Texto publicado por José Jahir

¿Qué dijeron: Jahir desapareció del planeta? Pues no, ¡aquí he vuelto! Y ¿a que no saben con qué les vengo en este momento? ¿No? ... Bueno pues lo que tanto han esperado, ya por fin les quito esa ansiedad: "Amor a distancia" ¡Capítulo 3!

¡Amigos! No saben cuánto los he extrañado, de verdad. Pues miren, no me lo van a creer ¡l´legué después de ausencia con algo que vale la pena, con un regreso creo yo, triunfante! ¡Aquí les traigo ya por fin el capítulo 3 de amor a distancia! Está ya , esperando a ser leído, muy bueno (creo yo, ya me lo dirán ustedes, ¡está cargado de muchísimas sorpresas!). Espero muchos muchos comentarios en esta publicación. Los usuarios nuevos que entran y a quienes quieran seguir mi novela es´tá en mis publicaciones, pero para los que ya han seguido los capítulos anteriores , no tienen qué esperar más!
Cualquier cosa ya saben. Sin más preámbulos, los dejo con el capítulo 3 y ¡que lo disfruten!

Capítulo III
La preparatoria: nuevos amigos a montones

Las cosas estaban tranquilas. Rodrigo se encontraba disfrutando su última semana de este verano, esperando con gran ansiedad que ya llegara ese mágico día, lunes 15 de agosto. Decidió aprovecharla al máximo, e iba junto con sus padres al parque por las tardes, don Rodrigo lo llevaba al que está cerca de su casa. Acostumbraban llevar una pelota y entre los dos pasársela, atrapándola con las manos.
—¡Ahí va, prepárate! –le decía a su hijo.
Don Rodrigo tenía el mismo físico que su hijo, el único rasgo distinto fue el color de los labios y la forma de la nariz. Por lo que respecta al carácter, éste sacó el de su madre Marifer: alegre, risueño, cariñoso… don Rodrigo era un poco más reservado y con aspecto serio, pero una excelente persona. Era cariñoso a su manera; a Rodrigo le demostraba su afecto dándole una leve palmada en la cabeza, o simulando bofetadas hacia las mejillas de su hijo, zarandeándole el rostro hacia los lados. Al principio se enojaba, pero con el tiempo se le hizo costumbre.
—¿Puedo jugar con ustedes? –preguntaba Marifer.
—¡claro, mamá, ven!
Y se formó un triángulo en donde se pasaban la pelota, alertando siempre a Rodrigo cuando se la fueran a aventar para que la atrapara. Karina se encontraba de fiesta con sus amigas en otro lado.
—Lástima que tu hermana no vino con nosotros, a ella le fascina jugar al voleibol –decía Marifer.
—Déjala mamá: si ella prefiere andar en otro lado, pues es su asunto. Pero aquí estamos ¿qué no? ¡Vamos a divertirnos!
Así pasaron las horas, todos disfrutando de este bello día. Al cabo de unos minutos Rodrigo se subió a los columpios, impulsándose a toda velocidad con sus piernas y agarrándose de las cadenas. Sus padres lo miraban, mientras él gritaba de felicidad, sintiendo un hueco en el estómago. Hablaban entre ellos:
—Amor, ¿cómo ves a Rodrigo? –preguntaba Marifer.
—Bueno, no sé por qué lo preguntas, mujer, nuestro hijo siempre ha sido un muchacho fuerte, que a pesar de todo ha salido adelante, independientemente de…
—De Víctor –añadió Marifer.
—Pero puedes estar tranquila, Rodrigo nos ha dicho que ya no lo molestará más, estará en otra prepa, tranquilízate amor –le decía en un tono cariñoso.
—Es que justamente es eso, tengo un mal presentimiento, como si mi hijo siguiera en asecho de él, algo siento aquí adentro.
—¡Por dios Marifer! ¿Pero qué cosas dices? No te angusties más. Tú sabes que Rodrigo a pesar de todo siempre mostró fortaleza y nunca se dejó caer ante Víctor ni ante nadie; ahora bien, si lo que piensas es que s Víctor estará allí, Rodrigo sabrá enfrentarlo como hasta ahora lo ha hecho –Don Rodrigo trataba de tranquilizar a su esposa, al parecer lo había conseguido un poco.
—No me cabe la menor duda –dijo con una sonrisa- ¡que mi hijo salió a mí: fuerte, noble, luchón, y sí tal vez tengas razón, no pensemos en cosas malas.
—Tú sabes que ante cualquier cosa nosotros estamos para apoyarlo, no lo dejaremos solo –dijo don Rodrigo, besándola en los labios.
—Anda, ya es momento de irnos, ve por Rodrigo –dijo Marifer.
—Hijo –dijo su padre- ¡ya nos vamos!
—Bien papá, ¡párame!
Y poco a poco fue disminuyendo la velocidad mientras su padre lo detenía en el columpio.
—Vámonos a casa, ya es tarde –decía.
Llegaron con Marifer e inmediatamente se fueron. En el camino iban platicando.
—Cómo te la pasaste, hijo: te divertiste? –preguntaba don Rodrigo.
—Sí papá, ¡mucho! ¡Gracias, fue una de las mejores salidas que pude tener con mi preciosa familia!
Marifer irrumpió en llanto, Rodrigo la abrazó.
—¿Qué te ocurre, mamá?
—Nada, hijo, lo que pasa es que estoy muy sensible. Eres un niño tan bueno, no mereces sufrir…
—¿Sufrir? Pero ¿de qué hablas, mamá? No te entiendo.
—Verás, hijo –intervino su padre- tu madre está triste porque piensa que volverás a estar en peligro por Víctor –en el rostro de Rodrigo se notaba una expresión de asombro.
—Pero ¡mamá! ¡No tienes por qué preocuparte por mí! Afortunadamente ese Víctor ya no me molestará más, irá en otra preparatoria, ya se los he contado.
—Rodrigo.
—¿Sí, mamá?
—¿Estás feliz?
—¡Cómo no estarlo! Si tengo a una familia tan buena que me quiere, a mi mejor amiga Mayra, y a mis demás amigos de la secundaria, estoy rodeado de amor… ¿Qué más puedo pedir? Si lo que tú piensas es que estoy deprimido por las maldades de Víctor y su amiguito Gregorio ¡madre, quédate tranquila! Porque gracias a ustedes y a la gente que en verdad me quiere, soy capaz de soportarlo todo, y siempre me levanto, no me dejo vencer. Claro, no te niego que he sentido coraje y rabia, inclusive desearía que no existieran en mi vida, pero ustedes me ayudan a soportarlo –ante esto Marifer no pudo contenerse más y comenzó a derramar lágrimas como un río desbordado, abrazando a su hijo con fuerza.
—¿Lo ves, amor? No hay por qué preocuparse.
—Ustedes sean felices y no piensen en cosas malas, disfruten la vida, así como yo la disfruto. Claro, sé que tendré amigos y enemigos, que hay veces en que no la pasaré bien, pero recuerden que con su apoyo me puedo levantar para seguir luchando.
—Claro, hijo, eso es lo que haremos –decía su madre, tranquilizándose-. No cabe duda que me sorprendes, Rodrigo. Tienes una fuerza admirable, y nos demuestras que a pesar de tu ceguera no te dejas vencer, ojalá todos fueran como tú.
—Bueno, dejemos este tema por la paz –sugirió Rodrigo- ¡y abrácenme los dos!
Y los tres se fundieron en un cálido y tierno abrazo.
—Los quiero mucho ¡mucho!
Habían llegado ya a su casa. Marifer preparaba la cena mientras Rodrigo iba a su cuarto. Se puso a leer su libro de biología de secundaria. Por un momento se apartó de su lectura y su mente vagó en recuerdos sobre la plática que tuvo con sus padres hace unos instantes.
—Pobrecita mi madre –dijo- está mortificada por cómo me irá en la preparatoria, piensa que estoy en peligro por Víctor. Dios, tú eres el único que sabe mi destino ahí ¿y si resultan ciertas sus sospechas?, ¿y si Víctor vuelve a aparecer en mi vida en la misma preparatoria? No, no. Tranquilo, no pienses en eso; lo cierto es que estoy muy feliz aunque desconcertado porque no sé lo que me espere. Sólo te pido, señor, que me des la fuerza necesaria para lo que venga, porque gracias a ti y a mis seres queridos no me sentiré desamparado.
—¡Rodrigo! ¡Baja a cenar amor! –llamaba su madre.
—¡Voy, mamá!
El olfato de Rodrigo percibía un rico mole con arroz colorado; de tomar había refresco coca de 600 mililitros y de postre una rica pieza de pan –las conchas eran sus preferidas-.
—Madre, ¡está delicioso!
—Es la comida que tanto te gusta, te la hice con mucho cariño.
—¿Y yo qué? –decía don Rodrigo- ¿no soy tu consentido amor?
—Tú también, mi chiquito precioso –se dieron un beso. Rodrigo carraspeó.
—Ya, dejen sus arrumacos, vamos a comer –los padres reían.
Habían empezado, no sin antes dar gracias a Dios por los alimentos que se llevarían a la boca. Ante todo, Rodrigo fue educado bajo la fe católica, así que creía en la Virgen María y en Jesús, y siempre oraban a la hora de dormir, al despertarse y al comer.
Rodrigo había quedado satisfecho. Dieron las diez de la noche, así que decidió ir a su recámara a chatear un rato con sus amigos.
—¿Qué tal tu día, Rodrigo? –preguntaba Mayra.
—¡Me la pasé de maravilla, Mayra! Fue uno de los mejores días que pude pasar con mis papás.
—Qué bueno, no sabes qué gusto me da eso. Es lindo que tengas una comunicación así con tu familia, que te lleves súper con ellos, que puedas contarles todo…
—Mayra –la interrumpió.
—Necesito hablar contigo sobre algo que me ocurrió mientras estaba con ellos, pero pienso que debemos hacerlo personalmente.
—Perfecto, ¿qué te parece el sábado?
—Sale. Yo le pediré permiso a mis padres para que me dejen ir.
—Sí, y yo a mi madre. ¿En dónde nos vemos, ahí en casa de tu abuela?
—Sí, ahí mismo.
—Bueno, ya estás. Te dejo, me iré a dormir ¡nos vemos mañana!
—adiós amigo, ¡descansa!

Por otro lado, Víctor y su padre habían ido ya a la preparatoria de su enemigo para inscribirse. No les costó trabajo conseguir el cambio; al parecer don Agustín era muy amigo del director de CETIS, y pudo lograr que lo cambiaran después de pasada ya la fecha límite.
Era un hecho: ya estaba inscrito. Víctor le pidió de favor a su padre para que también entrara Gregorio, el cual no tuvieron problema para meterlo.
—Oye, Víctor ¿por qué quisiste ponerte en esta prepa? ¡Está bien horrible!
—Bueno, me gusta y además porque tengo razones muy poderosas para querer entrar aquí –decía, con una sonrisa maquiavélica.
—Veamos… ¿es acaso ese ciego? –preguntó.
—Exactamente papá –dijo-. Tengo ganas de divertirme otros tres años con él.
—Bueno, pues si es así, entonces cuenta con ello. Ahora es todo tuyo.
Los dos reían de alegría. No cabe duda: padre e hijo eran de la misma calaña.
De repente, alguien que llegaba a inscribirse los miró alejarse:
—No, ¡esto tiene que ser una broma! ¿Pero qué rayos hace ese infeliz aquí? ¡Y viene con su padre! ¡No, dios mío!

Era Mayra. Se había quedado muda ante la sorpresa. ¿Cómo iba a ser que volvería a soportar a Víctor?, ¿cómo era posible que su mejor amigo volviera a tener que aguantarlo otros tres años más?
—¿Qué tienes, Mayra? –preguntaba su hermana Imelda.
—¡Me muero, me muero! No puede ser, ¡pobre Rodrigo!
—¿De qué hablas? –dijo, sin comprender.
—¡Ése estúpido de Víctor, se inscribió en el COBACH! ¿Te das cuenta?
—¿Qué?
—Sí, así como lo oyes, ¡los acabo de ver yéndose a él y a su padre!
—Esto tiene que ser una broma –dijo Imelda en un susurro.
—¡Sí, eso debe ser! ¡una broma! Dios, que esto sea una pesadilla, ¡no lo soportaría más! Pellízcame, seguramente estoy soñando ¡pellízcame!

Recibió un pellizco de su hermana, y se dio cuenta que era una triste y cruel realidad. No podía ser más que una coincidencia fatal que les jugaba el destino.
Mientras tanto, Rodrigo estaba muy feliz, y ansioso por contarle a Mayra las sospechas de su madre respecto a Víctor. Pero él no se imaginaba la sorpresa, no podía ser posible que Mayra habría descubierto su sospecha, y que ésta fuera realidad: Víctor estaría con él nuevamente. En varios días no se hablaron, Rodrigo le insistía por el chat pero no había respuesta. No soportaba la idea de ser ella quien le diera la noticia a su amigo y prefirió no contarle nada. Ante esto se preocupó. El sábado había ido a casa de su abuela Soledad para esperar a Mayra como habían acordado, pero ella no llegó.
—Mayra, ¿qué pasa? ¿Por qué no llegas? Necesito hablar contigo urgente, ven por favor –suplicaba para sí.
Otra voz decía, como si le respondiera a Rodrigo:
—Lo siento, Rodrigo, pero no puedo ir. Discúlpame de verdad, pero es que si voy ¡no, simplemente no podría! ¡No puedo decirte que Víctor estará en el COBACH, no sería yo capaz de causarte este dolor!
—¿Qué pasó, hijo? ¿no ha llegado Mayra?
—No, mamá, y no sé por qué. Siento que algo raro ocurre con ella.
—¿Por qué lo dices?
—Porque tengo días hablándole por el chat, para preguntarle lo de ahora, y para charlar un poco, pero no me ha respondido. Me urge hablar con ella, yo siento que me oculta algo.
—No lo creo hijo. Quizá se enfermó o tuvo algún contratiempo, yo qué sé.
—No, mamá –dijo angustiado- Mayra no es así, me lo hubiera dicho.
—Seguramente le acaba de ocurrir, no pienses cosas.
—Puede ser, pero la verdad es que yo me siento intranquilo.
—Mira, cálmate. Esperémosla un poco más, aún queda tiempo.
Y pasó el tiempo, pero Mayra no llegó.
—¿Qué pasa, hija por qué no fuiste a ver a Rodrigo?-preguntaba su madre.
—No, mamá, no podría, no lo soportaría
—¿Por qué?
—Lo que pasa es que Víctor, nuestro enemigo, ¡se inscribió en el COBACH con nosotros!
—Pero ¿cómo?
—Sí, mamá. ¡Así es!
—No puede ser posible, esto no puede ser, ¡pobre Rodrigo!
—Lo mismo digo yo, lo mismo digo mamá! –dijo Mayra llorando.
—Hija, yo creo que él tiene derecho a saberlo.
—Lo sé, pero no puedo decírselo yo.
—¿Y por qué no?
—Porque no quiero ser yo quien le cause tal sufrimiento, no lo soportaría.
—No, hija no te equivoques. Rodrigo merece saberlo para que se atenga a él y sepa a lo que se enfrenta, necesita enterarse. Te lo agradecería mucho si lo hicieras, ya que tú eres la única que lo vio. No le causarías un dolor; al contrario, le demostrarías tu lealtad y tu verdadera amistad, y sabría que siempre estás apoyándolo ante cualquier circunstancia, que en esto y en todo están unidos como siempre lo han estado. Él confía mucho en ti, no lo defraudes ahora pensando que esto será lo mejor. Si no es por ti, se enterará por el mismo Víctor.
—Mamá, tienes mucha razón, ¡no lo había pensado de ese modo!
—Pues ¿qué esperas? ¡Ve con él, te doy permiso!
—¡Claro, mamá ¡iré con él! Gracias por tu consejo, ¡te quiero mucho!
—Y yo a ti hija –Mayra la abrazó y la besó en la mejilla. Su madre sonreía al verla alejarse.
“No cabe duda que su amistad es muy fuerte” pensó.

Las ocho y cuarto. Rodrigo y su familia estaban a punto de irse, cuando de repente…
—¡Rodrigo, Rodrigo!
—¿Mayra? ¡Mayra, viniste! –se abrazaron.
—Oh, llegaste. Estábamos a punto de irnos –dijo Marifer.
—¿De verdad? –preguntó.
—Sí, justo estábamos diciendo que ya nos iríamos, cuando en eso entras.
—Mamá, ¿podemos quedarnos otro rato más? -dijo Rodrigo, ya mucho más tranquilo.
—Sí, ¡claro! Yo mientras estaré en la cocina con tu abuela y tus tías. Los dejo platicar a solas.
—Gracias –dijeron los dos.
Mayra y Rodrigo platicaban en la sala.
—¿Qué pasó, Mayra? Creí que no vendrías. ¿Estás bien? Tuve un presentimiento horrible. ¿Por qué no me has contestado en el chat?
—Ay, Rodrigo, necesito decirte algo.
—¿Qué tienes?, ¿por qué estás llorando? –dijo, mientras la abrazaba.
—Es que… te tengo dos noticias: una buena y una mala.
—¿Cuál es la buena?
—La buena es que ¡iré contigo en el COBACH! –dijo cambiando su tristeza a felicidad.
—¿Qué?, ¿de verdad?
—Sí, ¡iremos juntos!
—¡Guau, no lo puedo creer! ¡Pero qué alegría! –se abrazaron eufóricamente.
—¿Y… la mala? –preguntó, tomando un semblante serio.
—Bueno, es que no sé cómo decírtelo.
—Vamos, escúpelo.
—Víctor irá también en el COBACH.
—¿Qué? –su rostro encajaba sorpresa- ¿estás hablando en serio, Mayra?, ¿pero cómo?
—Sí, Rodrigo, desafortunadamente así es.
—No no, esto no puede ser –decía Rodrigo, con gran preocupación- ¿pero cómo está eso?, cómo lo sabes?
—Anteayer fui a inscribirme, y cuando iba saliendo con Imelda los vi a él y a su padre irse, estaban saliendo de la dirección.
—Dios mío, ayúdame por favor, esto no puede estar pasando –dijo.
—Lo sé, por eso no quería venir, sabía que esta noticia te afectaría.
—¿Y pensabas no decirme nada?
—Sí, eso pensé.
—¡No Mayra! Yo necesitaba saberlo, qué bueno que hiciste bien en venir, no podría soportar la idea de que tú lo supieras y no me hubieras dicho nada. Recuerda que tú y yo estamos unidos en todo, y nos debemos apoyar siempre.
—Agradécele a mi madre, que fue la que me aconsejó.
—Amiga, debemos estar muy unidos. Nos tocará enfrentarlo de nuevo, y hay que estar abusados, no sabemos qué nos espera; quizá esté planeando el contraataque, y puede que venga con más fuerza.
—Pero ¿no te sientes triste?
—De eso quería hablarte. Ya veía venir algo parecido: el martes que salí al parque con mis papás, mi padre me dijo que mamá se sentía muy triste pensando en la idea de que yo estaría nuevamente a merced de Víctor en la preparatoria. Y no es exageración, yo me llegué a plantear esa posibilidad la misma noche que llegué a mi casa, pero luego me dije: “aleja esos pensamientos, no pienses en eso”. Sólo me quedo pidiéndole a Dios que me ayude y que nos ampare. Por eso debemos apoyarnos, y lo mismo que le dije a mis padres te lo digo a ti: soy el ser más feliz sobre la tierra porque los tengo a ustedes. Tengo tu amistad, mi familia, mis otros amigos en la secundaria al club… ¿qué más pido? Y gracias a eso es que puedo superar las adversidades con Víctor, porque sé que todos me apoyan.
—Ay amigo, me sorprendes de verdad: eres una persona admirable, ¡ojalá todos fueran así!
—Las mismas palabras me dijo mi madre –dijo con una gran sonrisa.
—Bueno, me has dejado mucho más tranquila. Muchas gracias Rodrigo.
—¡Gracias a ti, Mayra por hacer lo correcto e informarme de esto. Te quiero, y siempre nos apoyaremos como en la secundaria.
—Sí, ¡así será Rodrigo! –se dieron un abrazo-. ¡Nos vemos el lunes!
—¡Hasta el lunes!
—¿Listo hijo? –preguntaba Marifer.
—Sí, mamá, ya se fue.
—Bueno, entonces ya es hora de irnos. ¡Rodrigo! –llamaba Marifer a su esposo- ¡Vámonos!
Se despidieron de sus tías y de su abuela, y luego se fueron.
—Papás, tengo algo que contarles –dijo Rodrigo.
—Dinos hijo.
—Madre, déjame decirte que tus sospechas eran ciertas.
—¿Qué?, ¿estás diciendo que…?
—Lamentablemente, Víctor estará en el COBACH.
—¿Cómo es posible eso, Rodrigo? –preguntaba su padre, sin poder darle crédito a lo que les decía.
—Mayra me lo dijo. Anteayer fue a inscribirse al COBACH, sí ¡irá conmigo también! Bueno, el caso es que cuando salió los miró a él y a su padre cuando iban saliendo de la dirección.
—Lo sabía –dijo Marifer- ¡mi corazón no me engañaba, yo sabía que algo así pasaría, lo presentía!
—Mamá, si les soy sincero, yo también me planteé esa idea en mi cabeza la misma noche que llegamos del parque, yo creo que algo en mí lo sabía, pero no lo quería aceptar.
—¿Y ahora, qué piensas hacer? –preguntaba su madre, sin dejar de llorar.
—Ustedes no se preocupen, las cosas estarán como ya les dije. Afortunadamente tengo a Mayra y entre los dos nos apoyaremos para enfrentarlo. Tenemos que estar listos.
—¡Eres admirable, hijo! –dijo ella.
—Sabes que cualquier cosa te apoyaremos hijo –dijo don Rodrigo.
Ya habían llegado a casa. Rodrigo quería dormir, estaba cansado, fue un día de intensas emociones. Cuando llegó cayó en un profundo sueño
El siguiente día pasó desapercibido. Disfrutaba su último día de vacaciones. Salió con sus amigos de la cuadra vecina a plaza galerías del Valle, a comer una hamburguesa y a tomarse de postre un rico helado de vainilla con chispas de chocolate. Rodrigo llevaba algo de dinero ahorrado, así que él los había invitado. Poco después llegó a su casa y se conectó un buen rato, pasándola en el tradicional Facebook y Windows Live Messenger.

Alistó su mochila nueva, incluyendo sus útiles nuevos que habían pasado a comprar. Metió su laptop y algunas hojas blancas, su regleta portátil por si tuviera que hacer algunas anotaciones importantes en Braille, todo listo. Después de haber cenado se durmió con una intensa emoción en su rostro, ya que al fin entraría a la preparatoria.
—¿Todo listo hijo? –preguntaba su padre a Víctor.
—Sí, padre. Mañana será un gran día, estoy tan feliz.
—Lo será hijo, lo será. Dale esa sorpresa a ese tontuelo, ni se imagina que estarás ahí.
—¡Por eso estoy tan feliz! ¡Ni se lo espera! –reía.
—Bueno, entonces hay que dormir, para que mañana vayas fresco y le pares el corazón del susto. Buenas noches –se despidió de su hijo, apagándole la luz.
Víctor se durmió con una sonrisa. Mientras tanto, Rodrigo decía:
—Bueno, pues es hora de dormir ¡MAÑANA SERÁ UN GRAN DÍA! –decía Rodrigo-, sólo espero que las cosas salgan muy bien para con Víctor. Ahora que sé que él irá en el COBACH ayúdanos a mí y a Mayra a enfrentarlo, sé que ya no será lo mismo. Pero también sé que tendremos cosas buenas, ¡ojalá que mi primer día de clases sea genial!
Y rezando la oración del padre nuestro, el Ave María y el Ángel de la guarda, se durmió.
Al día siguiente se despertó a las cinco de la mañana. Estaba muy recargado, muy feliz pues en pocas horas entraría al COBACH.
—AL FIN, ¡LUNES 15 DE AGOSTO! –gritaba de emoción.
Se dio una ducha, se arregló, desayunó y esperaron a que fueran las 6:30 para irse. Su padre lo llevó.
En el camino, don Rodrigo le pedía a su hijo que se cuidara mucho de Víctor, éste le decía que no se preocupara tanto, que entre Mayra y él lo enfrentarían y que estaría bien. Una vez llegaron se bajó, lo dejó en la entrada de la preparatoria y se fue.
Era una escuela particularmente grande. Se divisaba un pasillo por donde los guardias y prefectos cuidaban la salida, amplias paredes donde se colocaban los anuncios importantes de la escuela –estaban colocados los horarios de los grupos de primer semestre y sus respectivas listas-, la explanada de aproximadamente 150 metros de largo por 100 de ancho, y por ella se transitaba hacia la biblioteca, la dirección y los salones juntos a éste: Salón de maestros, Prefectura y Orientación, la última puerta. Asimismo, estaba conformada por 6 edificios ennumerados del A al F.
En el “A” se encontraba la cafetería general –donde compraban los alumnos-, los salones, el laboratorio de Física y los campos deportivos y el gimnasio y la piscina para natación. Frente a él estaba el edificio B; le seguía el C (divisado por un pasillo grande y otro pequeño), abajo los baños y el laboratorio de Química, y en la parte de arriba los salones habituales. Las aulas se ennumeraban con la letra del edificio y su número de aula. Posteriormente el D, con 4 salones, una cafetería pequeña al fondo y un salón. En la planta de arriba estaban los laboratorios de Informática (uno para primeros y el otro para la capacitación) y un laboratorio de Inglés. En el E se encontraba el consultorio médico, el salón de Música y al lado Danza, arriba salones habituales, y en el fondo la sala audiovisual; era desde aquí el atajo para ir a la biblioteca.
el edificio F no era muy bien conocido.

Rodrigo sintió muchos nervios cuando estuvo por primera vez en esa escuela. Parecía que jamás se aprendería los caminos, pero sin saberlo le bastaron sólo unas semanas para tener dominio total de la escuela. De repente un muchacho alto, de pelo rubio y complexión delgada se acerca a él:
—¿Perdido?
—No, andaba explorando la escuela.
—Bueno, es recomendable que no te alejes mucho de aquí, te puedes perder. Estamos todos los primeros, nos están diciendo nuestros grupos y el aula que nos tocará.
—¿Podrías decirme en cuál quedé? Me apellido Soto Mejía, soy Rodrigo.
—Soto, Soto, Soto –repetía constantemente el joven, buscando entre las listas- ¡Soto Mejía Rodrigo! ¡Ya te encontré: estás en el 104!
—¡Gracias! –dijo.
—Rodrigo, yo soy José Ignacio Chávez Quintanilla , mucho gusto –se dieron un apretón de manos- ¡mira, quedamos en el mismo salón! Disculpa, no quise…
¿—Acaso lo dices porque dijiste “mira”? No, estate tranquilo, no me afecta en lo absoluto.
—Bueno, está bien jaja. ¿Qué te parece si nos vamos yendo al salón?
—OK, vamos –tomó a José Ignacio del hombro y se encaminaron rumbo a su salón, D4. De pronto una voz los hace detenerse:
—¡Hola, Rodrigo!
—¡Mayra, amiga! ¿En cuál quedaste?
—¡Quedé en el 104!
—¿En serio? ¡Yo también! –dijo Rodrigo.
—¡Qué emoción! ¡Bueno, entonces vámonos! Ah, disculpa –volteando hacia Ignacio- Mayra Jacobo, ¡la mejor amiga de Rodrigo!
—Mucho gusto Mayra, yo soy José Ignacio –se dieron un apretón de manos.
—Bueno, vámonos.
—¡Hey, Rodrigo! ¡Veo que andas muy bien… acompañado! –dijo Víctor con una voz burlona mientras se acercaba a ellos.
—¡Víctor! –gritó Rodrigo- será mejor que te vayas, ahora estoy muy a gusto como para tener que aguantarte, ¡arruinas mi día!.
—Vaya, el señorito tiene valentía. Pero ¿cómo? ¿Acaso ya sabías…?
—¿Que entraste aquí? Sí, ya lo sabía, así que no me sorprende, no sé por qué te inscribiste aquí, pero sea lo que sea no me importa.
—Pero… ¿cómo lo supiste? –preguntó extrañado.
—¡Eso es lo de menos! –gritó Mayra- mejor ¡lárgate de aquí!
—Uyuyuy, ¡la novia de Rodrigo lo está defendiendo!
—¿No has entendido? –dijo Ignacio- ¡que te largues de aquí!
—¡Otro! Vaya, nunca me lo imaginé que tuvieras tantos protectores…
Ignacio estaba a punto de golpear a Víctor, pero se contuvo:
—Está bien, no es necesario. Me iré, pero ¡ya nos veremos las caras, Rodrigo!
—Cuando quieras, Víctor, cuando quieras.
Víctor se fue muy molesto y pensando cómo fue que se enteró de que iría en el COBACH. Ignacio preguntó extrañado:
—¿Quién es ese imbécil?
—Es una larga historia, que luego te contaremos –dijo Rodrigo- pero ahora tenemos que irnos.
Llegaron al salón, y por suerte, apenas iba entrando su profesor de la materia de Ética y Valores, Valentín Gutiérrez Castro. Rodrigo se acomodó en uno de los pupitres cercanos al escritorio del profesor, donde cerca había una conexión para enchufar su laptop a la corriente. Una niña estaba sentada detrás de él, quien le dirigía una mirada de asombro.
—PSSS –le dijo, tocándolo con las yemas de los dedos. Rodrigo volteó hacia atrás.
—Hola –le dijo en voz baja- me llamo Cynthia, ¿y tú cómo te llamas?
—Rodrigo –dijo tímidamente.
—Mucho gusto conocerte.
—Igualmente –Rodrigo le dio la mano
—Espera, parece que viene el profesor, luego hablamos –le dijo.
—Buenos días alumnos –un hombre obeso y pelirrojo les saludaba- soy su profesor de Ética y Valores, mi nombre es Valentín Gutiérrez Castro.
Todos le dirigían miradas de asombro. Después de un discurso, dijo: —Bueno, ahora llegó el momento de presentarse. Cada uno pasará al frente y va a decirnos su nombre completo, su edad, su pasatiempo favorito, su comida favorita y qué le gustaría estudiar. Veamos, ¿quién será el primero? –Sacó su pequeña lista del grupo, y de inmediato dijo:
—¡Soto Mejía Rodrigo!
No podía ser posible: era el primero. Estaba nervioso, no sabía qué decir. Pasó desde su pupitre al centro del salón, y comenzó a presentarse:
—Hola, me llamo Rodrigo Soto Mejía, tengo 15 años y soy ciego de nacimiento. Me gusta mucho leer y estar con mis amigos. Mi comida favorita es la pizza con espagueti y me gustaría ser psicólogo o profesor en educación especial, espero podamos llevarnos bien y hacernos muy buenos amigos –comenzaron a aplaudirle, especialmente un buen grupo de jóvenes que se distinguían entre las filas de en medio.
—Muy bien, Rodrigo ¡bienvenido! –El rostro del profesor mostraba sorpresa, pues era la primera vez que le tocaba un caso especial como éste.
—¡Velásquez ribas Cynthia!
Y así poco a poco cada uno se iba presentando ante el grupo. Le sucedieron Magalí Hernández Vázquez, Cristal Ontiveros Cárdenas, Tulio José García Corrales, Rubén Arizaga Sánchez, Leonardo Sebastián Rivera Castro, Sara Gabriela Montaño Ruiz, Perla Sarahy Núñez Prieto, Fernando Agustín Quevedo Rodríguez, José Ignacio Chávez Quintanilla, Gory Jiménez Martínez y no podía faltar la presentación de Mayra Jacobo Rendón. El grupo tenía gustos similares a los de Rodrigo.

La clase fue muy divertida con las presentaciones de todos. Al salir todos se reúnen ante el chico, incluyendo a Ignacio y a Mayra. Comienzan a dirigirle la palabra:
—Oye, ¡estuvo genial tu participación! –dijo Ignacio- ¡así ya te conocemos un poco más!
—No me extraña, yo ya lo conocía ¡y este niño es muy simpático! –decía Mayra.
—Pues mucho gusto a todos –les decía Rodrigo.
—Ya de a poco nos iremos conociendo –comentaba Magali, una niña de baja estatura, que llevaba anteojos, de complexión mediana y tenía el cabello rizado.
—Claro –afirmó Cristal.
—Oigan ¡salgamos un rato afuera! –sugirió Cynthia.
—¡Buena idea! –comentaron a coro Tulio José y Fernando.

La armonía se establecía muy bien entre los chicos que comenzaban una bonita amistad. Se la pasaron recorriendo la escuela, Rodrigo iba visualizando el camino, Gory le describía el entorno para que se imaginara el lugar por donde pasaban. Rubén estaba admirado durante el recorrido, prestándole especial atención a Rodrigo. Sin saber cómo, el tiempo había pasado. Eran las ocho de la mañana y su segunda clase estaría a punto de iniciar. Gory, tomando el horario, dijo:
—Creo que es hora de irnos, nos toca Matemáticas.
—¿Alguien que me pase el horario? –dijo Rodrigo.
—Si quieres yo te lo paso –se ofreció Ignacio.
—¡Gracias, Ignacio! Bueno, ¡vámonos!

Y emprendieron la marcha.


Esta historia Continuará.