Texto publicado por Leandro Benítez

Ni arte ni cultura. Enhorabuena Cataluña!

Llamar arte o cultura al hecho de torturar y masacrar a un animal aturdido ante la expectación de miles de fanáticos sedientos de sangre es el mayor alarde de cinismo y una manera muy burda de enmascarar la agresividad animal del mono desnudo y enjaulado que se oculta detrás de unas gafas de sol. El arte y la cultura tienen como fin la elevación y purificación de los bajos fondos que el alma humana ha ido llenando de inmundicias a lo largo de esta inevitable lucha por la existencia que llamamos vida. Las corridas de toros, por el contrario, empujan aún más hacias esos bajos fondos la poca sensibilidad humana que hemos sido capaces de destilar en los últimos miles de años. El hecho puro y duro es el siguiente: un ser animal dotado de sensibilidad, capaz de experimentar dolor y sufrimiento, como usted y yo, es arrojado a un espacio cerrado donde le espera una lenta tortura compuesta por pinchazos lacerantes de banderillas, puyas de picadores, burlas, recochineo, y estoques de espada reiterados hasta que uno consigue atravesarle el espinazo. Y, en el caso en el que el matador sea un matao, está siempre la pistola del cabo de puesto de la guardia civil. Una vez muerto, puede ser mutilado de una o dos orejas y hasta del rabo, que un señor embutido en un traje ridículo se encarga de pasear mostrándolos en las manos ante los aplausos de una peña de carniceros. Todo ello para diversión y solaz del pueblo. Si esto es cultura, tengo el orgullo de anunciarme como iletrado.

Este país nunca ha sido la reserva espiritual de Occidente, sólo ha sido la reserva de reses bravas destinadas al recochineo y, mientras miles de gente sigan disfrutando del sufrimiento de un animal indefenso, no podrá decirse de nosotros que somos más que monos desnudos y agresivamente enjaulados ocultos detrás de unas gafas de sol.

La tortura nunca podrá ser arte ni cultura, sino sencillamente crueldad.

Dokushô Villalba