Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
El ruiseñor y la rosa. Comparto este cuento porque este autor me encanta.
Oscar Wilde
EL RUISEÑOR Y LA ROSA
––“Ha dicho que bailaría conmigo si le llevo rosas rojas” ––exclamaba
desolado el joven estudiante––. “Pero no hay ni una sola rosa roja en
todo mi jardín.”
En el encino, desde su nido, oyóle el ruiseñor, y le miró a través del
follaje.
“¡Ni una sola rosa roja en todo mi jardín!” ––seguía lamentándose, y sus
bellos ojos se llenaron de lágrimas–– “¡Ah!, ¡de qué., cosas tan
pequeñas depende
la felicidad! Yo he leído todo lo escrito por los sabios, conozco todos
los secretos de la filosofía. Y ahora, por la posesión de una rosa roja,
siento
mi vida destrozada.”
“He aquí, al fin, un verdadero enamorado” ––dijo el ruiseñor––. “Noche
tras noche he cantado para él, a pesar de no conocerle: Noche trás noche
lo he descrito
a las estrellas, y ahora le contemplo. Su cabello es oscuro como la flor
del jacinto, y sus labios rojos como la rosa que desea encontrar; pero
su ansiedad
ha tornado su faz tan pálida como el marfil; y la tristeza le ha dejado
su sello en la frente.”
––“El Príncipe da un baile mañana en la noche” ––murmuró el joven
estudiante––. “Y mi amada formará parte del cortejo. Si le obsequio una
rosa roja, bailará
conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré entre
mis brazos, y su cabeza descansará sobre mi hombro, y su mano será
aprisionada por
la mía. Pero no hay ninguna rosa roja en mi jardín; me sentaré solo y
ella pasará ante mí, no me hará caso, y sentiré desgarrarse mi corazón.”
––“Aquí, sin lugar a dudas, está el perfecto enamorado” ––dijo de nuevo
el ruiseñor––. “Lo que yo canto, para él es sufrimiento; lo que para mí
es alegría,
para él es dolor. Ciertamente el amor es algo maravilloso. Es más
valioso que las esmeraldas, y más precioso que los finos ópalos. Ni las
perlas ni los
granates pueden comprarle, porque no está venal en los mercados. No
puede adquirirse con los traficantes, ni pesarse en una balanza como el
oro.”
––“Los músicos estarán en su estrado” ––decía el estudiante––, “tocando
sus instrumentos de cuerda, y mi amada bailará al acompañamiento de arpa
y violín.
Bailará en forma tan sublime, que sus pies no tocarán el suelo, y los
cortesanos con sus vistosos trajes formarán rueda alrededor de ella,
pero no bailará
conmigo, porque no poseo una rosa roja para brindársela”. ––Y se dejó
caer sobre la hierba, y ocultando su cara entre las manos, lloró.
––“¿Por qué llora?” ––preguntó una pequeña lagartija verde, pasando con
su cola levantada junto al ruiseñor.
––“De veras, ¿por qué?” ––dijo una mariposa que revoloteaba en un rayo
de sol.
––“Es cierto, ¿por qué?” ––susurró en voz baja y melodiosa, una
margarita a su vecina.
––“Llora por una rosa roja” ––dijo el ruiseñor.
––“¿Por una rosa roja?” ––exclamaron todos–– “¡Qué tontería!” Y la
largartija, que era algo cínica, se echó a reír.
Pero el ruiseñor conocía el secreto de la pena del estudiante, y
permanecía silencioso, posado en el encino, y reflexionando sobre el
misterio del amor.
De pronto, extendiendo sus alas oscuras para volar, se remontó en el
aire. Pasó a través de la arboleda como una sombra, y como una sombra
cruzó el jardín.
En el centro del parterre se erguía un rosal precioso, y al
vislumbrarlo, voló hacia él en seguida.
––“Dame una rosa roja” ––dijo suplicante–– “y te cantaré la más dulce de
mis canciones”.
Pero el rosal sacudió su cabeza.
––“Mis rosas son blancas” ––contestó––. “Tan blancas como la espuma del
mar, y más blancas que la nieve en la cumbre de las montañas. Pero ve a
mi hermano
que crece alrededor del reloj de sol, y quizá pueda darte lo que quieres.”
Entonces el ruiseñor voló sobre el rosal que crecía alrededor del reloj
de sol.
––“Dame una rosa roja” ––imploraba–– “y te cantaré la más dulce de mis
canciones”.
Pero el rosal sacudió su cabeza. –“Mis rosas son amarillas”
––respondió––. “Tan amarillas como el cabello de la sirena que reposa en
un trono de ámbar,
y más amarillas que el narciso que florea en los prados, antes de que el
segador llegue con su hoz. Pero ve con mi hermano que crece bajo la
ventana del
estudiante, y quizá pueda darte lo que deseas.”
Entonces el ruiseñor voló sobre el rosal que crecía bajo la ventana del
estudiante.
––“Dame una rosa roja” ––dijo–– “y te cantaré la más dulce de mis
canciones”.
Pero el rosal sacudió la cabeza. –“Mis rosas son rojas, tan rojas como
la pata de la paloma; y más rojas que los hermosos abanicos de coral que
se mecen
y mecen, en las profundas cavernas del océano. Pero el invierno ha
helado mis venas, y la escarcha ha quemado mis capullos, y la tormenta
ha quebrado mis
ramas, y no tendré rosas en todo el año.”
Y el ruiseñor insistía:
––“Una sola rosa roja es lo que necesito. ¡Sólo una rosa roja! ¿No
existe algún medio por el cual pueda conseguirla?”
––”Hay una forma en que podrías conseguirla” ––contestó el rosal––.
“Pero es tan terrible, que no me atrevo a decírtelo.”
––“Dímelo” ––dijo el ruiseñor––. “No tengo miedo.”
––“Si quieres una rosa roja, la tendrás que formar con música a la luz
de la luna, y teñirla con la sangre de tu propio corazón. Tendrás que
cantarme con
tu pecho apoyado contra una espina. Toda la noche deberás cantarme, y la
espina rasgará tu corazón, y la vida de tu sangre correrá por mis venas,
y será
mía.”
––“La vida es un precio muy elevado por una rosa roja” ––dije el
ruiseñor–– “y la vida nos es a todos muy querida. Es agradable posarse
en los árboles
del bosque, contemplar el sol en su carroza de oro, y la luna en su
carroza de nácar. Es dulce el aroma del espino blanco, y dulces son las
campánulas
azules que se ocultan en los valles, y el brezo que se esparce en las
colinas. Sin embargo, el amor es mejor que la vida, y... ¿qué es el
corazón de un
pájaro, comparado con el corazón de un hombre?”
Entonces extendió sus oscuras alas para volar, y se remontó en el aire.
Se deslizó sobre el jardín, como una sombra, y como una sombra cruzó el
bosque.
El joven estudiante permanecía tendido sobre la hierba en el mismo lugar
donde le había dejado; y las lágrimas no desaparecían aún de sus
hermosos ojos.
––“Alégrate!” ––gritó el ruiseñor–– “¡alégrate!, ¡vas a conseguir tu
rosa roja! La voy a crear con música, a la luz de la luna, y la teñiré
con la sangre
de mi propio corazón. Todo lo que pido de ti, en recompensa, es que seas
un enamorado perfecto, porque el Amor es más sabio que la Filosofía,
aunque ella
sea sabia; y más fuerte que la fuerza, aunque ella sea fuerte. Sus alas
tienen el color del fuego, y el fuego ilumina su cuerpo. Sus labios son
dulces
como la miel, y su aliento es como el incienso.
El estudiante mirando hacia arriba escuchó. Pero no pudo entender la
confidencia del ruiseñor, pues sólo le era posible comprender las cosas
que estaban
escritas en los libros.
Pero el encino, dándose cuenta de todo, se sintió triste; porque quería
mucho al ruiseñor que había hecho su nido entre sus ramas.
––“Cántame una última canción” ––murmuró––, “me voy a sentir muy solo
cuando te vayas”.
Entonces el ruiseñor cantó para el encino, y su canto era flúido como
agua cristalina, vertida de un ánfora de plata.
Al terminar su canción, pudo ver que el estudiante se levantaba, sacando
al mismo tiempo de su bolsillo, un cuaderno y un lápiz.
––“El ruiseñor es hermoso” ––se decía mientras caminaba por el bosque––
“no puede negársele; pero, ¿posee sentimientos? Creo que no. En
realidad, es igual
a la mayoría de los artistas; todo en él es estilo y forma, sin
sinceridad. No se sacrificaría por otros. No piensa más que en la
música, y todo mundo
sabe que las artes se caracterizan por su egoísmo. No obstante, hay que
reconocer que emite algunas notas preciosas en su canto. ¡Qué lástima
que no signifiquen
nada, o se conviertan en algo bueno y práctico” ––Y entró a su cuarto, y
acostándose en un catye desvencijado, y pensando en su amada, después de
unos
momentos, se había dormido.
Y cuando la luna brillaba alta en los cielos, el ruiseñor voló hacia el
rosal apoyando fuertemente su pecho contra la espina. Cantó durante toda
la noche
con el pecho oprimido sobre la espina; y la luna gélida, como hecha de
cristal, se inclinaba hacia la tierra para escucharle. Cantó toda la
noche, y la
espina iba clavándose más y más honda en su pecho, y la sangre de su
vida se escapaba... Primero cantó del amor naciente en el corazón de un
joven y una
doncella. Y en el retoño más alto del rosal apareció; pétalo tras
pétalo, al igual que canción tras canción, una rosa espléndida. Al
principio era pálida,
como la neblina suspendida sobre el río, imprecisa como los primeros
pasos de la mañana, y argentada como las alas de la aurora. Como el
reflejo de una
rosa en un espejo de plata, como la sombra de una rosa sobre un estanque
de agua clara. ¡Así era la rosa que brotó en el retoño más alto del rosal!
Pero el rosal le dijo al ruiseñor que apoyase con más fuerza su pecho
contra la espina.
––“Oprime más tu pecho contra la espina, ruiseñor” ––decía el rosal–– “o
llegará el día antes de que la rosa esté terminada”.
Entonces el ruiseñor uniendo su pecho con más fuerza a la espina, entonó
una melodía cada vez más vibrante; ahora cantaba a la pasión naciente en
el seno
de un joven y una doncella.
Y un delicado rubor iba cubriendo los pétalos de la rosa, igual al rubor
que sube a la cara del novio cuando besa los labios de su desposada.
Pero la espina
aún no había llegado a su corazón, así que la corola de la rosa
permanecía blanca, porque solamente la sangre del corazón de un ruiseñor
puede encender
el corazón de una rosa.
Y el rosal decía al ruiseñor:
––“Oprime más, pequeño ruiseñor; o llegará el día antes de que la rosa
esté terminada.”
Entonces el ruiseñor uniendo con todas sus fuerzas su pequeño pecho
contra la espina, hizo que ésta hiriese su corazón, y el cruel espasmo
del dolor le
atravesó.
Terrible, terrible era el dolor mientras el canto crecía alocado, más
cantal a sonoro, porque ahora cantaba del amor perfeccionado por la
muerte; del amor
que no termina en la tumba.
Y la rosa magnífica se tornó roja, como las rosas de Oriente. Rojos eran
los pétalos que la circundaban, y rojo como el rubí era su corazón. Pero
la voz
del ruiseñor iba apagándose, y sus alas comenzaron a vibrar, y un velo
le cubrió los ojos. Su canto era cada vez más débil, algo estrangulaba
su garganta.
Entonces lanzó un último trino musical. La pálida luna al oírlo,
olvidándose de la aurora, estuvo vagando por los cielos. La rosa roja al
escucharlo se
estremecio en éxtasis, desplegando sus pétalos al aire fresco del
amanecer. El eco lo fue llevando hasta la caverna oscura de las colinas,
y despertó de
sus sueños a los pastores. Fue flotando entre los cañaverales del río, y
ellos hicieron llegar su mensaje al mar.
––“¡Mira, mira!” ––gritó el rosal–– “Ya está terminada la rosa.” Pero el
ruiseñor ya no podía contestar. Estaba muerto sobre la crecida hierba,
con una
espina clavada en el corazón.
Y al mediodía el estudiante, abriendo su ventana, miró afuera. ¡Cómo...
qué suerte maravillosa!” ––exclamó––. “¡Hay una rosa roja! ¡Nunca había
visto rosa
como ésta en toda mi vida! ¡Es tan hermosa que seguramente tiene un
nombre latino muy largo!” ––E inclinándose la cortó.
En seguida, poniéndose el sombrero, fue corriendo a casa del profesor,
con la rosa en la mano.
La hija del profesor estaba sentada en el umbral de su casa devanando
seda azul en la rueca y su perro descansaba a sus pies.
––“Me dijiste que bailarías conmigo, si te obsequiaba una rosa roja” ––
dijo el estudiante––. “Aquí tienes la rosa más roja de todo el mundo. La
lucirás
está noche junto a tu corazón, y mientras bailamos juntos, ella te dirá
lo mucho que te amo.”
Pero la muchacha hizo un gesto desdeñoso.
––“Temo que no va a hacer juego con mi vestido, y además el sobrino del
chambelán me ha obsequiado unas joyas finísimas, y todo el mundo sabe
que las joyas
valen más que las flores.
––“En verdad, eres una ingrata” ––dijo furioso el estudiante.
Y tiró la rosa al arroyo, y un pesado carromato la deshizo.
––“¿Ingrata...?, debo confesarte que me pareces un mal educado. Después
de todo; ¿quién eres tú? Nada más un estudiante. Creo que ni tienes
hebillas de
plata en tus zapatos, como las tiene el sobrino del chambelán.”
Y levantándose de la silla, entró en la casa.
––“¡Qué cosa más tonta es el amor!” ––dijo el estudiante alejándose––.
“No tiene la mitad de utilidad que tiene la Lógica; porque no demuestra
nada, y
siempre nos habla de lo irrealizable, y nos hace creer en cosas que no
existen. Verdaderamente es un sentimiento impráctico; y como en estos
tiempos el
ser práctico lo es todo, volveré a la Filosofía, y estudiaré Metafísica.”
Así pues, regresó a su cuarto, y tomando en sus manos un gran libro
polvoriento, comenzó a leer.