Texto publicado por SUEÑOS;
inteligencia del alma:
HERMANDAD
Yo valgo dos y tú vales dos, pero juntos no valemos cuatro, sino ocho.
Marilyn Ferguson.
El Homo Sapiens, desde el principio de los tiempos, ya tuvo muy claro
que para sobrevivir y desarrollarse, tenía que ejercer su capacidad de
asociación. Sabía que este requisito era fundamental para lograr
objetivos mayores que los que sería capaz de conseguir a nivel puramente
individual. Con el paso del tiempo, los colectivos de seres afines
confirman que los efectos derivados de la asociación hacen algo más que
sumar las posibilidades que aporta al grupo cada uno de sus componentes.
Posteriormente, mediante el concepto sinergia, la Ciencia subraya el
efecto multiplicador de las fuerzas en juego que viene a decir: yo valgo
dos y tú vales dos, pero juntos no valemos cuatro, sino ocho. Otra forma
de expresar que una colmena es más inteligente que cada una de sus
10.000 abejas.
La interdependencia de todas las cosas y la Red de la Vida que subyace
entre neuronas, átomos y estrellas confirma este increíble efecto
multiplicador que subyace en el campo de las relaciones aunadas hacia un
objetivo determinado. Un fenómeno que tiene que ver con esas misteriosas
palabras del Evangelio que no siempre han sido entendidas: "Cuando dos o
más de vosotros habléis de Mí, yo estaré entre vosotros". Tal sentencia
hace referencia a la mayor carga energética de conjunción espiritual que
puede alcanzarse cuando dos o más personas unen su intención consciente
y comparten ritos y ejercicios de entonamiento con lo profundo de sí
mismos. Cuando por ejemplo un meditador realiza su práctica en grupo,
experimenta mayor facilidad de conexión con los pliegues íntimos de su
Ser, que cuando realiza su practica de forma aislada. Un efecto
multiplicador que se ha visto recientemente refrendado por la teoría
científica de los campos morfogenéticos, desarrollada por Rupert
Sheldrake. Al amparo de dichas investigaciones sobre los mencionados
campos de energía, puede afirmarse que cuanto mayor es el número de
personas que realizan una determinada función, como por ejemplo, buceo o
informática, más insospechadamente "fácil" resulta realizar estas
actividades para los que seguidamente lo inician.
La influencia "invisible" de dichos campos morfogenéticos encontró su
refrendo en los años 90 con un amplio grupo de practicantes de la
llamada Meditación Trascendental. El experimento se llevó a cabo en
varias ciudades del mundo con grupos de entre 500 a 1.000 practicantes,
que de manera diaria y durante un año se comprometieron a meditar
reunidos, al tiempo que se llevaba a cabo un riguroso y complejo control
de los índices de conflictividad acontecida en un ámbito geográfico de
cinco kilómetros a la redonda del lugar en el que se realizaba tal evento.
Se trataba de medir la influencia sutil que una masa crítica de
meditadores podía ejercer sobre la conducta de los seres humanos de sus
alrededores que, ajenos al experimento, vieron disminuir, de manera
notable, los suicidios, las detenciones, los malos tratos, las
denuncias, la devolución de letras y otros múltiples factores de
conflictividad social. La relación existente entre el evento
meditacional del grupo y el resultado de tales estadísticas, resultó
curiosamente convincente, siendo también experimentado por reconocidas
universidades europeas y americanas.
En realidad, la relación solidaria y hermanada de los seres humanos, no
sólo es un dinamizador de la eficacia hacia le logro de objetivos, sino
que también potencia, de manera extraordinaria, el equilibrio afectivo y
la capacidad de aprender, inherente a todo proceso de expansión de
conciencia.