Texto publicado por Leandro Benítez

¡La bolsa o la vida!

El sistema capitalista neoliberal que actualmente dirige nuestras vidas es como un salteador de caminos que cada día nos está gritando: ¡la bolsa o la vida! Si le damos la bolsa nos vemos relegados a la pobreza e incapaces de disfrutar de tantas cosas que nos gustaría poseer. Si, por el contrario, luchamos duramente por mantener o aumentar el contenido de nuestra bolsa (léase cuenta corriente), se nos va la vida en ello.

Necesitamos dinero para vivir. Y para conseguirlo tenemos que entregar la vida. Una vez que hemos conseguido el dinero que deseábamos, para qué nos sirve si ya no tenemos tiempo ni ganas para disfrutarlo. Algunos cabezas de familia trabajan desde la siete de la mañana hasta las diez de la noche. Lo hacen para poder mantener vivos a los miembros de su familia. Vuelven a sus hogares derrumbados de cansancio o de estrés, sin tiempo ni ganas para hablar con sus hijos, ni para deleitarse con las primeras palabras del bebé, ni para apreciar la necesidad de cariño de su esposa.

El nuevo grito de los nuevos salteadores de camino no es ya ¡la bolsa o la vida!, sino ¡dinero o tiempo! Si eliges tiempo te quedas sin dinero. Si eliges dinero, te quedas sin tiempo. Los nuevos (aunque tan viejos) salteadores de camino están dispuestos a darte algo de dinero si le entregas la mayor parte de tu tiempo productivo para que ellos puedan seguir acumulando más dinero del que necesitan. Por otra parte, los que no tienen trabajo disponen de muchísimo tiempo pero no saben cómo utilizarlo porque carecen del dinero necesario para moverse en este mundo. Este es el chantaje que unos pocos listos imponen por la fuerza a la mayoría.

La solución a este dilema no puede ser otra que la del reparto del tiempo productivo, del tiempo de ocio y del dinero. Debemos responder: ni la bolsa ni la vida, sino reducción de la semana laboral a 35 horas a cambio del mismo salario, a fin de que todos los trabajadores puedan disfrutar de tiempo libre en sus vidas y del nivel de ingreso necesario para vivirla dignamente.

Dokushô Villalba