Texto publicado por SUEÑOS;

inteligencia del alma:

LUCIDEZ

Viendo claramente la confusión, uno se libera de la confusión. Nisargadatta.

La confusión que los seres humanos sufrimos a lo largo de la vida tiene
varios niveles de intensidad. Desde el básico enojo y su posible
desbordamiento emocional que bloquea el razonamiento, hasta la
imposibilidad patológica de controlar los contenidos subterráneos de
nuestra sombra. Se trata de momentos en los que, ciegos de impulsividad
egoica, no nos percatamos de lo exagerado de nuestra conducta y actuamos
con un despropósito tal que, a menudo, daña de manera desproporcionada.

Para controlar la posible inundación de las viejas violencias
almacenadas en nuestro inconsciente, conviene, no sólo trabajar en la
reprogramación de la conducta mediante una sostenida auto observación,
sino también apostar por el desarrollo de la sensatez y la cordura. Un
término éste que curiosamente, tiene que ver más con el mundo del
corazón ("cor"-corazóncordura) y su hondura esencial, que con el de la
cabeza.

El loco que se da cuenta de que está loco, no está loco. La confusión
mental sobrevive porque todavía no está "vista" por el ojo del Testigo,
es decir, por el desarrollo de la parte más neutra y consciente de la
propia mente. Cuando la propia confusión se torna consciente y uno ya
está en condiciones de observarla, su estado mental ya no sigue siendo
el de confusión, aunque sus síntomas sigan aconsejando prudencia y
aplazamiento. La impulsividad emocional que ciega la razón y causa
sufrimiento, urge a la reflexión y a la toma de consciencia. En estos
casos, puede ser aconsejable una psicoterapia como proceso que entrena
al sujeto a atestiguar con todo detalle sus mecanismos de conducta. Se
trata de activar una monitorización de los pensamientos y conductas que
incrementan el factor medicinal por excelencia: el darse cuenta.
Recuérdese que ante un error solemos pensar: "si me hubiese dado
cuenta...". Para desarrollar tal facultad es aconsejable hacerlo
acompañados de un consultor.

El conflicto nace cuando dos o más partes internas no son capaces de
convivir y resolver la acción. Por ejemplo, cuando la cabeza dice una
cosa y el sentimiento dice otra. Cuando esto sucede, conviene
des-identificarse de dichas partes ensanchando la visión y permitiendo,
entre las dos, una nueva convivencia. La observación sostenida de dichas
tendencias contrapuestas logrará el encuentro de ambas desde un tercer
punto, más parecido a la mano que sostiene la balanza, que a cualquiera
de los dos platillos de la misma. La observación ejercida desde este
tercer nivel, conlleva la recuperación de una distancia que permite la
convivencia entre opuestos internos sin necesidad de forzar partes
vencedoras ni exclusión alguna. El objetivo sanador está en mirar
globalmente y devenir consciente del tipo de pensamientos que pasan por
nuestra cabeza.

Recuérdese el Principio de Heisenberg, premio Nóbel de Física Cuántica
que afirma: toda partícula observada es una partícula transformada. Es
decir, la pura observación o el simple darse cuenta de un objeto como
por ejemplo, un proceso mental conflictivo, transforma sus patrones de
pensamiento de manera automática. Es decir, cuando dedicamos atención a
las raíces y significados que perturban nuestra paz, se produce, a su
vez, una transformación de signo evolutivo. Una modificación que nos
aproximará, de forma paulatina, a ignorar y reforzar aquellas partes
internas que, en cada caso, convienen a la armonía del conjunto. La
atención sostenida es tan curativa como clarificadora. Sin duda, una
competencia que, en última instancia, conduce a la liberación del
sufrimiento. Es decir, otra forma de nombrar la Lucidez