Texto publicado por Rody Armando Mora

EL ACCIDENTE..

Un conductor de camión que transporta 75 toneladas de nitroglicerina, justo en lo más alto de una montaña, se da cuenta de que no tiene frenos y empieza
a bajar cada vez más rápido. El camión va derrapando como si fuese una moto. Esquivando como puede a los autos que vienen en dirección contraria, iba rebotando
todo el rato, porque el pavimento de la carretera está lleno de baches y, de vez en cuando, choca ligeramente con el muro que hay al lado de la carretera.
El conductor intenta en vano encontrar algún desvío y, finalmente, el camión se sale de la carretera por una curva que da a un precipicio profundísimo.
 

El desgraciado conductor intenta quitarse el cinturón de seguridad, pero se ha atascado. Mientras el camión va cayendo, se las arregla para cortarlo con
una navaja, que se le escurre entre los dedos varias veces porque los tiene llenos de sudor. 

Intenta abrir la puerta; pero, en uno de los choques contra el muro, se ha deformado y es imposible moverla. Así que agarra el extintor y empieza a golpear
el parabrisas. Como es de vidrio muy resistente, le cuesta mucho; pero al final consigue romperlo y salta.

Sin embargo se engancha los pantalones con uno de los hierros. Intenta soltarse, pero es imposible, de tal modo que decide quitárselos y por fin consigue
salir del camión. 

A pesar de que no ve nada, porque ha perdido los lentes, logra agarrarse a una ramita.  

En ese momento el camión explota con tanta violencia que a su alrededor cae una lluvia de fragmentos ardiendo y se produce una avalancha encima de él. 

Aguanta como puede los golpes de las piedras en la cabeza, pero la ramita es demasiado pequeña y se desprende.  

El camionero baja rodando por el barranco, golpeándose con todas las piedras. Casi pierde el conocimiento, hasta que consigue sujetarse a un cactus y cree
estar a salvo. 

Sin embargo, debajo de esa rama hay una colmena. Nuestro hombre es alérgico al veneno de las abejas; pero, como no puede soltarse, porque la caída sería
mortal, no tiene más opción que soportar impasible sus picaduras. 

Transcurre un rato que le parece una eternidad, hasta que oye unos gritos. Le dicen que lo han visto y que van a llamar a la policía. No hay ningún teléfono
cerca, así que tienen que ir al pueblo más próximo, a 20 kilómetros de distancia.  

Un atasco impide que la ayuda llegue pronto y, cuando aparece la policía, se dan cuenta de que van a necesitar cuerdas para llegar hasta el fondo y poder
rescatarle, teniendo que volver a buscarlas.  

El camionero aguanta varias horas bajo el sol ardiente, que le produce quemaduras de tercer grado, pero al final es rescatado. Es entonces cuando uno de
sus salvadores le dice 

--Gracias a Dios, se ha salvado.  

A lo que el camionero responde: 

--No, gracias a Dios, no. Me he salvado gracias a ese cactus, porque las intenciones de Dios estaban bien claras.