Texto publicado por Fátima Osores

UN CUENTO VIEJO QUE ACABO DE CONCLUÍR

MI MAMÁ ME LLEVA AL PSICÓLOGO PORQUE DICE QUE SOY RARA

Mi mamá me lleva al psicólogo porque dice que soy rara. Yo voy porque no me queda otra, pero a mí no me gusta el psicólogo; por eso le digo cosas que no tienen importancia, o le cuento historias que invento, que se me ocurren por la noche cuando no puedo dormir. Le conté, por ejemplo, que Pablo le quería vaciar a Luis la caja de tizas porque, como siempre, había desaprobado; entonces yo dije: “El que tenga diez, que tire la primera tiza”, y Pablo, que es muy malo con Luis pero que a veces es bastante bueno conmigo, puso la caja de tizas encima de mi pupitre, todos estaban atentos, a ver qué pasaba, y yo, entonces, me levanté con la caja de tizas y fui hacia Pablo, que estaba delante del pizarrón; yo hacía como que iba a pegarle a él y todos ya se estaban sonriendo, menos Pablo, pero lo que hice fue poner las tizas en su lugar.
Un día el psicólogo me preguntó si tenía alguna amiga imaginaria y yo le dije que sí, que tengo una y que se llama Silvia; me preguntó si ella me habla y yo le dije “cómo me va a hablar si es imaginaria”. A Silvia la inventé una tarde que me había
quedado sola en casa y podía darme el lujo de andar de aquí para allá, inventando historias y haciendo de todos los personajes, sin tener que estarme quieta ni callada. Pero esa Silvia es como una muñeca: yo le digo “andá para allá, vení para acá”, y ella no se mueve ni me contesta.
De eso le hablo al psicólogo , de Silvia que es como un a muñeca, no de cómo la inventé, pero no le hablo de mis papás (los verdaderos, los que viven arriba y me hablan por las noches). Ellos son de otro planeta, hace tiempo que me lo han dicho, y un día de éstos, cuando solucionen unos problemas que tienen, vendrán a buscarme en la nave, o me llevarán durante el sueño, todavía no están seguros. A mí me gusta inventar historias pero esto es la pura verdad, y yo estoy muy contenta de tener unos papás extraterrestres y me dan muchas ganas de ir a conocer ese planeta donde nací y del que ellos salieron cuando yo era un embrión. No sé qué significa esa palabra pero ellos la dijeron; le pregunté a mi mamá de la Tierra y no supo decirme; ella siempre está muy ocupada y no tiene tiempo para contarme cuentos ni menos para buscarme palabras en el diccionario. Yo la quise buscar sola y le pedí que me bajara el diccionario grande que está en el ropero, pero no quiso.
El psicólogo me preguntó ayer si tengo amigos en la escuela. Yo le dije que no, pero no le dije lo demás: Que he soñado con un nombre (un nombre de varón) y que he sabido luego, creo que porque me lo dijeron mis papás de arriba, que ese nombre es el de la persona que un día será mi compañero; no compañero de la escuela; no compañero del catecismo, no compañero de natación (el agua me da miedo, casi tanto como el fuego), sino Compañero; así me lo han dicho, y yo sueño con conocerlo, aunque todavía no conozco su cara ni su voz, porque sólo tengo ese nombre.
Una vez imaginé que el psicólogo llevaba a su hijo porque no había tennido con quien dejarlo, y el nene era muy pálido, y yo lo miraba mucho,sin decirle nada. Pero él no podría ser, porque el apellido del psicólogo no es el mismo que yo soñé. Siempre imagino cosas así, con personas conocidas, pero con las personas conocidas nunca pasa nada interesante. Ni siquiera esa tonta anécdota de las tizas ha podido pasar; yo lo invento todo.
Pero lo del nombre en mi sueño es real. Juro que es real.
Y un día, que ya no falta mucho, vendrán mis papás de arriba y me llevarán allá, donde todo es mejor, porque se puede volar, y las cosas no se rompen, y los abuelos no se mueren cuando una es chiquita,y qué sé yo cuántas cosas más. Y ahí, ahí lo voy a conocer a él, y le voy a decir, como en ese otro sueño, que no se preocupe, que estamos muertos, pero juntos.

Fátima Osores