Texto publicado por Germán Marconi

Lihana - Un relato de Mauricio Zeballos Montoya - Tema: integración e inclusión.

Lihana.

Hace algunos días mientras traíamos el cadáver ya descuartizado de una cucaracha al hormiguero, me surgió una inquietud. Estaba relacionada con quien nos enviaba a nuestros dispositivos móviles las alertas de posibles alimentos; y era que en toda la comunidad, no todas nos conocíamos. De hecho, yo sólo conocía unas cuantas compañeras y eran precisamente, con las que más me mantenía. El caso es que de pronto, me pregunté quién sería la responsable de que nos llegasen los mensajes a tiempo, de quien mantenía actualizada la página web del hormiguero y por supuesto, debía ser la misma hormiga, que nos mantenía al tanto de lo que pasaba en redes sociales.

Después de terminar la labor, le pregunté a Maritza una compañera que conocía bastantes hormigas y que era muy sociable, ¿que si por casualidad tenía idea de quien era la comunicadora del hormiguero? Me respondió que no tenía la más mínima idea porque éramos más de diez millones de hormigas y pues nada, por más que ella conociese, nunca iba por las oficinas de la administración, que era por donde nos imaginábamos trabajaba dicha hormiga desconocida. Sin embargo, aquella idea le caló a Maritza puesto que entusiasmada se puso a averiguar la cuestión con unas cuantas amigas de otras secciones.

Más tarde a la hora de la cena, la inquietud estaba de boca en boca en el comedor # 51, nuestro comedor; pero ninguna tenía idea de quien era la comunicadora. Pues a todas les parecía tan normal que nos avisasen de alimento, que estoy segura de que pensaban que esas cosas se hacían por si solas. Esa noche inquieta, me dormí pensando en la talentosa hormiga desconocida y varias veces estuve tentada a levantarme para recorrer el hormiguero, aunque no hubiese servido de nada pues todas dormían y la comunidad tenía infinitos pasillos con inmensos vericuetos, por los que una podía perderse, si no tenía un mapa mental muy claro de donde se hallaba.

Al día siguiente trayendo unas hojas para el almuerzo, Maritza tuvo una idea repentina; ¿y qué tal si nos vamos para las oficinas de la administración y preguntamos por la comunicadora? No creo que eso sea tan sencillo le dije. ¡Pero lo podemos intentar! Asentí y no volvimos a hablar del tema hasta la tarde cuando nos encontrábamos ya sin qué hacer.

La administración quedaba al otro lado de nuestra sección y tuvimos que atravesar todo el hormiguero, lo cual nos demoró casi una hora. Cuando llegamos, una hormiga enorme y colorada, nos franqueó la puerta y nos preguntó que hacia dónde íbamos. Le explicamos que queríamos conocer a la hormiga comunicadora. ¿Y eso como para qué? Nos preguntó la mal encarada vigilante. Para nada, dijo Maritza. Solo queríamos conocerla; ¡pues eso no se va a poder! ¡Es que ustedes como que no tienen oficio! Volvió a decir la colorada; ¡solo teníamos curiosidad pero ya nos vamos! Dije yo apresuradamente, antes que Maritza dijera algo más, que comprometiera nuestra disciplina. Salimos de allí con rabia y miedo, pero jurando planear otra estrategia que por lo menos, nos permitiese entrar.

A la semana siguiente y después de darle muchas vueltas al asunto, llegamos a la conclusión de que necesitábamos ayuda de Marcela. Nuestra jefe de sección, pues de otra forma, nunca podríamos llegar hasta la comunicadora. Le comenté el caso a Marcela y ella me escuchó con atención, luego de lo cual me dijo que ella personalmente no tenía el gusto de conocer a Lihana, que así se llamaba la comunicadora. Únicamente sabía su nombre, pero sí sabía quién nos podía ayudar. ¡Así que se llamaba Lihana! Ya por lo menos tenía un dato. Pero la cuestión no se hizo esperar; al día siguiente Marcela, me presentó a una hormiga muy bonita que yo no había visto nunca. Se llamaba Beruka y era la coordinadora de logística en el hormiguero.

Nos sentamos a hablar bajo la sombra de uno de los limoneros del patio central. Beruka se interesó por mi curiosidad acerca de Lihana, pues le parecía bastante raro, pues nunca una obrera se interesaba en ver más allá de sus cuatro o cinco compañeras más próximas. Es más, decía. Ni siquiera en toda la sección, se conocen unas a otras tanto así, que la psicóloga Elizabeth, dejó de programar las jornadas de integración, ya que nadie asistía ni se interesaba en ello.

Yo le dije que todo eso era verdad, pero que mi curiosidad era genuina y que tampoco sabía el porqué de dicho interés; Beruka se incorporó y con un ademán, me indicó que la siguiera. Caminamos hasta llegar al edificio administrativo. Pasamos por delante de aquella vigilante que no me dejó pasar cuando fui con Maritza días atrás. Tomamos el ascensor y subimos hasta el octavo piso donde un aviso luminoso decía, Departamento de Comunicaciones; entramos a una gran oficina con muchos muebles pero que tenía las luces apagadas. Al fondo, escuché un rumor de teclas y algo más que no pude identificar, parecido a una voz electrónica.

Beruka saludó cuando nos estábamos ya acercando a la mesa principal; ¡buenas tardes Lihana! Dijo Beruka. Una hormiga con una voz melodiosa le correspondió el saludo y de inmediato, comprendí que Lihana era ciega. ¡Aquí hay alguien que te quiere conocer! ¡Hola soy Nancy de la sección 51 y quería conocerla por curiosidad! Me escuché decir, mientras miraba con detalle a aquella increíble hormiga. Nos sentamos y de inmediato Lihana, me mostró su lugar de trabajo; me explicó, que su ordenador se hallaba adaptado con tecnología de soporte, para que ella, pudiera ser totalmente independiente en sus funciones. Tenía también a su cargo, dos jóvenes hormigas practicantes que le ayudaban en las labores más manuales, como actualizar las carteleras, repartir los volantes informativos y el diseño de la revista institucional que salía cada mes.

Impresionada, observé como esta joven y bella hormiga, se desenvolvía como una hormiga normal en su puesto; como leyéndome el pensamiento, Lihana me dijo que por desgracia en nuestra sociedad, a veces, hormigas como ella, se encontraban en entornos discapacitantes. Entornos en los que por todos los medios, se le hacía entender a la hormiga que no era capaz y por ende, no servía para nada. Y lo más importante en su situación de ciega, no era la tecnología adaptada. Lo más importante dijo, es que la sociedad se libere de prejuicios con nosotras y entiendan que hacemos las mismas cosas que todos, sólo que las hacemos de una forma distinta. Así es pensé. No hay barreras, después de derrotar la barrera del pensamiento. Luego de aquella visita, vinieron muchas más hasta el día en que Lihana hizo la petición formal a la presidenta del hormiguero, de trasladarme al área de comunicación pues ella había visto mi talento periodístico y planeaba una serie de cambios en la revista, integrándolos con lo que se venía haciendo en la página web. El martes 12 de octubre, me despedí de Maritza y de mis compañeras de la sección # 51, para asumir mis nuevas funciones, en el departamento de comunicaciones del hormiguero Santa Elena. Hay que abrir la mente. Decía Lihana y ésta, fue su principal enseñanza. Y cada día a su lado aprendo de muchas más cosas; cosas, de las que nunca hubiese tenido idea, si no fuese por la curiosidad de aquella tarde, cuando transportábamos un cadáver de un insecto.

Hoy en día, soy la sub directora de comunicaciones. La mano derecha de Lihana, quien no por tener algo de más colaboración es menos proactiva. Es una hormiga incansable y nunca, la dejaré de admirar.

MAURICIO CEBALLOS MONTOYA.
En su blog La idea que da vueltas.

PS: disculpen, no pude pegar el enlace, porque nho logro ir desde mi correo al blog, algún error en Internet.