entrevista sacada de Tiflo libro, enviada por el amigo Migue de Portu, que anda atareado...

Gracias a Migue que me la envió por privado y me permite publicarla en BW... "A los paisajes y a las personas los recuerdo por su luz"

Manuel Gallego, arquitecto, premio de Oro de los Colegios de Arquitectos de
España.
Tengo 75 años. Nací en Carballiño (roblecito), Ourense, y vivo en Carballo
(roble), A Coruña. Casado, dos hijos, dos nietos y un perro. Mi idea
política es la solidaridad, cuando hay generosidad, las cosas van bien. Creo
en el misterio, en la esperanza. . . No sé si creo o quiero creer.

El poder del asombro.

Nació en un pequeño pueblo entre bosques nublados. "Yo me fui, viví en
distintos países, pero acabé volviendo". Su arquitectura se define por la
luz y el respeto. Transmite integridad. Le gusta sentarse bajo su carballo y
olerlo, y persigue un desarrollo más razonable para Galicia. "En Galicia el
paisaje sufre, y se defiende cubriéndose de hojas". Eso es la arquitectura:
ver el mundo sensible. Y el paisaje es estar en él: "Es el orden en el que
vives, tu orden queda escrito en el territorio". Insiste en que hay que
educar en el asombro. Autor del Museo de Bellas Artes de A Coruña (premio
Nacional de Arquitectura) y las Casas de la Cultura de Chantada y Valdoviño,
dio una conferencia en el COAC.

A los arquitectos les pierde un poco el ego.
Como a casi todos los creadores, pero en nuestro caso con repercusión
social. Para ser generoso hay que ser un poco loco: dar lo tuyo a otro,
ofrecer lo mejor, va en contra de la naturaleza animal humana, y por eso lo
admiro tanto.
¿Cuáles han sido sus obsesiones?
La luz como creadora de tiempos, de sensaciones vitales. Yo recuerdo los
paisajes por la luz, y a la gente, si no fuera una cursilada, le diría que
también la recuerdo por su luz.
No me parece una cursilada.
Pues me he puesto colorado. Yo no analizo si un paisaje es bonito o feo, lo
que me interesa es sentirme parte de él, y procuro trasladar esto a mi
arquitectura: crear espacios, mundos en los que cabe todo por muy pequeños
que sean.
¿Qué es una casa?
Esa pregunta me la he hecho yo muchas veces, y creo que tu recuerdo del
espacio es la suma de las casas en las que has vivido, por tanto, una casa
debe tener una forma abierta, llena de oportunidades: que pueda correr la
brisa, que tenga rincones silenciosos, sol, sombra... El buen diseño no se
ve, te ofrece cosas y no te pide nada.
Los edificios de aluminio y cristal oscuro en el Mediterráneo me atormentan.
Son aberrantes, máquinas de consumir. Yo estoy porque todo sea sostenible.
Creo que el ecologismo, la concepción del recurso ilimitado, es uno de los
grandes avances de la humanidad, la solidaridad con lo vivo. Pero alguna
arquitectura que se llama ecológica me parece pura especulación.
¿Cuál es su ética?
Hacer lo que me parece razonable. Valoro lo que cuestan las cosas y no
apruebo los espectáculos gratuitos. La arquitectura es para que se use y
para que se viva, y creo que eso no está reñido con lo creativo.
¿Qué lee usted en el paisaje de España?
Una especulación feroz, una carencia de creatividad absoluta, sobre todo por
parte de los políticos. El paisaje es la expresión de unos modos de vivir,
de un orden económico y cultural, y el mundo del consumo exacerbado destruye
el paisaje.
Los museos parecen mausoleos.
Deberían ser un espacio de montaje, como un teatro. Fíjese en que las
exposiciones importantes transforman el espacio. Y hoy proliferan los museos
de todo, hay mucho exceso de caricatura, de venta de espectáculo.
¿Separa vida y arquitectura?
Intento juntarlas, pero soy consciente de las diferencias: la arquitectura
tiene una tendencia a lo espectacular, y eso no es la vida. Y aun sin
querer, a menudo añades clichés, porque es lo que respiramos. Hay que ser
bastante crítico con las apariencias.
¿Qué se exige?
Ser más libre y aprender constantemente para contestar lo fundamental, es
decir, a su pregunta de qué es una casa.
¿Cómo es la suya?
Con pequeñas modificaciones la podría hacer suya. La gente cuando se hace
una casa quiere diferenciarse del vecino. Yo quise hacer una casa que
mostrara lo que tenemos en común todos los vecinos del mundo.
Dormimos, comemos, compartimos...
Sí, y también nos gusta la soledad, y si te despierta un rayo de sol mejor
que sea el que nace, las camas bien orientadas... Todo eso que todos
queremos y no todos pueden.
Ha mencionado el feng shui.
Veo que funciona. Todo se reduce a sentido común y sensibilidad, cualidades
que pierdes cuando te supeditas a una moda.
Hay modas nefastas, como los edificios frente al mar sin terraza.
¿Se ha fijado en que las casas no quieren tener ventanas, sino que son todas
uniformes? Son objetos con piel, no tienen la naturalidad de las casas
antiguas, que eran realistas.
Muy inquietante.
Parece que la vivienda esté pensada para algo distinto del usuario. ¿Cómo
voy a tener yo a un tipo tras un cristal tintado si puede abrir una ventana
y respirar? Poder ver el amanecer o una tormenta..., ¿cómo se pueden anular
esas experiencias de la vida de una persona si las puedes tener a mano?
¿Usted ha puesto ventanas para ser abiertas en sus edificios de oficinas?
Sí, en Pontevedra, para que entre la brisa del mar, pero sabía que me
enfrentaba a hacer algo proscrito, estamos en un mundo en que el hombre es
ante todo un consumidor.
Las plazas duras me producen tristeza.
Y a mí. Hay relaciones que son intrínsecas al ser humano: el ruido del agua,
estar debajo de un árbol..., eso es la vida, aunque llegue la estupidez y
las olvide, pero son cosas pasajeras, vendrán épocas en las que habrá que
derribar muchas cosas.
¿Y esa manía de ordenar el espacio?
Para mí, ordenar el espacio significa que donde hay un bosque, no meter
casas; donde hay un río, no construir una industria, que las junten, que
sean sostenibles y no molesten. Dejar espacio libre y sin control me parece
fundamental.
¿Qué le cuenta a sus alumnos?
El principio de toda educación cultural debería ser una mirada sensible, una
relación cariñosa con las cosas.
Cariño, bonita palabra
El cariño es una de las cosas que más me impresionan en la vida, es tan
misterioso... Hasta mi relación con el perro. ¿Por qué eso del cariño? ¿No
lo ha pensado nunca? Y, sin embargo, lo cambia todo.

Ima Sanchís.
LaVanguardia.