Texto publicado por Oscarina González Güipe
LA HISTORIA DE CAPERUCITA (VERSIÓN MODERNA)
Después de mucho rogarle a su mamá, la Caperucita Roja por fin pudo tener su tan anhelado iPhone. La madre no había querido comprárselo pues es un aparato muy caro y además piensa que no es bueno que una adolescente tenga un teléfono inteligente con acceso a Internet.
Sin embargo pudo más la insistencia de Caperucita, quien instaló sin demora el WhatsApp, YouTube, un buen número de juegos y por supuesto que la aplicación oficial del Facebook.
Un buen día la joven tomó su iPhone, abrió el Face y posteó en su muro: “Hoy saldré al bosque a llevarle pastelillos a mi abuelita”. Acto seguido guardó el teléfono en su caperuza, tomó una lonchera y salió muy de prisa sin percatarse que apenas unos minutos después ya podía leerse en el muro de la joven: “A el Lobo Feroz y otras 53 criaturas malvadas del bosque les gusta esto”.
Y para mala suerte, Caperucita buscó en la aplicación de Mapas de su iPhone una ruta para llegar donde su querida abuelita. Ella no sabía que los mapas de Apple tienen problemas y tomó el camino más largo, guiada por las instrucciones que el susodicho mapa le señalaba.
Pero el Lobo Feroz, que era muy astuto y sí sabía de los problemas con los mapas de Apple, abrió entonces Google Maps y pudo llegar primero a casa de la abuelita por una ruta mucho más corta.
La abuelita, aunque vivía sola en el bosque, tenía muchos amigos y seguidores por medio de las redes sociales. Hace unos años hizo un curso de Internet para adulto mayor y le encantó la red social de Twitter. Por eso se abrió una cuenta y desde entonces se la pasa posteando tweets. Con el tiempo ha ganado muchos followers quienes de cariño la apodaron “la abuelita twittera”.
Un rato más tarde el malvado lobo estaba a pocos metros de la casa de la Abuelita Twittera y como él era muy astuto, cambió su foto de perfil por una que bajó del Facebook de la Caperucita. Le puso un mensaje a la abuelita avisando de su llegada y esta no se percató que era un engaño del lobo.
Así que cuando el Lobo Feroz tocó la puerta, la Abuelita Twittera abrió sin reparo pues pensó que era su querida nieta. El lobo entró, amarró a la pobre anciana y la encerró con llave en el armario. Vio la computadora de la abuela y pensó que sería bueno publicar un tweet para que así todos crean que la anciana está bien. Se sentó frente al teclado, abrió la página de Twitter pero no pudo publicar nada pues por más que lo intentó, no dio con la contraseña para iniciar la sesión de la abuela.
Así que entonces el Lobo Feroz decidió no perder más tiempo, corrió a ponerse una piyama de la abuelita y se metió a la cama a esperar a Caperucita.
Cuando la joven llegó a la casa en el centro del bosque, entró directo pues la puerta había quedado abierta y muy efusivamente fue de prisa a buscar a su abuela. La vio en la cama y luego de saludarla le dijo:
- Abuelita querida. Mira lo que me compró mi mamá.
- Veo que es un iPhone, dijo el malvado lobo fingiendo la voz.
- Si, ahora paso conectada con todas mis compas del cole, nos pasamos chismes y nos compartimos fotos.
- Que bonito Caperucita. Cuando yo era joven no había nada de eso.
- Si abuelita… es dema cool. Es más, me dejas tomarte una foto para subirla a mi muro del Face?
- Claro mijita, con gusto.
La niña muy ilusionada abrió la aplicación de fotos y enfocó la cara de la abuelita. Se asombró por lo que vio en la pantalla y dijo:
- Abuelita. ¿Qué son esos ojos tan grandes?
- Son para verte mejor.
- ¿Y esa nariz tan grande?
- Es para olerte mejor?
- ¿Y qué son esos dedos tan largos?
- Es que así puedo teclear más rápido en la computadora.
- Abuelita! ¿Y qué son esos bigotes?
- Perdón Caperucita. Creo que es por las hormonas que estoy tomando y se me olvidó rasurarme.
- Abuelita! ¿Pero que es esa boca tan grande?
- No es boca niña idiota. Es un hocico y es para comerte mejor!!!
Como ya usted supone, pues posiblemente ha leído otras versiones más antiguas de la historia, el malvado Lobo Feroz saltó de la cama y de un bocado se mandó a la ingenua Caperucita. Quedó tan lleno que le dio marea alcalina y acto seguido se volvió a recostar en la cama de la abuelita twittera.
Pero como usted también sabrá, la historia no terminó allí.
Quiso la buena fortuna que uno de los followers más asiduos de la abuelita twitera fuera un joven leñador que trabajaba en el bosque no muy lejos de allí.
El muchacho estaba terminando su jornada y se disponía a comer una merienda. Sin embargo se le ocurrió revisar su smartphone para ver qué había de nuevo en las redes sociales.
Abrió Twitter y le llamó la atención que desde hace rato no había nada publicado en el timeline de la abuelita. Se sintió muy extrañado y decidió ir a ver si había algún problema.
El leñador pensó que quizás alguna rama de algún árbol pudiera haber reventado el cable que puso la compañía de Internet en el techo de la casa de la abuela para darle el servicio de conectividad.
Cuando llegó se sorprendió a ver al lobo acostado en la cama y todo empanzado. Vio el iPhone y la caperuza roja en el suelo y de inmediato supo lo que había pasado. Así que con su hacha mató al lobo malo y con cuidado le abrió la panza.
Sacó a Caperucita, que de milagro no se había asfixiado. Igual y por si a caso, el leñador le dio algo de respiración boca a boca (cuidado pierde) y luego de constatar que la adolescente estaba bien, buscó a la abuelita twittera y la liberó del armario.
Los tres la terminaron de pasar genial ese día y ahora si que la historia llega a su fin. El leñador se hizo novio de Caperucita, la abuelita siguió posteando tweets, Caperucita aprendió a usar Google Maps y también aprendió que debe ser más cuidadosa con las amistades que acepta en su perfil de Facebook.
Y facebookin facebookeado. Este cuento se ha acabado.