Texto publicado por José Luis Rios

Las «apps», tan imprescindibles para el médico como antiguamente el fonendoscopio

Las aplicaciones para móviles son ya tan imprescindibles para los médicos que más de la mitad de ellos las usa incluso a pie de cama para acceer a datos, evaluación de escalas de gravedad o cálculo de dosis.
GARA | MADRID
«Del mismo modo que antiguamente el doctor volvía a casa si se había olvidado su fonendoscopio para escuchar el corazón, ahora los médicos regresan si salen sin su teléfono móvil, porque lo necesitan para trabajar; y además, la tendencia aumenta de forma exponencial», explicó, en una entrevista con EFEfuturo, el doctor Sergio Vañó, coordinador del Grupo de Innovación en Tecnologías Médicas Hospital Ramón y Cajal (Madrid), que es además responsable médico de una aplicación dermatológica pionera en el Estado español, «Dermomap», ganadora del premio Ideas Sanitarias de Sanitas a la mejor aplicación móvil de salud.
Entre las grandes ventajas del uso de las aplicaciones, destacan «la sencillez, la rapidez y la portabilidad», según Vañó. Las aplicaciones móviles han sustituido al clásico vademecum o manual físico con el listado de todos los medicamentos; además, los estudios revelan que el paciente no ve mal que el profesional corrobore datos médicos delante de ellos con el teléfono móvil, siempre que eso redunde en un mejor servicio.
Según un estudio de BCC Research del pasado abril, el mercado total de las tecnologías de la información aplicadas a la salud superó los 7.300 millones de euros en 2011, y fue casi 8.700 millones en 2012. Para 2017 se prevé que el mercado supere los 20.000 millones de euros, con una tasa de crecimiento anual del 18,5 % en los próximos cinco años.
Las aplicaciones proliferan en todos los ámbitos de la medicina, y las hay para todos los gustos: con información sobre las fases del embarazo, consejos pediátricos, consejos sobre distintas enfermedades, actividades formativas, guías clínicas, actualización bibliográfica, acceso a revistas especializadas, etc.
El problema es la falta de regulación de los contenidos que se distribuyen en Internet sobre medicina; muchas veces no son fiables los datos desde el punto de vista científico, y «eso debería resolverse pronto», añadió.

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