Texto publicado por SUEÑOS;
cuando la mente nos engaña:
Había una vez un trabajador pobre llamado Sheikh Mahmoud.
Un día, su patrón le dio un pote de arcilla lleno de nata liquida y le dijo que lo llevara a la población más próxima.
Si lo haces, le dijo el patrón, te daré dos rupias. Si dejas caer el pote, tendrás que pagar la nata.
Sheikh Mahmoud se colocó el pote sobre la cabeza y emprendió el camino. Mientras caminaba, comenzó a pensar:
Voy a tener dos rupias. ¿Qué haré con ellas?.
En esa época todo era muy barato. Por una rupia, uno podía comprar veinticinco pollos.
Sheikh Mahmoud se dijo: Eso es, compraré pollos. Se multiplicarán, y pronto tendré cien pollos, quinientos pollos, mil pollos, diez mil pollos.
Entonces venderé todos los pollos y compraré cabras. Tendré cabras y ovejas y una granja grande.
Las cabras y ovejas se multiplicarán, y cuando las venda compraré mercancías. Me convertiré en un gran mercader.
Luego me casaré y tendré una casa. Acudiré a una oficina y regresaré a casa para almorzar.
Tendré un cocinero muy bueno que preparará platos deliciosos. Pero si el cocinero no tiene la comida a punto, me enfadaré y lo abofetearé. Después de todo, seré un gran mercader.
Cuando pensó en abofetear al cocinero, alzó el brazo. En cuanto hizo esto, el pote de nata cayó al suelo. Así que la nata no llegó a la otra población.
Mahmoud no obtuvo sus dos rupias. No compró pollos. No compró cabras y ovejas. No se casó. No tuvo una casa. No trabajò en una oficina. No abofeteó a nadie. Se sentó y se cogió la cabeza entre las manos.
Pasado un rato volvió a presentarse ante su patrón y confesó: Amo, he derramado la nata.
El patrón contestó: ¿Cómo has podido hacer algo semejante? ¡Has perdido mis ganancias de la semana!
Oh, amo, dijo Mahmoud, tú has perdido las ganancias de la semana, ¡pero yo he perdido mis pollos, mis cabras, mi casa, mi esposa, mi oficina y mi cocinero!
Moraleja:
No pierda lo que no tiene sólo porque no ha aprendido a disciplinar su mente y desterrar esas incesantes dudas que crea en sus fantasías.
Regrese a los sentimientos que están presentes en su interior y refuerzan las imágenes que crea en su mente.
Por ejemplo, si realmente le encantaría alcanzar prosperidad, pero tiene dudas sobre su capacidad para conseguirlo, primero fórmese una imagen de sí mismo en la abundancia.
Luego vaya más allá de la imagen y pregúntese: ¿Cómo me sentiría si alcanzara esa prosperidad que he imaginado?.
Es probable que piense que se sentirá algo así como contento, satisfecho, agradecido, feliz o eufórico. Éstas son expresiones de sentimientos que puede generar mediante sus pensamientos.
Una vez que pueda llegar a las sensaciones que hay tras sus deseos y sepa que tiene la capacidad para crear esos sentimientos mediante su fe y la disciplina de sus pensamientos, se dará cuenta de que la necesidad de cualquier otra cosa para sentirse afortunado es sólo una creencia y algo que carece de autenticidad. Haga este ejercicio con todo lo que desee alcanzar en su vida. Primero imagine y después observe el sentimiento resultante. Luego trabaje para generar ese sentimiento y sentirá que sus dudas se disipan.