Texto publicado por SUEÑOS;
inteligencia del alma:
INTEGRIDAD
Si haces bien las pequeñas cosas, grandes cosas te buscarán e impulsarán
a que las realices. Dicho sufí.
Cuando nos autogeneramos la suficiente motivación para hacer bien las
pequeñas cosas de cada día, estamos conspirando por la paz y por el
éxito. Sin duda, se trata de una capacidad que no tiene precio. Para
hacer posible una competencia mental de esta naturaleza, conviene poner
atención y consciencia en los movimientos y matices de todo lo que uno
hace desde que se levanta por la mañana. ¿Acaso no merece la pena
devenir plenamente conscientes de todo pensamiento, palabra y acción que
brote de nuestra persona? Cuando uno deviene consciente de su propia
vida en términos de momento presente, algo muy grande está pasando. La
consciencia sostenida y la mejora que de ella se deriva conforman una
energía de crecimiento que, como bola de nieve, abre posibilidades a
empresas cada vez más grandes en cantidad y calidad, que el interés
colectivo demanda.
¿Qué es lo que determina que una acción sea calificada como pequeña
cosa, frente a otra que llamamos grande?, ¿la cantidad de dinero que
mueve?, ¿la que afecta a mayor número de personas?, ¿la que nos demanda
mayor esfuerzo o bien es la que pone en juego la calidad total de
recursos creativos que actualizan nuestras potencialidades internas?
Para el Universo todo tiene su importancia. Las modernas ciencias
afirman que hasta el aleteo de una mariposa puede influir sobre el clima
de una ciudad entera. En este sentido, puede suceder que una sonrisa
evite accidentes en cadena y el retraso de un encuentro cambie el
destino de un planeta. Todas las cosas tienen su importancia, desde
fregar los platos con movimientos precisos y conscientes, hasta estampar
una firma clave por la que cesamos en el trabajo y vendemos la casa. Lo
que vale no es qué es lo que se hace, sino el cómo se hace. La
conciencia atenta pone el mismo amor en consolar a un niño que al
presidente de una gran empresa. Todo está encadenado en una red de
interrelaciones y cada nueva acción tiene el aroma de la propia
trayectoria.
Conviene cuidar nuestras palabras, aunque éstas se dirijan a gentes sin
aparente importancia. Caminemos conscientes de cada paso y tratemos de
colocar la espalda bien recta. Mientras tanto, observemos el juego de
nuestra propia mente, como si todo ese ruido con nosotros no fuera.
Todo movimiento es importante y todo lo que logra devenir consciente, en
realidad, merece la pena.
Una vez que se tiene la mente entrenada para hacer bien las cosas, por
pequeñas o grandes que parezcan, vendrán a buscarnos responsabilidades
más grandes, tal vez porque ya no nos afectan los riesgos y las amenazas
que, para el viejo modelo, éstas conllevan. Nuestra alma entonces estará
preparada para servir a la vida y con ésta, a todos los hombres y
mujeres de la tierra. Ya no se teme al fracaso y el ego ha cesado en sus
exigencias. El camino ya permite ser recorrido con conciencia ecuánime y
con las emociones bien serenas. El entrenamiento ha podido parecer
largo, pero los frutos de la conciencia atenta llegan. El ser se recrea
tanto al freír un huevo como al detener toda una guerra.
Usted bien sabe que hasta la caída del pétalo de una rosa afecta a
galaxias enteras. Atención total en cada paso, en cada cosa.