Texto publicado por Germán Marconi
De lo que estoy leyendo - yo, Cayetana.
De todos los nombres que mis padres eligieron para mí - ocho o nueve - el de Cayetana es el que más me gusta y el que siempre he usado. También me encanta Eugenia. Este nombre se lo debo a la emperatriz Eugenia de Montijo, mi tía bisabuela. El nombre de Alfonsa, que también llevo, me gusta menos. Sin embargo, le tengo aprecio porque me lo pusieron por my padrino, el rey Alfonso XIII, al que tuve muchísimo cariño y del que conservo tan buenos recuerdos.
Respecto a mis títulos, me quedo con el de XVIII duquesa de Alba. Sólo dos mujeres los hemos llevado en seiscientos años; las otras fueron, en realidad, duquesas consortes. Mi predecesora fue la XIII duquesa de Alba, una mujer muy admirada por mí.
Todo ha cambiado para mí en los últimos meses, en los últimos años, pero entre tanto papeleo legal también he afrontado otras cosas, como el tema de la muerte. Aunque no me gusta hablar de ella, quiero decir que yaceré en Sevilla, incinerada. El obispo de mi querida ciudad ha consentido que mis cenizas reposen a los pies del Cristo de los Gitanos.
Yo no quiero ir al panteón de Loeches, un sitio frío, triste e inhóspito. Desde aquel día de mi primera comunión en que fui a la tumba de mamá de la mano de mi padre hasta la última vez, con mi querido Jesús, siempre ha sido una pesadilla.
Por eso tomé la decisión de ahorrar a mis seres queridos ese trago cuando me muera, con esta decisión final de incinerarme y quedarme en Sevilla.
No sé dónde colocarán lo que he dicho varias veces que sería mi epitafio:
«Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió».
Del libro “Yo, Cayetana”, autobiografía de la Duquesa de Alba, Doña Cayetana Fits – james Stuart y Silva.