Texto publicado por Félix Manuel
mitología griega. Belerofonte y la quimera.
Quien más, quién menos, ha oído hablar alguna vez de Pegaso (el caballo alado de la mitología griega) y de Quimera, el monstruo horrendo que vagaba por Asia Menor engullendo a cualquier tipo de animales y atemorizando a la población.
Pues bien, el nexo común que existe entre ambos personajes mitológicos hay que buscarlo en el héroe griego Belerofonte, hijo del rey Glauco de Corinto (hay que decir que otras tradiciones le sitúan como descendiente de Poseidón) y de Eurímede.
Aunque su verdadero nombre era Hipónoo o Leofontes, se lo cambió al matar por accidente a un tirano corintio que se llamaba Belero (Belerofonte quiere decir “asesino de Belero”). Tras este desafortunado incidente, Belerofonte huye a Tirinto con la esperanza de purificarse; allí, es acogido como huésped en la corte del rey Preto, donde su mujer se enamora a primera vista de Belerofonte y se le insinúa un buen número de veces.
Belerofonte rechaza todas las propuestas y Estenebea, que así es como se llamaba, ofendida, le acusa de intentar violarla. Preto, por no violar las sagradas leyes de hospitalidad, decide enviarle a la corte de su suegro con una carta donde le explica lo que ha pasado y da orden de que lo mate. El padre de Estebenea, el rey Lóbates, recibe el encargo y decide enviarlo a combatir con la Quimera, esperando que ésta le diera muerte.
Antes de partir, sin embargo, nuestro héroe fue a consultar sobre esta difícil empresa al adivino Poliido, quien le aconsejó que para ello capturase a Pegaso. Fue la diosa Atenea quien le brindó una brida de oro para que pudiese domar al caballo.
Montando a Pegaso y estando bien armado, Belerofonte emprendió su viaje. Cuando se encontró con la Quimera, comenzó a volar sobre ella y a lanzarle flechas, para acabar hundiendo la punta de su lanza en su cara. Con el fuego que emanaba de sus fauces, el plomo con el que estaba hecha la punta se fundió, y corrió por su garganta, lo que acabó por darle muerte.